Un momento de la velada dedicada a Claudio Chieffo.

Claudio Chieffo y su pueblo siguen cantando

Una doble velada organizada para recordar al cantautor romañolo, en el 70 aniversario de su nacimiento. Entre música, amistad y emoción, vuelve a escena la vida de un hombre que, aún hoy, es una «riqueza para la localidad».
Stefano Andrini

La aventura de un hombre vivo. Es la foto fija más emblemática de la doble velada que la ciudad italiana de Forlí dedicó a Claudio Chieffo en el 70° aniversario de su nacimiento. El evento, titulado "El pueblo canta", nació de la voluntad de muchos ciudadanos y artistas locales de rendir homenaje a un talento que se expresó durante más de cuarenta años de actividad y que fue y sigue siendo aún una gran riqueza para la localidad.

Sobre el escenario del teatro "Diego Fabbri" se proyectaron las fotos de una vida marcada por encuentros. Claudio con don Giussani, con Francesco Ricci, con el cardenal Biffi, que definió su Stella del mattino como la Salve Regina del año 2000. Y naturalmente con Juan Pablo II, ante el cual cantó por primera vez en Polonia, cuando Woityla todavía no era Papa. El álbum de familia documenta su ternura con su mujer e hijos y el feeling entre el artista y los que crecieron con sus canciones. Una imagen muestra a Claudio intentando cantar ante cientos de jóvenes sentados en una pradera. Un árbol se alza en medio de ellos y de un momento a otro casi esperas que vaya a bajar Zaqueo. Mientras tanto, la sala se llena por todas partes. En primera fila, monseñor Massimo Camisasca y monseñor Luigi Negri, obispos de Reggio Emilia y Ferrara, junto a varios alcaldes.

El encargado de conducir la velada es Massimo Bernardini, periodista y presentador televisivo. El alcalde de Forlí, Davide Drei, recuerda que fue uno de los alumnos del profesor Chieffo y que siempre valoró mucho su grandeza humana y artística. Flavio Pioppelli, amigo y compañero de Claudio en muchos conciertos, resume el objetivo de esta iniciativa: «Que hoy Claudio esté aquí y cante con nosotros».

Sobre las notas del Joven rico, Bernardini se atreve con una definición del artista: «Creador inteligente de canciones populares de las que su pueblo se apropia y en las que se reconoce. Un genio que se convierte en la voz de todos». Los niños siempre han estado en primera línea en la poesía de este cantautor. No es casual que precisamente el coro de la escuela "La Nave" interprete la fábula de La notte che ho visto le stelle, la historia de un hombre que no podía resignarse a vivir con los ojos cerrados.

La estrella invitada de la noche fue David Horowitz, músico, arreglista y autor de bandas sonoras que conoció a Claudio en 2001 y que trabajó con él en el CD "Come la rosa". A su amigo americano el cantautor italiano le regaló la canción Il dono. Lo cuenta Horowitz: «Me impresionó su música directa y caracterizada por una honestidad que nace del corazón».

Como en una película de Tarkovski, cada símbolo de las canciones de Chieffo es una tesela de su experiencia («yo soy el caballero», dijo al explicar una famosa canción suya). También son muy conocidas las piezas dedicadas a sus hijos y a su esposa. Como la dulce e irónica balada en dialecto romagnolo. Un unicum en su repertorio. En el escenario se alternan voces y músicos. El teatro se invade de conmoción cuando sube al escenario uno de los hijos de Claudio. Benedetto no dice una palabra sobre su padre, pero su interpretación es tan intensa que todos lo comprenden: nunca como en este caso las palabras no son necesarias. Así sucede cuando Benedetto canta como hijo la canción de cuna que su padre le susurraba por las noches antes de dormir.

Aún más intensa, si eso es posible, sería la segunda velada, esta vez conducida por Pier Giuseppe Bertaccini, amigo personal de Claudio y uno de los primeros que siguió al padre Ricci en la experiencia de Gioventù Studentesca. Impresionante el momento en que Pioppelli, Sandro Spazzoli y Fabrizio Scheda (la histórica banda de los conciertos de Claudio) toca, acompañando la voz de Daniela Piccari, la canción Lontano, dedicada precisamente a don Francesco.

Marino Bartoletti, periodista y un apasionado experto en música, conoció a Claudia en Misurina y entonces escuchó por primera vez Il freno a mano. En el escenario, Bartoletti resume así a Chieffo: «Uno de los pocos artistas italianos que escribió poesías que se convirtieron en canciones, que a su vez se convirtieron en oraciones». Dirigiéndose al alcalde de Forlí, concluye su intervención con una provocación: «Cambiemos el nombre a Corso Diaz (una de las calles más importantes de la ciudad; ndr). Que se llame Corso Chieffo». Desde lo alto del cielo, estamos seguros, Claudio habrá soltado una de sus inolvidables y contagiosas carcajadas.