"Jesús no dice: 'Te falto yo', sino 'Sígueme'"

Tempi
Leone Grotti

Para entender el título de la 36ª edición del Meeting, que parece tan largo y complicado, "¿De qué es ausencia esta ausencia, corazón, que de repente te llena?", bastaría ser como el innombrable de “Los novios” de Manzoni en aquella terrible noche en que se da cuenta de que ya nada le satisface. Para entender este verso del poeta Mario Luzi bastaría volver a hacer la experiencia del joven rico, quien a pesar de cumplir y observar los deberes religiosos, una vez se encuentra con Jesús no puede dejar de preguntarle: "¿Qué más me falta?".

"No sé si el encuentro del hombre con el Misterio ha encontrado nunca una expresión tan esencial y dramática como cuando este joven rico y honesto expresó delante del Señor la ausencia insaciable que percibía en su corazón", explicó a un auditorio atestado Mauro-Giuseppe Lepori, abad general del orden cisterciense, a quien le tocó la difícil tarea de explicar a todos el título del Meeting de este año.

Interrogar al corazón
"Pienso que el primer aspecto del verso de Mario Luzi que nos provoca es el hecho de interrogar al propio corazón", exhortó el monje. Un trabajo que hoy ya no hace nadie, "la mayoría lo ignora, muchos lo tratan como órgano de reactividad instintiva y sentimental", y así la mayor parte de los hombres vive en la "mentira", que emerge cuando "el corazón se dice insatisfecho o permite que todos crean que está satisfecho, censurando los márgenes infinitos de la ausencia que lo llena". Pero si todos hicieran como Luzi, y tuvieran el coraje de interrogar al propio corazón, descubrirían que "sufre una ausencia abismal que nada parece satisfacer. El corazón no sabe quién es el quid de cuya ausencia se siente lleno".

Lo innombrable
Es como el innombrable en aquella tremenda noche, cuando finalmente deja de censurar su corazón y percibe esa "ausencia" a la que nada de lo que ha encontrado en la vida ha podido dar respuesta. Pero se pregunta Lepori: "¿Es necesario esperar hasta el fin de una vida, hasta que haya fallado todo lo demás, para darse cuenta de ello?". ¿Este "reclamo, esta lámpara en la noche", no puede ser fruto de un camino?

Una herida
Para que el corazón se vuelva "consciente de lo que le falta", continuó el abad general, "hace falta una herida definida y definitiva". Una herida que sin embargo no tiene por qué ser algo negativo: "Cuando tenía 17 años, tuve un encuentro con personas que me revelaron el rostro vivo de la Iglesia. Así entró en mí la alegría más sorprendente que yo haya percibido nunca". Una sorpresa: "La herida me venía no de algo feo o triste, sino de una realidad positiva, de una belleza, de una leticia".

"¡Sígueme!"
Es la misma experiencia que la del joven rico que, fascinado por la mirada de Jesús, no pudo dejar de acudir a él y preguntarle: "¿Qué más me falta?". "Pero, ¿qué respondió Jesús a aquella ausencia que se expresó en su pregunta? No con un explícito 'Te falto yo', sino con una llamada: 'Sígueme'. No habría bastado decir 'Vende todo lo que tienes'. Lo importante es: 'Ven conmigo'. 'Sígueme' quiere decir un camino, un camino con Jesús".

Tentación insidiosa
Frente a esta propuesta, la "tentación más grande, más insidiosa, no es el desaliento ante la fragilidad humana, el pecado", sino aquella que lleva a poner en duda que "sea Cristo verdaderamente aquello que le falta al corazón del hombre, aquello que puede cumplirlo". De hecho, nadie estaría en condiciones de cumplir el camino propuesto por Jesús sin la certeza de saber que "para Dios todo es posible".

"Dios echa en falta al hombre”
La "misericordia de Dios" es que salve al hombre y haga posible su camino de salvación y realización; misericordia que Lepori define así: "Dios nos echa en falta infinitamente más de lo que nosotros le echamos en falta a él. Y solo haciendo experiencia -como el hijo pródigo, que fue abrazado de nuevo- de este ser echados en falta por Dios totalmente gratuito, sin razón en nosotros, el hombre descubre 'de qué es ausencia esta ausencia' que de repente, furtivamente, colma su corazón distraído e infiel".

Aquello que cambia la vida
Es Dios quien en primer lugar necesita buscarnos, es Él quien en primer lugar vive el drama del corazón, y cuando "uno se llena de esta misericordia, de su perdón, ya no puede vivir más que para difundir el testimonio de la misericordia del Padre", al cual "le falta también el último de los que están perdidos, sobre todo el último". "Jesús no ha llamado al joven rico para que 'cambie su vida'; sino sobre todo para que viva con Él, porque es esto lo que cambia verdaderamente la vida, la vida real". Donándonos a su Hijo y permitiéndonos encontrarlo, "Dios nos vuelve a dar la vida, nos revive".

La tarea
A partir de aquí, concluyó el abad general del orden cisterciense, deriva la tarea de cada hombre, "que participa de la misión de Jesús: construir el reino de Dios", y de cada carisma: "Despertar y orientar el sentido religioso y permitir el encuentro con la presencia real de Cristo que satisfaga el corazón humano ofreciendo un camino de seguimiento con Él".