La última palabra sobre nuestra vida

Riro Maniscalco

«He estudiado muchas veces / el mármol que me han esculpido: / un barco con velas arriadas anclado en puerto. / En verdad no expresa mi destino / sino mi vida. / Pues se me ofreció el amor y temí su desengaño; / el dolor llamó a mi puerta, mas tuve miedo; / la ambición me reclamó y me asustó el riesgo. / Anhelaba, sin embargo, darle un sentido a mi vida. / Ahora sé que debemos desplegar las velas / y encarar los vientos del destino / dondequiera que nos lleven. / Puede acabar en locura darle sentido a la vida, / pero la vida sin sentido es tortura / de la inquietud y del vago deseo… / Un barco que anhela el mar y sin embargo lo teme».
Antología de Spoon River, George Gray. Este es el poema que nos ha acompañado durante los largos meses de preparación del NYE 2016. No hay que ser un monstruo de la sensibilidad para sentirse tocado por estas palabras. Son como un cuchillo afilado que abre la herida de nuestro corazón inquieto. Son de hace cien años, pero podría ser hoy. Palabras que hablan ciertamente de nuestros miedos ante el mar infinito y misterioso de la vida.

El NYE lanzaba el desafío de esta pregunta: ¿tiene el miedo la última palabra sobre nuestra vida? ¿Nuestro miedo lo dice todo de nuestro corazón? No hay una respuesta teórica. O hay una vida, o no hay nada.
¿Y qué es entonces este hermosísimo espectáculo de vida que llamamos NYE? ¿Tan solo una ilusión? ¿Una promesa –innegable, irrefutable por su evidencia– que no se podrá mantener? Porque aunque nos pusiéramos en camino, aunque tuviéramos una meta, ¿seríamos capaces?

«El problema es que se mantenga el tiempo»… Podría ser la reflexión en voz alta de cualquiera de nosotros durante los días previos al NYE. Mantener, año tras año, algo que nació pequeño, como siempre pasa en la naturaleza cuando se empieza a vivir. Pero toda criatura está hecha para crecer, y al crecer cada vez tiene más necesidades, más expectativas, y eso requiere un trabajo, cansa. Como cuando se deja el puerto lleno de entusiasmo y se hace frente al mar abierto. Sí, casi dan ganas de decir que en un viaje que durará toda la vida el problema es que dure. Un amigo me ha hecho rescatar del olvido una conversación que tuvimos hace casi 35 años: «El problema es que se mantenga…», decía uno inmerso en sus preocupaciones y pensamientos. «¡No!», contestó el otro con vehemencia, con la fuerza que nace de la certeza, «el problema no es que se mantenga, ¡el problema es que siga vivo el origen!».

“Que siga vivo el origen”, ese inesperado compañero de camino que transforma el deseo en pregunta, en movimiento, que le hace izar velas. Algo, alguien, más grande que nuestro temor y que nuestra incapacidad, que da aliento, carne y sangre a nuestro deseo. Porque la barca de mi vida puede quedarse segura en puerto, pero una barca no está hecha para quedar anclada.

Se han dado cita cuarenta ponentes, cinco exposiciones, dos espectáculos inéditos, un restaurante y muchas velas al viento para llevar al mundo el testimonio de hombres que no están determinados por sus temores. ¿Y si tenemos miedo? Nos hemos “embarcado” en otro Encounter porque la vivacidad del origen es más fuerte que el miedo, no porque no nos tiemblen las piernas.

El Encounter puede mantenerse, crecer e incluso acabar, pero algo nuevo, bello y verdadero nacerá siempre de quien desplegué las velas de la vida al viento del deseo. Las velas de mi propia vida. Esa lápida sepulcral del poema de George Gray es mi barca, que no se contenta con quedarse en puerto, es mi deseo que quiere lanzarse al mar infinito. Y eso es para mí el NYE.

Levar anclas y ser fiel a ese origen vivo, como decía Luigi Giussani hace 35 años.
El New York Encounter es solo para esto. Come and see — venid y veréis.