Marzio Babille.

«Educación, la respuesta a la barbarie»

Stefano Filippi

La barbarie elevada a ley, el horror cotidiano, el genocidio sistemático, las masacres de inocentes. Pero algo peor se prepara en Siria e Iraq, incluso en otros lugares. «Veremos qué sucede cuando las operaciones de seguridad traten de liberar ciudades importantes como Mosul o Tikrit, zonas urbanas donde las contraofensivas se ven obstaculizadas por el ambiente y por un enemigo guerrillero al que le da igual seguir con vida». Habla el doctor Marzio Babille, médico italiano responsable de Unicef en Iraq. Estaba en Bagdad a finales de 2011, cuando las tropas americanas empezaron a irse, pero desde el pasado mes de junio vive en Erbil, la ciudad principal de Kurdistán iraquí, donde se refugian miles de personas que huyen de las atrocidades.

Babille ha sido testigo de crueldades inenarrables. Entre sus tareas, además de asistir a los niños y a las familias de los refugiados y desplazados, está también la de documentar con fotos e informes los horrores de esta guerra. «Los yihadistas combaten de esta forma tan terrible porque se dirigen hacia la muerte. No buscan la vida. Y ese es un concepto nuevo en los conflictos, es difícil encontrar un enemigo que llegado un cierto punto no se plantee rendirse o replegarse». Estos combatientes que van casa por casa para reconquistar los territorios ocupados por el Isis provocarán un genocidio.

Babille fue de los primeros en denunciar la violencia contra los niños cuando, «con una brutalidad sin precedentes», a principios de julio la ofensiva yihadista tomó la provincia de Nínive, en el noroeste iraquí, en la frontera con Siria. En los 16 pueblos del distrito de Sinjar vivían 350.000 yazidíes: «Una minoría no musulmana perseguida durante siglos pero que nunca, hasta ahora, había sufrido un genocidio programado. En un primer momento hallaron refugio en las montañas deGebel Sinjar y un grupo se puso a salvo en la provincia de Dohuk. Hoy tenemos en Kurdistán a 238.000 refugiados sirios atendidos en 12 campos organizados por el gobierno de la región autónoma kurda, ACNUR y Unicef. Disponen de servicios esenciales y están mejor que la oleada de desplazados iraquíes, que ya ascienden a 920.000, que huyen de las tres provincias septentrionales de Nínive, Salah al-Din y Diyala. Estos desplazados están acogidos en otros 26 campos».

El éxodo hacia el norte empezó tras la caída de Mosul, el 9 de junio de 2014. Pero la peor crisis estalló el 3 de enero de 2014, con la caída de Falluja, a 40 kilómetros de Bagdad. «Tribus locales y afiliadas a Al Qaida reforzadas por milicianos que llegaban desde Siria conquistaron la provincia de Anbar, todavía inaccesible», explica Babille. «Creemos que hay medio millón de refugiados atrapados en el Ambar, todos sunitas, personas en una situación de gravísima marginalidad y privados de la ayuda necesaria. El Isis controla un tercio de Iraq. Entre los refugiados sirios y los desplazados iraquíes, son más de dos millones las personas que necesitan alimentos, agua, ropa, kits de higiene, medicamentos esenciales… Es un número increíble».

Unicef abrió un corredor humanitario a primeros de julio para atender a los cristianos de Mosul que huían hacia la localidad de Tall Kayf cuando la situación se precipitó. «Llegamos con el arzobispo Nona a esta ciudad antiquísima que siempre estuvo habitada por cristianos. Excavamos dos pozos de agua, luego la ofensiva yihadista llevó a los cristianos a replegarse en Erbil y Ankawa. Las minorías están siendo perseguidas según una sutil planificación. La violencia no es casual. Sería un error considerar al Isis como un grupo de criminales o de locos. Hay un proyecto político de aniquilar a la oposición. o que hemos visto y los relatos que recibimos día tras día son unívocos: la brutalidad es fruto de un programa».

Son de seis tipos las violaciones de la infancia que Unicef debe verificar y denunciar: asesinatos y mutilaciones, secuestro, abuso físico y tráfico de menores, reclutamiento con fines de combate, ataque deliberado a escuelas o centros sanitarios, deliberada restricción del espacio humanitario. «Tenemos pruebas de que todo esto lo comete el ejército yihadista, incluso los ataques suicidas en las escuelas». ¿Cómo se vive en medio de esta barbarie? «Debemos dar una respuesta a los que sobreviven. No basta con identificar los casos de violación de los derechos de la infancia: hay que ir al encuentro de los menores. Hay niños que necesitan miembros artificiales, muchos han quedado sordos o ciegos, todos necesitan asistencia médica y psicológica porque han sido testigos de una ferocidad bestial. Concentramos todos nuestros recursos disponibles en la emergencia humanitaria, incluso las intervenciones prioritarias de protección».

Babille añade: «En esta crisis, la Onu ha llegado a poblaciones que vivían en dificultades gravísimas antes que los demás. Pero yo insisto a mis colaboradores: dad algo vuestro, no esperéis a que venga la organización a dar dinero, coches, medicamentos; daos una tarea, daos a vosotros mismos, yo lo he hecho y estoy profundamente orgulloso. Es un mensaje sencillo: dedicar la vida a los valores por los que vivimos. Seguiré haciéndolo incluso cuando me jubile».

Una de las prioridades de su trabajo se refiere a la educación. «Es un compromiso concertó que hemos asumido también en Iraq y que intentamos perseguir con determinación: la escuela. La educación tiene una importancia decisiva. Construimos una escuela en cada campo, en algunos más de una. Sin embargo, el 60% de los desplazados no vive en los campos sino en las comunidades, en casas alquiladas o en otros alojamientos. Por eso hemos puesto en marcha un programa de colaboración con el Ministerio de Educación kurdo. Hemos restaurado 647 edificios escolares que en la primera fase de la emergencia habían sido ocupados por los refugiados y hoy albergan las clases, con profesores que adaptan los programas a alumnos con lengua, cultura y tradición diferentes porque provienen de zonas árabes mientras que aquí estamos en el Kurdistán». Reeducar a un pueblo que ha visto fusilar a sus padres, violar a sus madres, deportar a sus hermanos y hermanas, esclavizar a miles de personas es también una forma de evitar la huida al extranjero de miles de familias perseguidas, que se ven privadas de una vida normal y que están convencidas de que ya nada volverá a ser como antes.