La sala Bataclan tras los atentados.

«Mis dos horas como rehén en Bataclan»

Sebastián era uno de los rehenes que los terroristas del Estado Islámico utilizó como escudo humano para negociar con la policía. Entrevistado por la Radio francesa Rtl, cuenta lo que pasó el viernes por la noche en Paris.

Más de dos horas como rehén de los terroristas del Bataclan y aun así Sebastián declara a los micrófonos de Rtl que no es la imagen del kalashnikov apuntándole lo que se le ha grabado en la mente, sino el momento en el que el terrorista le empezó a hablar: «comencé a decirme a mí mismo que quizás estaba destinado a vivir».

Si piensa sobre los terroristas, a la pregunta del periodista inquiriendo si había aprendido algo sobre ellos, Sebastián solo consigue responder «no mucho», pero que «ciertamente necesitaban un ideal que el mundo occidental en el que vivían, puesto que eran franceses, no les ofrecía. Han encontrado un ideal mortífero, vengativo, de odio, de terror», continúa Sebastián. Quizás los asaltantes tomando rehenes, vuelve a interpretar Sebastián, «han querido salvar su vida tomándonos como rehenes, y ha sido nuestra salvación el hecho de que les importase su vida. Pero se han dado cuenta demasiado tarde de que la vida era importante», observa casi con esperanza.

El relato del episodio del Bataclan recorre las dos horas y media transcurridas en compañía de los yihadistas: el momento en que los asaltantes han querido explicar el porqué del asalto «nos han explicado que han sido las bombas lanzadas en Siria lo que les empujó a estar allí, para mostrar, para hacernos ver a nosotros occidentales lo que aquellos aviones hacían allí. Nos llevaron a la sala donde se encontraban todavía los heridos agonizantes y nos explicaron que era solo el principio. Y que la guerra empezaba en aquel momento y que estaban allí en nombre del estado islámico».

Las negociaciones con la policía en la que los rehenes hicieron de intermediarios y escudo, el diálogo y la provocación para quemar los billetes, «querían saber si para mí el dinero tenía importancia. Claramente, respondí que no, y querían que quemase esos billetes. Me sentí como Gainsbourg en ese momento, la única diferencia es que yo estaba obligado a hacerlo y que no era un acto voluntario por mi parte», cuenta Sebastián a los micrófonos de Rtl. «Entonces se produjo una especie de intercambio, de diálogo, y los otros rehenes me dieron las gracias por esto al final, no tanto por hacerme pasar por héroe, porque los verdaderos héroes murieron aquella noche, fueron los que protegieron a los demás».

En aquellos momentos la conciencia de Sebastián era «que la vida está suspendida por un hilo, y que es necesario apreciarla, y que no hay nada más serio que el hecho de que estaban todavía vivos».

Ahora para él es como si comenzase una vida nueva, como ha confiado a los micrófonos de Rtl. «Yo hoy puedo darme cuenta de que cada instante que paso con mis parientes es un bonus, una bendición. Los simples momentos de una vida forman parte de las cosas más bellas que podemos tener, y de esto no nos damos cuentas hasta que nos suceden una especie de electroshocks como el que he vivido. Tengo la impresión –concluye– de haber nacido una segunda vez y quiero vivir de forma que disfrute esta nueva vida que me ha sido ofrecida».