A la izquierda, Paola Bonzi, fundadora del CAV.

«Recibo regalos todos los días»

Treinta y un años de servicio, 18.000 bebés nacidos y muchas más historias que contar. Pero hoy el Centro de Ayuda a la Vida corre el riesgo de cerrar por problemas financieros. He aquí lo que hacen allí y algunas iniciativas para apoyarlo
Francesca Capitelli

«El CAV es la respuesta a mi bautismo. Me parecía justo decir sí de este modo al mayor don que he recibido». Habla Paola Bonzi, fundadora en 1984 del Centro de Ayuda a la Vida (CAV), una estructura que desde hace ya 31 años se ocupa de mujeres que se debaten entre la decisión de abortar y la de seguir adelante con su embarazo. Un centro que hoy, debido a problemas financieros, corre el riesgo de tener que cerrar sus puertas.

Gracias al CAV han nacido 18.308 niños: «La cifra está actualizada de esta misma mañana», precisa Gianluca Barezzi, responsable de comunicación. «Ha nacido otro niño que se suma a esa pequeña tribu que hemos contribuido a que naciera». Un pequeño pueblo que, como dice siempre Bonzi, podía no existir.

Muchas mujeres llegan al CAV por casualidad. «Nunca hemos ido a buscar a nadie», explica la fundadora, «esperamos en silencio a que la gente llegue y nos cuente». Por el nacimiento de cada niño habría una historia que contar.
La decisión de abortar suele esconder dificultades económicas, familiares o de vivienda. «Siete de cada diez mujeres abortan por motivos económicos», continúa Bonzi: «Siete mujeres, por tanto siete niños que no nacen por falta de dinero». Aquí entra en juego el CAV. Personal especializado, psicólogos y consultores familiares, pero ante todo personas dispuestas a mirar el dolor de una madre y un hijo que no puede nacer. A veces se terminan improvisando también consultorías financieras.

Durante los primeros meses, el Centro ofrece pañales y accesorios como el carrito o ropa. «Intentamos ofrecer una ayuda en todo y para todo, desde la ropa hasta la “cesta de la compra”», prosigue Barezzi. La “cesta de la compra” es una iniciativa que desarrollan en colaboración con el Banco de Alimentos, que cada dos semanas proporciona bienes de primera necesidad para las familias. Obviamente, no consiguen darles todo lo que necesitan. «El aceite, por ejemplo, está fuera del convenio con el Banco de Alimentos, así como los productos frescos. Así que lo que podemos lo ponemos nosotros».

Pero la mayor ayuda debería venir de las instituciones. Desde 2010 la Región de Lombardía ha puesto a disposición de las mujeres que deciden no abortar los Fondos Nasko y Cresco. El primero se ofrece durante los primeros 18 meses, garantizando un ingreso de tres mil euros, pero cada vez es más difícil de cumplir los requisitos necesarios para acceder a él.

La mayoría de las mujeres que llegan al CAV son extranjeras, muchas recién llegadas a Italia y sin los papeles en regla. «El año pasado tuvimos a nuestro cargo a 2.400 madres, pero en junio tuvimos que cerrar el programa de apoyo económico porque nos encontramos con un agujero de más de cien mil euros», explica Barezzi. La decisión fue muy difícil. «Nunca nos había pasado. Pensar que hay niños que no nacen por falta de dinero me hace sentir fatal. Pero seguimos recibiendo mujeres, y seguimos ofreciendo pañales y acompañamiento», desde las visitas ginecológicas hasta el parto.

«El CAV es un niño que ha corrido el riesgo de sufrir un aborto muchas veces». En 1984 era un muro contra otro muro, abortistas contra objetores, «y nosotros en medio», recuerda Bonzi. Hoy consigue mantenerse con vida gracias a las donaciones y a los proyectos de autofinanciación. Para el 21 de noviembre han organizado una cena de gala para recoger fondos, una fiesta para celebrar el trabajo de estos años y para poder seguir haciéndolo. «Porque 31 años no son nada», concluye Paola: «Cada encuentro es como si fuera el primero. Yo me siento como alguien que recibe regalos todos los días».