Monseñor Camisasca con Carrón.

«El que me ve, ¿a quién se encuentra?»

Emilio Bonicelli

«Quería darte las gracias, de todo corazón, por lo de ayer. Para mí ha sido un gran milagro, me sentí realmente abrazada por Jesús». Es el primer sms que recibo el lunes por la mañana y que, en pocas palabras, describe la jornada del domingo 12 de abril, en la que dos mil amigos se congregaron en el antiguo municipio de San Valentino de Castellarano, en torno a don Julián Carrón y al obispo de Reggio Emilia, Massimo Camisasca, para celebrar el 70º aniversario del martirio de un joven seminarista, el beato Rolando Rivi. Una fiesta de amistad, sol, cantos, oración, abrazos, memoria, alegría y comunión.

«Yo soy de Jesús», empezó diciendo Carrón, citando a Rolando Rivi, para añadir después una pregunta dirigida personalmente a cada uno de los presentes: «¿Quién afirmaría el hecho de que este sencillo reconocimiento fuera una razón adecuada para vivir y para morir?». Ante nuestro posible escepticismo ha sucedido un hecho. Rolando estaba tan lleno de esta pertenencia, «constituía su tejido humano, hasta las vísceras», que «ni siquiera la maldad de los hombres pudo separarlo de una evidencia tan indestructible».

«¿Es posible vivir una experiencia así hoy?». Cuando esto sucede, no es por un esfuerzo nuestro, sino por «el testimonio de la victoria de Cristo en nosotros. Él toma nuestra vida tan profundamente que la hace suya, llevándola a una intensidad humana que nunca podríamos haber imaginado». La victoria del amor de Cristo resucitado, celebrada en la Pascua.

«Yo soy de Jesús», repetía Rolando a sus asesinos, de modo que su vida, incluso en su punto culminante, continúa Carrón, «nos testimonia la inexorable positividad de la realidad, que no significa fingir que todo va bien, sino que tiene que ver con el tejido original de la realidad, que no está hecha para la muerte sino para la vida. La vida no es positiva porque desaparezcan el sufrimiento, las caídas, los errores o la muerte, sino porque el sufrimiento, las caídas, los errores y la muerte ya no tienen la última palabra».

«El mayor signo de que Cristo actúa es que uno reconoce en sí mismo la capacidad, no suya, de estar delante de los desafíos de la vida, incluso de estar delante del mayor desafío que existe: la muerte. Este es el hombre nuevo que Cristo ha venido a generar en el mundo. Un yo que no debe eliminar ningún aspecto de la realidad para seguir viviendo, sino que puede dar testimonio de que todo es para un bien, incluso ante la fosa a la que tus perseguidores te están lanzando. La realidad es positiva porque está Cristo».

Con esta mirada en los ojos, Carrón ha recordado «a tantos perseguidos, exiliados, asesinados, decapitados, por el solo hecho de ser cristianos. Ellos son nuestros mártires hoy. Son muchos y, como ha dicho el papa, son más numerosos que en los primeros siglos». De la sangre de los mártires, de esa irreductible positividad de la realidad que es Cristo Resucitado, florece la vida. Así, en el 70º aniversario del martirio del beato Rolando, se ha inaugurado en San Valentino una nueva casa de Memores Domini, una vez terminados los trabajos de restauración en la Casa Canónica realizados por el Comité de Amigos de Rolando Rivi. Una nueva comunidad formada por Corrado, Mario y Angelo, que nace de una invitación del obispo Massimo Camisasca, destinada a lugar de acogida de los peregrinos, de escucha, de oración y de testimonio.

A ellos, monseñor Camisasca les ha dicho: «Queridos Corrado, Angelo y Mario, mirando a Rolando aprenderéis que Dios puede pedirlo todo, porque todo tiene sentido en Él. Aprenderéis que la fe es verdaderamente lo que vence al mundo, los odios, las divisiones, las fracturas, supera nuestras tristezas y nos lleva la luz del Resucitado. Rolando siempre os recordará eso don Luigi Giussani continuamente nos mostró: que nuestra vida es vocación. Nace del sí de Dios y va hacia el Dios que nos espera». Y terminó diciendo: «Me gustaría que este lugar se convirtiera, gracias a vuestro trabajo, a vuestra oración y a vuestro testimonio, en un lugar de descubrimiento continuo de la vida como vocación».

Después, por la noche, el encuentro con Julián Carrón continuó en una repleta Aula Magna en la Universidad de Reggio Emilia, en diálogo con la comunidad local de Comunión y Liberación, con testimonios y preguntas. Como el de Simone, que contó cómo el día de su 40 cumpleaños, que debía haber sido un día de fiesta, se transformó en un día lleno de dolor y rabia en la familia. Un malestar que suscitó en él esta pregunta: «Mi mujer, cuando me ve, ¿qué es lo que ve? ¿Qué es lo que se encuentra? ¿Un hombre tomado por Cristo, o por una asociación?».

«Tal vez descubras», le respondió Carrón, «que este ha sido el cumpleaños más bonito de tu vida, porque ha suscitado en ti esa pregunta. Nada mejor podía sucederte que esta pregunta, despertada por el Misterio a través de un episodio de la realidad que te ha dado para vivir. El que se encuentra conmigo, ¿qué es lo que encuentra? No existe una pregunta más humana, ni que exprese mejor lo que todos nosotros necesitamos. Nace de constatar que no somos testigos adecuados y suscita en nosotros la urgencia de pedirle a Cristo que nos cambie de tal modo que quien nos encuentre pueda reconocer en nosotros la belleza que Él nos ha dado. No creo que tengamos nada más interesante que hacer que plantearnos esta pregunta».