Lafforgue: «La lucha contra la violencia se libra en nuestro corazón»

Flora Crescini

¿Hasta qué punto se puede hablar de libertad en Europa? Es la pregunta que se plantea el matemático francés Laurent Lafforgue al confrontarse con el artículo de Julián Carrón publicado en ABC sobre el desafío del verdadero diálogo tras los atentados en París y Copenhague. En esta entrevista reflexiona sobre la violencia y sobre la tarea de los cristianos hoy.

Ante los atentados de París y Copenhague, «el problema está en Europa y el partido más importante se juega en casa. El verdadero desafío es de naturaleza cultural»: ¿está de acuerdo? ¿Qué significa esto? Sobre todo en este momento histórico que rechaza la cultura.
La lucha contra la violencia es en última instancia interna y se libra en el corazón de cada persona. Todos somos susceptibles de dejarnos llevar por la violencia. Sin embargo, no es solo un problema individual, en la medida en que el hombre es un ser social, cultural y político. Sin duda existe un problema específico del islam, de relación con la violencia, pero no podemos resolver este problema nosotros en lugar de los musulmanes. Teniendo en cuenta que el islam evidentemente no tiene su centro en Europa, no estoy tan seguro de que el problema de la violencia en el islam sea ante todo un problema interno de Europa, aunque se hace presente igualmente en suelo europeo mediante la presencia de importantes minorías musulmanes. Como mucho, los cristianos y europeos no musulmanes podrían, o deberían, en primer lugar, no ceder a la tentación de la violencia, tanto desde el punto de vista individual como colectivo. Que los redactores de Charlie Hebdo fueran amenazados (después de la publicación de caricaturas anti-musulmanas que no apruebo, igual que no apruebo las caricaturas anti-cristianas) no era un hecho desconocido, como las amenazas a Salman Rushdie. Pero la policía inglesa ha protegido a Salman Rushdie (que lleva amenazado de muerte 25 años) con más eficacia de la que la policía francesa ha protegido a los redactores de Charlie Hebdo. También los musulmanes que dejan el islam por otra religión, sobre todo por el cristianismo, están amenazados.

En este desafío, «el terreno de juego es la vida cotidiana». ¿En qué sentido y por qué?
Se trata de que cada uno combata contra la violencia dentro de sí mismo, y el terreno en que se juega este desafío es al mismo tiempo nuestro corazón y las relaciones con los demás, es decir, la vida cotidiana.

«En muchos jóvenes que crecen en el mundo occidental reina un vacío profundo que constituye el origen de esa desesperación que termina en violencia». ¿Es verdad?
Sí, pero si es el vacío lo que genera la desesperación que termina en violencia, ese vacío no es solo “occidental”, está presente en todo tiempo y lugar.

«Para nosotros Europa es un espacio de libertad: lo que no quiere decir que sea un espacio vacío, desierto de propuestas de vida. Porque de la nada no se vive»: si esto es verdad, debemos preguntarnos si la gente es consciente de que vive en un espacio vacío, o no.
Me pregunto hasta qué punto se puede seguir hablando de libertad en Europa. La puesta en discusión del concepto de tradición (ya sea intelectual, cultural o religiosa) mina desde la raíz los fundamentos de la libertad. El influjo de los medios, la organización económica y tecnocrática del mundo, el poder de los jueces –es decir, del derecho formal y procedimental– y el abandono de las soberanías nacionales en favor de instituciones supranacionales como la Unión Europea, debilitan el esqueleto de la democracia, y por tanto de la libertad política. La gente es consciente de que vive en un espacio vacío, pero me parece que no tienen la esperanza de que la verdad sea algo distinto a ese vacío.

«Se parte del presupuesto de la común pertenencia a la naturaleza humana». ¿La común pertenencia a la naturaleza humana es aún un presupuesto?
La idea misma de que exista una naturaleza ya se pone en discusión. Eso significa que ya hemos salido totalmente del cuadro trazado por la Ilustración en el siglo XVIII o por el cientificismo del siglo siguiente. Los cristianos tienen hoy la tarea de defender no solo la verdad revelada y lo sobrenatural, sino la idea misma de verdad y la naturaleza de las cosas, es decir, el fundamento bueno que está en el origen incluso de la Ilustración y de la ciencia moderna.

«Pero nosotros, cristianos, ¿creemos todavía en la capacidad que tiene la fe que hemos recibido de provocar un atractivo en aquellos con los que nos encontramos? ¿Creemos todavía en la fascinación victoriosa de su desnuda belleza?». En términos generales, ¿qué respondería usted?
La fe no consigue suscitar un atractivo ni una fascinación victoriosa, es verdad. No solo porque nosotros seamos malos cristianos. También Cristo con su enseñanza suscitó derecho, y humanamente conoció la derrota. Nosotros debemos ser fieles a Cristo porque Él es la verdad.