Infinitos deseos. Deseo de infinito

EncuentroMadrid 2015

Estamos hechos de deseos. Deseos grandes y pequeños, mezquinos y grandiosos, manifiestos y ocultos. Toda nuestra vida es un entrelazarse de deseos y aspiraciones de todo tipo, que son el motor de nuestra existencia.

Algunos de nuestros afanes se realizan, total o parcialmente, otros fracasan. En ocasiones se cumplen gracias a nuestro empeño, otras veces se frustran a pesar de él. Pensamos que lo justo, lo que necesitamos, es precisamente satisfacer nuestros anhelos, en la forma que imaginamos, pues en ello ciframos la felicidad de nuestra vida. Y por eso, cuando estos deseos se malogran, a menudo surge la sensación de vacío, el resentimiento e incluso la violencia, que caracterizan a nuestro tiempo… Nuestra vida se convierte entonces en confusión y queja, más o menos explícita, más o menos desesperada. Pero incluso cuando estos deseos se cumplen, la promesa que encerraban se revela insuficiente. Y de nuevo buscamos otros objetivos, seguimos agitándonos a la espera de una plenitud que no acaba de llegar. Somos estructuralmente insatisfechos. ¿Será que deseamos demasiado? ¿Deberíamos moderar nuestros deseos? ¿O podríamos proponernos objetivos más modestos y alcanzables? El poder (político, económico o mediático) sabe distraernos, proponiéndonos nuevos horizontes, nuevas metas pequeñas que nos mantengan ocupados, aprovechando nuestra natural insaciabilidad.

¿Cabe otra posibilidad? Quizá esta maraña de deseos no sea sino la expresión de un único gran deseo: el deseo de totalidad, de plenitud. De este modo, todos nuestros afanes se convierten en signo y manifestación de un deseo infinito, que late en el fondo de cada deseo particular y explica su insuficiencia: “Cada deseo que se asoma al corazón humano se hace eco de un deseo fundamental que jamás se sacia plenamente” (Benedicto XVI). Solo así nuestra confusión comienza a aclararse y la tentación de la violencia o del lamento disminuye. En realidad nuestra satisfacción no está tanto en esto o aquello, sino que nuestros deseos particulares reflejan el único deseo de infinito: “Lo que el hombre busca en el placer es infinito, y nadie renunciará nunca a ese infinito”(Cesare Pavese).

Los grandes deseos no son un obstáculo para la vida, sino lo que hace irreductible al ser humano, y el punto en el que todos coincidimos. Cada persona es relación con el Infinito; por ello, la satisfacción no puede esperarse de las infinitas cosas que deseamos, sino de conocer y amar a ese Infinito. Esta es la gran revolución, que la edición de 2015 de EncuentroMadrid desea abordar.