Con la mirada en el infinito

Viviana S. Henderson

El pasado mes de junio se realizó en Buenos Aires la exposición sobre la muestra “Utopías y significado: las dos banderas de la independencia hispanoamericana”, en la cual participé como guía.
Desde el primer momento fue todo un desafío ver la cantidad de historia que debíamos estudiar para poder hacer el recorrido, pero no podía sacarme del corazón lo que había intuido cuando Lola nos la presentó y nos invitó, que el hombre (nosotros) se mueve por un deseo de infinito, y qué diferente se puede leer la historia, incluso nuestra vida, cuando tenemos esta mirada en el infinito.
La muestra estuvo además acompañada por mesas de diálogo para profundizar en la cultura del encuentro que nos viene proponiendo el Papa Francisco, con personas que viven diferentes dramas de nuestra historia en la Argentina y con el objeto de poder testimoniar que el diálogo no solo es importante sino también posible, que el encuentro con el otro es un bien.
Me impactó mucho lo que se desarrollaba a través de la guía con cada persona, era impagable ver los rostros de asombro cuando comenzábamos a hablar de “las dos banderas”, la de la utopía como todo proyecto bueno que concibe el hombre para cambiar la realidad, y la del significado que es cuando surge la pregunta o el juicio sobre cuál es el sentido del proyecto, aquel significado que nace frente al encuentro con la realidad misma. Me impactó principalmente descubrir la novedad que lleva dentro la muestra, que puede mirar toda la historia sin caer en un análisis reductivo, sino que te interpela en el presente.
Como guía quería contar mi experiencia porque me sentí muy privilegiada ya que me tocó guiar también a un motón de gente muy interesante, entre ellos Aníbal Guevara, que es hijo de un militar condenado a prisión perpetua, imputado por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura que sufrió la Argentina en los 70 y que se encuentra en una lucha por su libertad ya que justifican con su condena la ideología política del gobierno actual. Él mismo, Aníbal, frente a este drama incluso se ha unido a otros que sufren su situación y acompañados, paradójicamente, por Graciela Fernández Meijide, que tiene un hijo desaparecido por los militares y que dedicó toda su vida a la lucha por defensa por los derechos humanos en la Argentina.
Guiar la muestra era realmente tan intenso que después de cada guía me nacía una gran necesidad de silencio porque realmente se hablaba con el corazón. Yo me daba cuenta de que estaba totalmente expuesta, y no me importaba, no me importaba en el sentido de que descubrí una gran convicción sobre lo que estábamos haciendo, que fue también una novedad para mí. Pero también dentro de esa convicción descubrí la misma búsqueda de toda la gente que iba, y esto permitía que fuera mucho más cercano el poder decirlo, porque lo que más me hirió de la muestra fue este hecho, verme en la misma búsqueda, una búsqueda profunda del infinito en lo cotidiano, fue lo que más me conmovió. También nacía una gran necesidad de entrar en diálogo con los que estaban conmigo, porque cada cosa que sucedía tenía una densidad tan grande que incluso hasta cuando estábamos solos esperando que alguien viniera, pendientes de cómo iba a llegar, quién iba a venir, quién lo guiaba, el miedo de que todos llegaran en el último momento, era toda una expectativa, porque realmente en el encuentro con la gente sale afuera lo que busca el corazón, eso me impresiono un montón.
También hice la experiencia de sentir que “salía del closet”, porque en un momento cuando me preguntaban quiénes éramos, no decir de dónde soy era como no decir mi nombre, este ¿quién soy?, “soy esto, pertenezco a esta compañía, y toda esta búsqueda y lo que nace a través de esto es gracias a este encuentro (CL)”, sin miedo porque es verdad. Y dentro de esta búsqueda que descubría surgía el gran deseo de caminar con otro, que no fuera algo que se queda para uno como diciendo “descubrí esto, qué grande para mí” y punto, sino que veía que florecía en el encuentro con el otro, porque cada vez que guiaba yo descubría una cosa nueva, todo el tiempo en diálogo con las personas era poner en juego un dato más de la realidad, que realmente es en el encuentro con el otro que uno florece.
Cuando contemplaba lo sucedido estos días, me daba cuenta de que la muestra estaba acompañada por la frase de don Giussani “las fuerzas que cambian la historia son las que mueves el corazón del hombre”, entonces pensé: si creo en lo que digo estamos cambiando la historia.