Presentación de “La bellezza disarmata” en Milán <br>(foto de Pino Franchino).

El atractivo de la libertad

La presentación del libro de Julián Carrón (Rizzoli). Con él, en el Auditorio de Milán, Luciano Fontana, director de "Il Corriere", y Gianni Riotta, editorialista de "La Stampa", y Davide Prosperi, de la Fraternidad de CL (7 de octubre de 2015)
Davide Perillo

«Lo que me gustaría preguntar a Julián Carrón es algo muy sencillo: ¿qué es esta "belleza desarmada", esta verdad capaz de imponerse por la sola fuerza de su fascinación?». En el fondo, esta pregunta de Luciano Fontana, director del Corriere della Sera, es el eje central en torno al cual giró toda la velada, para la que se habían dado cita 1.200 personas en el auditorio de Milán, entre ellas varias personalidades, como el alcalde Giuliano Pisapia, y a las que se sumaron otras miles que lo siguieron en directo por streaming. Era la presentación en sociedad de La bellezza disarmata (Rizzoli), «que no es el primer libro escrito por Julián Carrón, pero sí el primero que se publica desde que es responsable de Comunión y Liberación», señala Davide Prosperi al presentar este acto en Milán, al que seguirán otros ya previstos en Palermo y Roma, y después por toda Italia.

«Es una síntesis del camino hecho en estos años», recuerda el vicepresidente de la Fraternidad de CL: «Un camino que nos ha ayudado a crecer. A hacernos más conscientes del don que se nos ha dado mediante el carisma de don Giussani, porque comprender las circunstancias por las que Dios nos hace pasar», darse cuenta del contexto en que vivimos, «es decisivo para entender la naturaleza del testimonio cristiano».

Prosperi habla de un libro valiente, «que se adentra en muchos temas de ardiente actualidad ofreciendo a todos los criterios» para juzgar y comprender, «para volver a enfocar los factores constitutivos del hombre».
La fuerza de estos criterios radica en que no proceden de un sistema de pensamiento sino de una razón viva, puesta a prueba en la experiencia.

Pisapia llevó un saludo «no institucional, porque no consigo distinguir entre persona e institución». El alcalde confesó que aún no había leído el libro, pero dijo que le había llamado la atención esa cita de Cervantes que da título a uno de los capítulos: «La libertad es el don más precioso que a los hombres dieron los cielos». Lo señaló como una cuestión capital, porque en este contexto en que cada vez hace falta más «cohesión social y conocimiento mutuo», la libertad es un punto fundamental por redescubrir para «llegar al mismo objetivo por caminos distintos».

También Luciano Fontana abordó el tema de la libertad. Admitió que ha seguido a CL, como gran parte de la prensa, «sobre todo por su perfil político», y que lo ha visto «transformarse sólidamente en estos años: ha recuperado su naturaleza de comunidad cada vez menos ligada a la política y más presente como fuerza educativa y social. Es un bien, y en este libro se ve claramente». Afirmó que el título le ha sorprendido mucho («me parece precioso»), y citó a santo Tomás y el "esplendor de la verdad" para tratar de entender «esta verdad que no necesita fuerzas externas para imponerse, sino solo un atractivo». Señaló precisamente el «vínculo indisoluble entre verdad y libertad» como el «principio básico» de estas páginas de Carrón, que recorrió subrayando algunas palabras clave.

En primer lugar, los fundamentos: «Porque nos asedia desde hace años la palabra "crisis", es nuestro pan cotidiano: pero la naturaleza de la crisis radica en haber perdido estos fundamentos». Luego, el derrumbamiento de las evidencias, esa pérdida que lleva incluso «a sentir miedo a tener hijos» (como señala una carta incluida en el libro, que citó el director del Corriere). Reclamó también a la emergencia educativa, punto decisivo para entender los desafíos que tenemos por delante. Y subrayó la palabra testimonio: «Es una de las partes que más me ha gustado. Recuerda a los primeros cristianos. Indica otro modo de interpretar la fe y proponerla. Hace falta que los valores de la propia fe estén vivos en alguien para que puedan ser vistos y despertar la libertad».

Fontana citó a Juan y Andrés y el «venid y veréis» de Jesús: «Es esto, ahí no hacen falta interpretaciones». Pero luego planteó una pregunta al autor: «como laico, ¿qué es hoy esta vida nueva de la que habla? ¿Esta verdad capaz de imponerse por su sola belleza? Es una cuestión que me gustaría comprender hasta el fondo. ¿Cómo puede este acontecimiento cambiar nuestra vida?».

Una pregunta que quedó en el aire durante la intervención de Gianni Riotta, editorialista de La Stampa. «Es el libro más ambicioso que he leído en los últimos años», dijo para empezar: «Va directo a los temas que están sacudiendo a los estados, naciones, instituciones y personas». En el fondo, todos los casos serios y graves que vemos aparecer en el escenario internacional, y que normalmente se cuentan como «conflictos de intereses», en realidad llevan dentro «una pregunta sobre uno mismo: "¿Quiénes somos?
¿Quién soy?". Este libro lleva a hacerse esta pregunta
». Y lo hace en un contexto donde la respuesta dominante, de varias formas, es: nada. La única propuesta es el nihilismo. Incluso en versión snob. Riotta leyó una cita de Carlo Sini: «"La verdad es una señora decididamente vieja", dice el filósofo. Entonces, ¿por qué tendría un joven que ir a buscarla?».

De este modo, en este «Occidente que ha cerrado la máquina de los sueños», que ni siquiera habla ya de un «Dios muerto», como en los años setenta, sino como mucho de un «Dios perdido» («¿Lo tienes tú? No, ¿pero no lo tenías tú?», ironizó -aunque no demasiado- Riotta), Carrón plantea las preguntas que todos deberíamos hacernos: «¿Por qué nos hemos metido en este callejón sin salida? Y sobre todo, ¿cómo podemos salir?». Y las plantea «con una gran humildad a la hora de aproximarse a la verdad. Y eso me ha gustado mucho». Una propuesta con la que medirse, en definitiva.

El autor empezó justamente por ahí, por el motivo que está en el origen de este libro: «El deseo de compartir el camino recorrido». Que es un itinerario «nunca planificado previamente sobre la mesa», sino que ha nacido poco a poco «del intento de responder a los desafíos que nos íbamos encontrando delante en el camino». El primer desafío es «el cambio de época, del que ya se ha hablado esta noche: la crisis de los fundamentos».

Para señalar lo esencial del camino, el responsable de CL eligió también el hilo rojo de la libertad, citando a Ratzinger, al que recientemente se refirió «Ahora que hemos saboreado plenamente las promesas de la libertad ilimitada, empezamos a entender de nuevo la expresión “tristeza de este mundo”. Los placeres prohibidos han perdido su atractivo en cuanto han dejado de estar prohibidos. Aun llevados hasta el extremo resultan insípidos porque son cosas finitas, y nosotros en cambio tenemos sed de infinito». Porque «durante mucho tiempo hemos creído que ser libres significaba liberarse de vínculos». Por eso la señora de la que hablaba Sini «es tan vieja, ha perdido su fascinación».

De ahí que la pregunta capital sea: en esta situación, ¿hay algo capaz de atraer la libertad hasta el punto de hacer que se adhiera? «Si todo es igual, si una cosa vale igual que otra, ¿por qué tendríamos que elegir? La fábrica de los sueños ha cerrado, decía Riotta. Pero si la libertad no es atractiva y el hombre queda paralizado, ¿qué sucede en la vida».

Carrón citó unas palabras de Antonio Polito alertando del peligro –concretísimo– de que Occidente «tenga miedo de la libertad», hablando de la «pasividad mortal» que ya señalaba Hannah Arendt y que plantea un gran problema educativo y en absoluto inocuo: «El aburrimiento, si no encuentra respuesta, acaba en violencia, como la realidad nos muestra». Pero sobre todo, volviendo a una cuestión de fondo, «nos dificulta darnos cuenta del alcance de nuestra necesidad». A lo que tratamos de responder multiplicando las reglas «pero nada de eso basta». Hay que encontrar respuestas nuevas.

Esta es la cuestión. Y es también la «gran ventaja que tenemos», dijo
Carrón: «No podemos vivir de las rentas». Tampoco en lo que se refiere a la grandeza de la tradición, a «toda la riqueza del pasado: debemos aceptar los desafíos de hoy para volver a conquistarla». Es un tema que afecta a todos, no solo a los cristianos. «Pero para nosotros es una ocasión estupenda para evitar quedar reducidos a adoradores de cenizas, como nos reclamó el Papa el 7 de marzo». Y concluyó, de una forma personalísima y
decisiva: «Lo que me ha salvado la vida es que en un cierto momento acepté volver a aprender lo que creía ya saber».

¿Y la pregunta del director del Corriere? «Solo verificando la propia fe ante los desafíos del vivir podemos testimoniar con la vida si hay realmente una fascinación que pueda despertar la libertad. Esto es lo que apunta el subtítulo del libro. A la pregunta que planteaba Fontana no se puede responder con un discurso: solo una vida puede responder. Y el libro es un inicio».

Prosperi se encargó de clausurar el acto. Y lo hizo dando las gracias, porque «esta noche hemos visto que todavía es posible aventurarse con una mirada lúcida y libre en los problemas que agitan al hombre. Hace falta esta libertad racional, como deseo de juzgarlo todo. La alternativa, como hemos visto, es la resignación, el nihilismo». Por eso vale la pena «insistir en el único camino razonable, aunque arduo: la educación».

¿Y cómo podremos reconocer, en el tiempo, si esta belleza desarmada vuelve a conquistar espacio en los corazones, si su fascinación responde realmente a los desafíos? «Lo veremos ante todo en nosotros mismos. Si sucede en nosotros esa extraña experiencia que se llama leticia». Que es «como la flor del cactus de la que hablaba don Giussani: nace de una planta llena de espinas, pero genera algo infinitamente hermoso».