¿Vale la pena haber nacido en Cuba?

Manuel Marrero Ávila

No es igual que cuando te lo cuentan. Ya sabíamos por Carras, Marta Segura, Anna Serena y el padre Leonardo Marius que los Ejercicios de este año eran excelentes. Nos habíamos preparado a conciencia en nuestra Escuela de comunidad, leyendo el mensaje del Papa Francisco en la Audiencia concedida a CL el día 7 de marzo en Roma, con la carta de Julián Carrón. Pero esto es otra cosa. Vivir los ejercicios es algo diferente, superior.
Dos días antes, Carras y Julián de la Morena llegaban a Matanzas y compartíamos experiencias sobre nuestra vida estos dos años, qué ha significado caminar juntos en la fe a través del carisma de CL. Además estábamos a la espera de la anhelada visita del Papa Francisco a Cuba.

En La Milagrosa. Los Ejercicios comenzaron el viernes 19 y se extendieron hasta el domingo 21, día que en Cuba se celebra el Día de los Padres. Fueron en la Casa de La Milagrosa, en la ciudad de Matanzas, a unos metros del mar y al centro del corazón reflexivo de nuestra Iglesia diocesana.
Estábamos todos los de CL en Matanzas y varios amigos invitados para la ocasión, las chicas de Punto Corazón en La Habana, tres hermanos de CL en Guantánamo (los otros no pudieron viajar), Jordania y algunos amigos de La Habana, Giampiero y Rodrigo que habían venido de México, Fabricio que se había sumado viajando desde Puerto Rico, como siempre Carras y el padre Julián de la Morena, quien venía por segunda vez a dirigir los Ejercicios y a compartir con nosotros su fe, su amistad y su vida.
Fueron días grandes, no como pompas de jabón que después estallan y apenas humedecen las manos. Los Ejercicios son mucho más, precisamente porque no nos aíslan del mundo, no nos quitan el aliento, sino que en verdad nos zambullen más y más, a través de lo que vivimos, en la experiencia de un encuentro excepcional con el Resucitado, con su Presencia, a través de su mirada, en la Iglesia, que nos remite a las exigencias más profundas del corazón humano.

¿Vale la pena? Estos Ejercicios han sido la demostración de la simpatía de Dios por nosotros, los cubanos. Quizás por eso, desde la primera charla, Julián nos ha dejado aquella pregunta tan provocativa, que nos aturdió, que punzó profundo, porque no esperábamos que alguien nos la hiciera, precisamente ahora: ¿vale la pena haber nacido en Cuba?
Y es que, después de tantos años de desvaríos sociales, enrolados como pueblo en una enorme confusión de pensamientos respecto al significado de la vida y al destino de nuestra nación, podamos entender con claridad aquello que nos ha recordado Julián: «La única mirada que permite que nos comprendamos es la de Cristo resucitado. Pero esta mirada el hombre no puede dársela a sí mismo sino solo mendigarla, pedirla intensamente, y después agradecerla a Dios». Es cierto, la Resurrección introdujo Su mirada en nuestra historia sin la cual nuestra realidad se convierte en un lugar confuso.
Nunca entenderemos lo suficiente el acontecimiento de la Resurrección sin el cual cada jornada sería igual a la pasada, y no podríamos soportar las fatigas que cada día golpean como una piedra el cristal de nuestras vidas, casi siempre astillándolo y poniendo en peligro su entereza.
Después, pudimos ver los videos, siempre nuevos, de Giussani y Julián Carrón, diáfanos y frescos como el agua fría de una manantial, en estos calurosos días de verano en el Caribe.

Están cayendo estrellas… ¡Cuánto ansía el corazón cristiano en Cuba que Francisco venga y nos desplace! Que –como decimos los cubanos– venga a movernos el tapete, a hacernos despertar de este sueño cuasi eterno, de este sofoco, de estas permanentes caras de funeral que gustosamente mostramos a los que se acercan a la Iglesia o a los que, como Zaqueo, miran encaramados desde los tejados.
Quizás por esas cosas posibles, a veces humanamente absurdas y misteriosas, que nos vienen al corazón y que solo experimentamos en su Presencia; y por el deseo ardiente de aferrarnos a la mano diestra de Jesús, vivir los Ejercicios en primera persona es mucho más que leer los e-mails que te lo cuentan. Es experimentar la presencia del Resucitado en nuestra tierra, en nuestro pueblo, entre nosotros.
Sin duda, será pertinente hacerle caso a nuestra poetisa, Dulce María Loynaz en su poema Diálogo: «Están cayendo estrellas, pon tus manos abiertas para que en ellas caigan».