Mesa de educación.

Un lugar para educar el corazón del hombre

Arturo Ortega

El pasado 6 y 7 de febrero se llevó a cabo la 8ª edición de la jornada cultural EncuentroDF, organizada por Comunión y Liberación, el Centro Cultural La Aventura Humana y el Centro Universitario Incanate Word, precisamente en el auditorio de esta universidad. El lema de este año ha seguido el propuesto en el Meeting de Rímini, que retoma la provocación lanzada por el Papa Francisco, “Hacias las periferias del mundo y de la existencia: el destino no ha dejado solo al hombre”, que ha intentado mostrar periferias tales como la migración, la inseguridad y la emergencia educativa, pero también la periferia del hombre que olvidando su relación constitutiva queda reducido a la violencia hacia sí mismo y los demás.
El encuentro empezó la tarde del viernes con la proyección del documental “Un camino hermoso”, que ha sido la ocasión de mirar nuestra historia y tantas periferias en donde hemos sido alcanzados por una mirada tierna y apasionada de nosotros mismos a través del carisma de don Giussani. El documental ha significado también un intento de respuesta para los directivos de la escuela, que cuando presentamos el programa de la iniciativa y pedimos su colaboración nos preguntaban: Pero, ¿de dónde nace todo esto? ¿Quiénes son ustedes? ¿Porqué invierten su tiempo y energías de un modo gratuito.

Lo que calienta el corazón y lo consume
Yordani Enríquez, doctor en Bioética e investigador de la Universidad Católica Sedes Sapientiae de Lima, expuso la enorme figura del genetista Jérôme Lejeune, descubridor del nexo entre la trisomía 21 y el síndrome de Down. Lejeune fue un hombre íntegro: investigador, luchador social, figura pública y padre de familia, pero sobre todo un médico preocupado por comprender, atender y cuidar a su paciente. Fue su unidad de vida la que le permitió aportar al avance de la ciencia (hasta merecer todos los reconocimientos que un genetista pudiera lograr) y, al mismo tiempo, definió su destino (hasta perder el Nobel y ser desterrado de la comunidad médica). Y el factor de dicha unidad fue su inquebrantable amor por la persona.
El doctor Enríquez nos ayudó a entender la postura de Lejeune explicando: «El fin de la medicina es atacar a la enfermedad, respetando al paciente; curar, no eliminar al enfermo, y curar es eso que calienta el corazón y lo consume. Por eso, los enfermos lo que no soportan es la soledad».
Pero el conferencista fue más allá: «Nuestro tiempo sufre una especie de ‘síndrome del caladrius’, esa ave mítica que miraba a los enfermos para curarlos y que, si descubría que no iban a sanar por completo, volteaba el rostro. Nuestra sociedad no quiere ‘ver’ que la enfermedad es una condición propia de la existencia humana y que –como escribe Roland Barthes– ‘somos indigentes y no garantizados’. Solo manteniéndonos dependientes y abiertos al amor, daremos acogida al otro. No matar es el principio de partida de toda sociedad democrática, hasta el punto de que lo que normalmente consideramos un límite, se convierte en ocasión de realización».
En sintonía, la noche continuó con la presentación del documental “La Patrona”, que trata sobre un pequeño grupo de mujeres, que provee alimentos a los migrantes centroamericanos en su camino a los Estados Unidos. Fue conmovedor escuchar a Karina, quien pertenece a esta iniciativa: «Cada día, desde hace veinte años, nos organizamos por turnos para cocinar kilos de arroz, frijoles y tortillas, para esta gente obligada a dejar su lugar de origen, porque necesitan alimento y la esperanza de que alguien los acompañe en este difícil recorrido». Javier García, el fotógrafo del documental, dijo: «Yo no soy un hombre religioso, pero viéndolas a ellas y lo que hacen he descubierto una experiencia que ilumina y da sentido a la vida».

Educar: obedecer, testimoniar, ser felices
José Medina, de la Fraternidad de San Carlos Borromeo y responsable de CL en USA, explicó que él es maestro porque cuando su superior le mandó a los Estados Unidos le dijo: «tienes que conseguir un trabajo para vivir y, por cierto, estaría muy bien que enseñaras».
El padre Medina nos habló de cómo ser maestro no es enseñar lo que sabes, sino sobre todo estar disponible para atender la necesidad que tiene al alumno de aprender. De hecho, la dinámica del conocimiento parte de interesarte por lo que no conoces. Eso supone que, al entrar en relación con eso desconocido, te ves influido y tienes que cambiar. Por el contrario, si vas con tu proyecto, la dificultad y resistencia del otro lo convierten en tu enemigo.
«Quien educa es alguien que no se rinde, que no se encierra en la imaginación que tiene de las cosas, sino que da testimonio del valor de la realidad y, con ello, te llena de esperanza».
Por ello, al inicio de la dinámica educativa la única posibilidad es la hipótesis de positividad, porque la alternativa es impensable, porque si partes de que la realidad es negativa, simplemente no tienes la energía para intentar.
Y concluyó: «no se educa fundamentalmente con las palabras, sino con los gestos, reconociendo juntos el sentido de las cosas: no solo enseñando a hacer el pan, sino el sentido del pan». Por eso, si los educadores quieren reiniciar su labor con entusiasmo, conviene que se reúnan, pero no como profesionales de la educación, sino como amigos que comparten una misma vocación. «No caigan en la tentación de sentirse solos, la vida en comunidad es fundamental».

México: la posibilidad de un nuevo inicio
Durante la mesa panel en que convivieron Eduardo González di Pierro, investigador universitario en Morelia, Michoacán; Leonardo Curzio, analista político y personalidad de la radio y la TV en México; y Jorge Traslosheros, investigador de la UNAM, la gran pregunta era sobre la esperanza: ¿puede México –no obstante las violentas circunstancias que lo envuelven– considerar un nuevo inicio?
El Dr. González nos recordó que la violencia no es algo nuevo para los mexicanos, pero que nos olvidamos de ello a causa de nuestra pérdida total de memoria histórica. Y nos indicó que la pobreza, aderezada con nihilismo, es lo que nos está llevando nuevamente a la violencia. En este ambiente, el individualismo y la cultura de la muerte –vendidas como elementos progresistas– han destruido el carácter comunitario, agudizando nuestra falta de identidad y pertenencia. Y concluyó que la recuperación de los valores que pueden consolidar una educación para la paz, provienen del descubrimiento de la persona. La reconciliación, incluso y sobre todo en una situación de barbarie, requiere no caer en manifestaciones maniqueas, para reunir el tejido social, en el redescubrimiento del sentido trascendente de la persona y la recuperación de su origen.
El Dr. Curzio fue muy específico, e indicó que es necesario que deshagamos cuatro “nudos” para avanzar en el país: el primero es vertebrarnos con un propósito colectivo y edificante, el segundo es salir de la enorme crisis de confianza que padecemos, el tercero es superar el individualismo y, por último, abandonar la postura del fatalismo y el victimismo, para sumir el protagonismo de nuestra historia. Luego indicó una serie de tareas: asumir responsabilidades colectivas que permitan promover el cambio de abajo a arriba, trabajar en la cohesión social con acciones específicas (desde el temor de Dios hasta la educación en los valores familiares), superar la autocomplacencia y construir el Estado, esto es, darle funcionalidad a nuestras instituciones desde la base. Concluyó: «no tenemos instituciones funcionales y por ello no hay estado de derecho; hay que desarrollar capacidades para imponer las normas de convivencia».
Finalmente, el Dr. Traslosheros recordó: «Nosotros tenemos una responsabilidad como Iglesia: ser buenos cristianos y virtuosos ciudadanos. Porque no hay reconstrucción social sin encuentro y reconciliación. Es un asunto que como Iglesia nos interpela brutalmente. Por eso es urgente restablecer el debate sobre el valor de la persona».
El siguiente panel, “La persona vale más que sus circunstancias”, señaló algunas iniciativas que están ya incidiendo positivamente en el tejido social. Orlando Camacho, presidente de la Asociación Civil Mexico S.O.S, después de describir las estadísticas del país respecto a la injusticia y delincuencia, relató cómo su asociación está laborando en defensa y protección de los ciudadanos injustamente golpeados, y cómo intervienen en el marco político para mejorar la legislación. Luis Soto, mexicano residente en Denver, USA, narró su experiencia en la obra de colaboración de la Arquidiócesis de Denver para facilitar a los inmigrados hispanos una integración que no comporte la pérdida de identidad, un trabajo que demuestra que la educación a la fe es ante todo una mirada inteligente a todas las necesidades de la persona.

Un debate sobre el valor de la persona
EncuentroDF volvió a ser este instrumento de debate sobre el valor de la persona, replicando ese método que José Medina indicó en la conferencia magistral del lema del encuentro de este año: «Para resolver los problemas no se trata tanto de enfrentarlos, como de profundizar en la naturaleza del sujeto que los afronta. Se trata, pues, de despertar y mostrar una humanidad nueva. La solución no se puede imponer, se tiene que pedir, se tiene que generar en una experiencia, como hicieron los apóstoles hace dos mil años y los benedictinos hacen quince siglos. Si no, favoreceremos la mentalidad dominante pretendiendo atacarla; lo haremos en nombre de Jesús; píos, pero modernistas». Y de aquí la urgencia de un lugar que eduque el corazón del hombre, que eduque el sentido religioso, porque sin esta educación el sentido religioso se atrofia y el hombre queda a merced del poder.
El encuentro concluyó con un concierto de música y poesía rusa que tomó nombre de una cita de Dostoievsky: “La belleza salvará al mundo”. Obras de Tchaikovsky, Músorgski y Rajmáninov, fueron acompañadas por la lectura de textos de Pushkin; Dostoievsky; Tolstoi; Solschenitzin y Grossman.
Para nosotros que organizamos EncuentroDF desde hace 8 años, la experiencia de estos días ha significado el reacontecer de la novedad y potencia del carisma, que nos lanza a un diálogo con los hombres de hoy, de cualquier edad y de cualquier corriente de pensamiento, con la condición de interpelar el corazón, de proponer las preguntas profundas y de intentar mirar la realidad con simpatía. Esta mirada que no es del todo nuestra, pero con la construcción de lugares como este, comienza a ser cada vez más familiar.