El campo de refugiados de Calais, al norte de Francia.

El camino que rompe los muros desde hace dos mil años

José Clavería

Una calle principal. De hecho, la única. Alrededor, una selva de tiendas de campaña y basura.

El barro se mezcla con los restaurantes y los comercios. Estoy en la zona afgana. Somos cinco, venimos del sur de Inglaterra para ver la “nueva jungla” de Calais, un campo de refugiados donde viven al menos cinco mil personas. La mayoría son jóvenes varones. Al final de su largo viaje, cuando están a pocos pasos de su objetivo –Inglaterra–, se detienen delante de un muro.

Entro en un barracón en cuyo interior encuentro a seis jóvenes. Marta, una chica de 19 años, está cocinando para todo el grupo. «Salí de Eritrea hace un año. He cruzado mi país, Sudán y Egipto, casi todo el camino a pie. Luego atravesé el norte de África en autostop. Compré un “pasaje” en barca hasta Italia y luego crucé Europa en tren hasta llegar aquí, al Canal».

Fin del sueño, pues aquí está el “muro”. Policía, barreras, y cada vez más gente que llega cada día. Algunos tratan de esconderse en camiones, aprovechando la oscuridad. Marta tiene muchas preguntas: «¿Dónde voy a dormir? Está llegando el frío y necesito ropa de abrigo y botas para seguir caminando». Hay mucha gente que la ayuda: asociaciones, médicos, gente que lleva comida, incluso que limpia los pocos baños que se han instalado en el campo.

Está mezclando algo en una cazuela. «Marta, ¿por qué quieres llegar a Inglaterra? Tú también ves que no es fácil…». «Tengo familia esperándome en Londres, y el inglés es más fácil que el alemán». «Veo que cocinas bien: ¿puedes preparar algo para nosotros? Te lo pagamos…». Me mira y sonríe: «Quedaos con nosotros, pero no por dinero. Sois nuestros invitados».

Touché. Yo solo pretendía ser generoso, pero ella me había abierto su barracón. Fuera hace un frío de perros. Necesitan todo tipo de ayuda, como se puede ver en esta página web, calaidipedia.co.uk, a través de la cual se les puede enviar cosas que llegan directamente a ellos.

Aunque al volver, les he dicho esto a los fieles de mi parroquia: si de verdad queréis romper el muro, preparad las cajas y llevádselas vosotros mismos. Están a tres horas de Londres. Estad con ellos, hablad con ellos, estad unas horas allí, entre ellos. Será uno de los días mejor utilizados de vuestra vida. Veréis lo que es la belleza desarmada, el camino elegido por un Hombre hace dos mil años para hacer suceder lo que muchos ni siquiera se atreven a esperar. Entonces realmente romperéis un muro dentro de vosotros.