Los supervivientes al naufragio.

Tomasi: «Europa calla»

Il Sussidiario
Federico Ferraù

«Hombres y mujeres como nosotros. Buscaban la felicidad», ha dicho de ellos el Papa Francisco. En la noche del sábado al domingo tuvo lugar la mayor tragedia de la historia de la inmigración mediterránea, con el naufragio en aguas libias de un bote pesquero en el que se habían embarcado, según el relato de un superviviente, 950 personas. Solo sobrevivieron 28. «Debemos apelar a nuestra conciencia y preguntarnos por qué hemos frustrado la felicidad de nuestros hermanos», afirma Monseñor Silvano Maria Tomasi, nuncio apostólico y observador permanente para la Santa Sede en las Naciones Unidas.

¿Qué quiere decir, monseñor Tomasi?
Al principio confían en sus requerimientos de asilo y al final la desesperación les obliga a poner en peligro su vida, o incluso a pelear entre ellos. Tienen derecho a una vida digna, pero las diversas dictaduras de las que proceden no dejan espacio a sus legítimas aspiraciones. Luego los países desarrollados no vacilan a la hora de exportar armas y establecer relaciones con esos gobiernos, que oprimen a sus pueblos y les obligan a buscar la supervivencia en otros lugares.

El primer ministro italiano, Renzi, ha dicho que no tiene sentido decir que con la operación Mare Nostrum este desastre no habría sucedido. En su opinión, el “verdadero problema” es otro, y señala a “la nueva esclavitud” y al “tráfico de seres humanos”. ¿Qué opina usted?
Los traficantes de seres humanos no dudan en instrumentalizar a los inmigrantes para conseguir sus oscuros beneficios. El problema es que encuentran connivencia. Se mezclan intereses políticos, económicos, de expansión religiosa, de chantaje. En cierto sentido, los inmigrantes son como piezas movidas por una mano oculta, pobres víctimas de planes más amplios, víctimas que merecen ser escuchadas y ayudadas para que puedan conocer su situación y los valores fundamentales de las sociedades que les acogen y que permiten una convivencia pacífica.

Pero mientras tanto, Europa parece callar.
El Mediterráneo no solo marca la frontera italiana, sino la europea. Ante la repetición de pérdidas de vidas humanas, Europa no puede lavarse las manos. La solidaridad no solo es una virtud, sino un deber político para Europa ante los requerimientos de asilo que llaman a su puerta. La globalización no solo está hecha de intereses nacionales, sino también de responsabilidad respecto a la única familia humana a la que pertenecemos. Ante los insistentes llamamientos hechos a Europa, mayoritariamente ignorados, ¿qué cree que debe hacer Italia, aparte de pedir que no la dejen sola? La construcción de Europa no solo puede basarse en la economía como único criterio de decisión. Sería una visión miope que lleva al fracaso del experimento europeo. El ideal que une a los pueblos europeos es la solidaridad y el sentido de libertad que nos hace defender este derecho en contra de los esclavistas modernos. El llamamiento del gobierno italiano me parece un reclamo a los valores fundamentales de la Unión Europea, algo no solo legítimo sino que remite al deber de todos los europeos. Entretanto, la lección de humanidad que Italia está dando con la acogida de los que piden asilo deberá mantenerse, con la esperanza de que contagie a otros países europeos. La prioridad es salvar vidas.

Hay quien dice que hace falta un bloqueo naval, ¿le parece una propuesta plausible?
En la historia antigua, la muralla china o el muro de Adriano en Inglaterra no frenaron la llegada de población indeseable, como hoy no la frenan las alambradas entre México y Estados Unidos, o entre Bulgaria y Turquía. Hay que actuar en la raíz del problema y no castigar a las víctimas.

¿Entonces?
No se puede apoyar a los gobiernos que violan impunemente los derechos humanos de sus ciudadanos. En cambio, se puede y se debe facilitar el intercambio tecnológico hacia los países menos desarrollados, abrir las puertas al comercio, al acceso a los medicamentos necesarios a precios razonables, etcétera. Es verdad que Europa no puede acoger a todos los pobres y perseguidos del mundo, pero puede dar un ejemplo de acogida y de relaciones internacionales más justas.

De un modo u otro, llegamos al problema de Libia. Desde hace meses existe una emergencia libia, desde que llegó el califato, e Italia es el primer país llamado en causa, pero solo estamos al principio.
Las intervenciones precipitadas en Libia han creado una desestabilización desastrosa. Los inmigrantes que se encuentran en este momento de crisis en Libia son manipulados sin escrúpulos. Por tanto, el problema que se plantea para la comunidad internacional es cómo gestionar a los inmigrantes que viven esta situación de crisis y están imposibilitados para volver a su país. Si la prioridad es salvar vidas, a estos inmigrantes no les podemos dejar en manos de los torturadores. Sin embargo, la voluntad política de resolver la crisis medioriental, que tiene consecuencias prácticas en varias regiones incluso alejadas geográficamente, no me parece para nada evidente. La complejidad de la situación es enorme porque implica a potencias globales, a la competitividad religiosa entre sunitas y chiítas, al conflicto entre gobiernos y oposición. La situación no cambiará mientras la voluntad política no decida poner fin a la violencia.

¿Pero quién tiene que actuar en Libia?
La experiencia reciente también demuestra que las intervenciones unilaterales crean más problemas de los que resuelven. La acción de la comunidad internacional tendrá que darse mediante los mecanismos que ya existen para eso, como la Asamblea y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Las migraciones no son un fenómeno aislado, forman parte de los conflictos que existen y de las crisis internas de las sociedades mediterráneas. Y eso debe ser tenido en cuenta en cualquier eventual propuesta de solución.

Renzi ha anunciado que su gobierno está trabajando para que el Consejo Europeo “se celebre esta misma semana y produzca resultados prácticos”. ¿Qué cree usted?
No será fácil identificar medidas prácticas que no se limiten al habitual discurso de más control. Espero que se vincule el fenómeno migratorio con su contexto sociopolítico más amplio y que se opte por una negociación inclusiva entre países de origen y de destino.