Pequeños empresarios de Sao Paulo.

Construir con los pies en la tierra

Adriano Gaved

Sería mejor un 4x4, pero el Fox 1.0 consigue subir las colinas llenas de piedras del Sol Naciente. Nos encontramos en una periferia que no es solo existencial, en la zona occidental de Sao Paulo. Para los funcionarios de los elegantes palacios de la avenida Berrini (una zona muy chic de Sao Paulo, ndr.), Lapa es la periferia extrema, otro sistema solar; para los residentes en este barrio, es el centro de la ciudad, donde van cuando tienen que hacer compras importantes.

Los consultores de "Aventura de construir" (AADC) han venido a visitar a Osvaldina, una costurera que trabaja en casa. «Quiero invertir más en productos, pero no dispongo de capital». Durante la conversación, salen a relucir otros problemas: sin una formalización jurídica no pueden tener un domicilio postal, lo que dificulta su relación con los clientes a la hora de presentarse como una entidad seria.

Osvaldina no es el único caso. En la zona donde está presente la asociación de los Trabalhadores Sem Terra, hay muchos microemprendedores, incluso más que la media de un país como Brasil, donde las microempresas generan más del 70% de los puestos de trabajo y el 40% de los salarios. El método de la asociación ayuda a la gente del lugar a establecer relaciones entre ellos antes incluso de que empiecen a vivir en el mismo barrio.
Los GPS eligen itinerarios “originales”. Se puede ver cuánto han mejorado las zonas construidas por la asociación en comparación con sus alrededores, y este capital les puede ayudar a crear nuevas empresas. Aunque ciertamente no resuelve todos los problemas: «He visto a muchos amigos que han cobrado indemnizaciones o una pensión, han creado su propio negocio y lo han perdido todo a causa de la falta de organización y competencia», dice la “presidenta”, Cleuza Ramos. No es una situación distinta a la que se vive a nivel nacional, donde el 25% de las microempresas fracasa en sus dos primeros años de actividad.

“Aventura de construir” ofrece desde 2012 sus servicios a microempresarios que se dedican a actividades relacionadas con la asociación. Nació dentro de la fundación italiana “Umano Progresso”, con el objetivo de ser un banco que ofrecía microcréditos, pero Silvia Caironi, responsable del proyecto, unaproject manager con experiencia en el Banco Mundial y en Cáritas Perú, comprendió que aquello ya no era necesario. El gobierno federal y el estado de Sao Paulo ya ofrecían préstamos con tasas de interés extremadamente bajas para los microemprendedores. Lo que faltaba era llegar a los destinatarios para que conocieran las diversas posibilidades que tenían, y acompañarles después de obtener el préstamo. Fue así como la AADC empezó a llegar allí donde la burocracia no llega.

El objetivo no es el de acumular números, aunque son significativos, considerando el poco tiempo y las pequeñas dimensiones de la asociación: más de 900 empresario contactados, el 10% con un préstamo en curso, más de 50 conferencias con la presencia de más de 400 personas, mucho más fieles que en iniciativas similares, más de 200 empresarios acompañados personalmente.

Es una presencia con los pies bien asentados en la tierra, atenta a los signos que le llegan de la gente y de las situaciones concretas, que se transforma en inteligencia y en una continua adaptación de las iniciativas y de los métodos: de la ayuda para obtener un préstamo, mediante la enseñanza de los lujos financieros o de las bases de la comunicación, a las consultorías individuales para entender cuáles son los puntos críticos o las oportunidades de negocio. Cada tienen más claro que el factor clave es la educación del empresario, y por tanto «es evidente que se trata de un trabajo “uno a uno”, muy lento, pero concreto», dice Cinzia Abbondio, de “Umano Progresso”.

Otra característica importante de la AADC es su capacidad para trabajar con otras organizaciones. Trabaja y colabora con bancos y asociaciones de relieve. Pero no es una asociación perfecta. Ninguna parte de este proyecto carece de errores, esfuerzos y correcciones, pero la actitud es siempre verdaderamente positiva: «El hombre se afirma así mismo afirmando la realidad: es la primera premisa del sentido religioso y marca la diferencia en el mundo entero», dice Silvia.

Esta actitud realista no es sectorial, pues la realidad incluye a los empresarios y a los socios, a los trabajadores de la asociación y a los voluntarios; cada uno se convierte en fuente de aprendizaje, cada uno es tocado y transformado por esta posición original. «En mi opinión», afirma Adriano Gaved, consultor empresarial, «trabajar con microempresarios, en la modalidad elegida por la AADC, es muy interesante. Una persona llega allí, con su manual Drucker & Porter (dos gurús del management, ndr.) en la cabeza, y se da cuenta de lo útil que resulta para entender la experiencia de los empresarios, y al mismo tiempo que las premisas en cada caso pueden ser distintas. No podemos aplicar recetas ya establecidas: sin una curiosidad real y sin deseo de aprender, este trabajo no se puede hacer».

«Mi satisfacción consiste en ver al emprendedor feliz porque es capaz de realizar algo útil con su empresa», afirma Matilde. Y Carlos añade: «La belleza de trabajar aquí es que tanto las decisiones como las acciones tienen su punto de partida en el hombre. La realidad de las cosas y la voluntad del individuo son los puntos de partida para cambiar el status quo. Es un método de trabajo que se desarrolla durante toda la vida».

Un enfoque de este tipo es estrictamente profesional, pero produce también efectos inesperados, que van más allá del ámbito laboral. En primer lugar, se crea una confianza absolutamente insólita en personas que han vivido y están viviendo casos de abusos y violencia. También se da un retorno de la esperanza: «Estaba a punto de renunciar a mi empresa. Al participar en las iniciativas de formación, se ha vuelto a encender en mí el espíritu del trabajo y hoy tengo el apoyo de toda mi familia», dijo durante un encuentro Arthur Cazella, emprendedor artesanal que ha recibido ayudas y ha participado en la formación de la AADC («Nunca he hablado con él de cosas que fueran más allá del ámbito técnico», comenta Silvia sorprendida). Y el silencio, que acompañaron las imágenes de las obras de Claudio Pastro durante una lección sobre la belleza y el trabajo en un encuentro a finales de año.

En la reunión de evaluación del año, el aspecto más impresionante que salió a la luz fue ver cómo todo esto no es una teoría aprendida y aplicada, sino más bien la naturaleza de un hijo que se expresa, de forma libre y creativa. Después de un año, Osvaldina ha conseguido devolver el préstamo antes de lo previsto, y ha adquirido otro para comprar una máquina para estampar camisetas. «Así yo hago la producción y mi hijo el design». Una historia que no se publicará seguramente en el Jornal Nacional, pero sin duda es esta construcción de tejido sano, de personas responsables, el factor clave para un Brasil más rico y más humano.