Mujeres armenias.

El horizonte no es el “Gran Mal”

Se celebra un aniversario de gran importancia para la historia del mundo entero. Se cumplen cien años desde que, la noche del 24 de abril de 1915, en Constantinopla, se pusiera en marcha el plan para eliminar a los armenios, preparado por el ministro Talaat y los Jóvenes Turcos. Un pueblo entero aniquilado, cuya única culpa era existir. La brutalidad con que, en poco tiempo, se llegó a eliminar a un millón y medio de personas llama aún más la atención a la luz de la programática negación con que Turquía, desde entonces hasta hoy, sigue afirmando que se trató únicamente de víctimas de guerra, aduciendo como excusa los enfrentamientos fronterizos entre rusos y turcos.

El Papa Francisco, estos días, ha evidenciado justamente que el armenio fue el primer genocidio del siglo XX, desencadenando reacciones absurdas en Ankara, confirmando todo lo que queda por hacer para devolver a la memoria la verdad. Ante esta feroz voluntad de negación, ¿qué se puede hacer? Contraponer análisis a otros análisis parece inútil. Solo hay un camino, la educación de la memoria, que se apoya en una certeza: el hecho de que el horizonte de la historia no está en lo que los armenios llaman el “Gran Mal”. Ellos son sus primeros testigos. Y a pesar de quedar desgarrados por una persecución violenta y terrible, han mantenido viva su identidad y la riqueza de su historia.

En un mundo donde se está produciendo, como dice el Papa, «una tercera guerra mundial por partes», hacer hoy memoria del genocidio del pueblo armenio desafiando así a tantos silencios culpables tiene un gran valor educativo. No se trata de un puro recuerdo del pasado sino de un compromiso con el presente. El compromiso de construir una convivencia donde todos los hombres y todos los pueblos no solo tengan derecho a existir sino también la libertad de vivir con los otros. Una convivencia donde nadie sea extranjero. Es por eso que hoy hacemos memoria.
Gianni, Abbiategrasso