Asamblea general de la CdO en Roma.

Una mirada nueva sobre las tareas diarias

Silvia Guidi

«La vida está hecha de decisiones, grandes y pequeñas. Pero no siempre nos damos cuenta de cuáles son los criterios que nos guían, ni hasta qué punto nos influye la mentalidad dominante. La tendencia de moda marca la agenda, y nos lleva a tener unas prioridades que terminan convirtiéndose en costumbres y cristalizando en el típico "siempre se ha hecho así"». Ese es el verdadero enemigo a combatir dentro de nosotros, afirmó Bernhard Scholz, presidente de la Compañía de las Obras, al inaugurar la última asamblea general de la CdO, celebrada en la Universidad Urbaniana de Roma durante los días 14 y 15 de mayo. El primer día, una serie de encuentros y testimonios; el segundo, una mirada al futuro, con la participación, entre otros, del eurodiputado Massimiliano Salini y el ministro Giuliano Poletti.

Pero empecemos por el principio, por ese "siempre se ha hecho así". «Solemos descuidar el valor cognitivo de las relaciones», dijo Scholz: «Sin embargo, solo en un diálogo explícito es posible tomar conciencia de las cosas, también de cómo estoy guiando la empresa. De otro modo, si me quedo "conmigo mismo", solo veo lo que ya he visto antes. Pierdo la ocasión de descubrir realmente todo mi potencial, y me quedo en una cultura plana, un mundo lleno de talentos que no salen a la luz. Trabajar juntos es difícil, pero es hermoso; no por un buen propósito abstracto, ni por un genérico "tenemos que querernos", sino porque la propia realidad nos lo pide. En vez de buscar recetas preparadas para resolver los problemas, debemos intentar estar con personas que nos ayuden a tener un juicio y una mirada nueva sobre las cosas de siempre».

Tres preguntas: "¿De dónde nace el cambio? ¿Qué lo provoca? ¿Y qué consecuencias tiene?". Son el punto de partida de los testimonios de Giovanni Zennaro, de Moze, una empresa donde la edad media es de 24 años; Davide Bartesaghi, de la cooperativa Im-Presa; Sofia Pereira, abogada en Lisboa; Cristian Lami, hotelero por pasión, vocación e historia familiar, pero restaurador a su pesar, para poder responder a las circunstancias en las que ha tenido que trabajar; Gianluca Chiodo, de la Cooperativa social Giotto («mi intervención podría llamarse "crónica de una puerta cerrada en las narices"»); y Giampaolo Silvestri, de Avsi.

El trabajo tiene una dimensión hermosa: «nos obliga a conocernos», insistió Scholz, a conocerse más a fondo uno mismo y también a los demás. No hay que dejarse bloquear por el miedo al imprevisto o al error, porque «si lo tienes todo bajo control, eso significa que no estás avanzando lo suficientemente rápido», señaló Bartesaghi citando una entrevista al piloto Mario Andretti. Y sobre todo porque «la satisfacción no se le niega a quien se equivoca, sino que se le niega a quien no posee el sentido del misterio en su vida»; una de las frases más amadas, seguidas y hoy tuiteadas de Enzo Piccinini.

Si bien es cierto que la crisis tiende a cerrarnos, la posición para volver a empezar tiene que ser anti-instintiva, no automática y lejana de nuestra comfort-zone habitual: abrirse aún más hacia la realidad que nos rodea en busca de nuevos caminos, todavía por inventar. El coraje de cambiar llega cuando tienes la mirada fija en el objetivo, y el instrumento privilegiado es ser cada vez más conscientes de lo que nos rodea y de lo que queremos construir. El balance de resultados, por poner un ejemplo lo más concreto posible, no es solo la lista de pagos que hay que cuadrar para sacar adelante nuestra actividad, ni algo que delegar cuanto antes al gestor o al experto de turno: ante todo es un valioso instrumento para tomar conciencia, para corregir el rumbo si es necesario, o para comprender dinámicas internas de la empresa que de otro modo sería imposible detectar. «Un emprendedor puede no saber hacer un balance de cuentas, pero necesariamente debe ser capaz de leerlo», insistió Mónica Poletto, de CdO-Obras Sociales, en un encuentro titulado "Leer los números, descubrir la realidad: el desafío de la sostenibilidad".

El primero día de trabajo terminó con una imagen conmovedora: el Costa Concordia saliendo del fondo de la isla de Giglio como chatarra inerte para volver a ser un navío, aunque solo fuera por el breve tiempo de su viaje hasta el puerto de Génova, gracias a la tenacidad y competencia del equipo de Micoperi, una empresa líder en servicios para la industria petrolífera off-shore. Pero no solo por eso, también por la audaz confianza en la positividad de todo lo que existe por parte del presidente de Micoperi, Silvio Bartolotti, que sobre las cosas importantes de la vida piensa como Teresa de Ávila: «Estamos hechos para cosas grandes, no para las pequeñas». ¿Pero no habían dicho que era imposible sacar entero el Costa Concordia? «Lo imposible no existe. Eso lo dicen para desmoralizar a la gente», respondió con una sonrisa. «Yo sigo dos reglas férreas, que por ahora siempre han funcionado. Primera: no embolsarse nunca ni un céntimo de la empresa. Segunda: tener alrededor gente enamorada del esfuerzo, que por la mañana se despierta contenta por ir a trabajar».