Uno de los egipcios coptos asesinados <br>en Libia.

«Hace falta transformar la información en conocimiento»

Alessandro Caprio

Wael Farouq había decidido no participar en el encuentro previsto para anoche en Rímini sobre los hechos de París. Era demasiada su tristeza por lo sucedido en Libia con el asesinato de 21 cristianos egipcios coptos, paisanos suyos, a manos de los terroristas del Isis. Lo que le hizo cambiar de idea fue la imagen de uno de los condenados, quien justo antes de morir mostró «una mirada de esperanza, sin miedo. He venido aquí por esta esperanza», dijo al empezar. Porque el problema no es «qué hacemos con el Isis sino qué hacemos aquí, donde estamos. Debemos colaborar a que el bien salga de cada uno de nosotros». Como hizo una profesora de la que habla Farouq, ante la decisión de su director de no hacer el Belén viviente en su escuela para no “ofender” a los 18 alumnos musulmanes: «Se me ocurrió preguntar qué dice el islam sobre esto, y me respondió: “No te preocupes por lo que dice el islam sino por lo que dicen sus padres”. Así que les consulté y todos dijeron que sí. Es más, le dijeron: “Si tú nos quieres tanto gracias a esto, nosotros también queremos participar”». Al final, un musulmán fue el que hizo de Niño Jesús.

«No existe musulmanes buenos o malos, existen protagonistas: esta profesora es una protagonista de la historia porque ha dado espacio a los padres para permitirles vivir su humanidad. Si no hubiera dejado este espacio solo habría quedado el prejuicio sobre los musulmanes. Puedes discutir durante años sobre religión, pero no puedes discutir sobre el hecho de que hay uno que te quiere». Todos creemos en los valores, incluso el Isis. Pero estos valores casi siempre están separados de la realidad. «La misma palabra “islam” significa “paz”, “bien”. Creemos en ello, ¿pero quién lo vive? Todos los líderes islámicos han condenado los hechos de París, pero la condena puede ser un modo de lavar su conciencia sin más». Falta un juicio. «Muchos musulmanes tienen que preguntarlo todo a sus imanes. Pero Dios dice que la referencia última es tu corazón, ¡solo que el corazón está de vacaciones!». Lo mismo sucede en Occidente: «¿Cómo puedo dar un juicio sobre los musulmanes sin conocer a uno? El problema es este vacío de significado. Ahora todos quieren declarar la guerra al Isis pero para combatirlo no sirven las bombas sino los valores vividos. Sirven las personas, como aquella profesora. El nacimiento de un “yo” en una experiencia. Una fe como la de este joven que ha sido decapitado».

O como la de Ahmed, el policía musulmán francés asesinado por los terroristas islámicos por defender la libertad de los periodistas satíricos de bromear con su religión. «¡No sabemos si queda algo verdadero en nuestra Europa!», exclama Alessandro Banfi, director de los informativos TgCom: «Hoy se mata en nombre de Dios, pero lo monstruoso es que ya nadie es verdaderamente religioso. Porque el sentido religioso es lo contrario de una fe que yo poseo». Y cita el encuentro histórico, durante las cruzadas, entre san Francisco y el sultán. «¿Qué se dijeron? Lo cierto es que se miraron con estima. Francisco vio a un hombre que tenía el sentido de Dios, y pudo ser visto por lo que era: un gran hombre que amaba al Señor. En aquel momento el corazón no estaba de vacaciones, se convirtió en un tesoro, para los cristianos se ha convertido en una gracia». ¿Cómo es posible, hoy, un encuentro entre estos dos mundos?

Para Farouq, el punto central es el amor. No el del eslogan “paz y amor”, sino un amor realista, que lleva a un discernimiento. «No es verdad que el amor es ciego. De hecho, el amor te permite ver más allá de los defectos del otro. Con esta mirada, podemos entender también todos los falsos mensajes que recibimos continuamente. El Isis no podría continuar un solo día más sin la ayuda de quien compra el petróleo y vende las armas. Cientos de miles de personas en Iraq han elegido no renegar de su fe y morir por ello, pero los medios de comunicación no lo cuentan. Hace falta, por tanto, transformar la información en conocimiento. Hay mucha información, pero poco conocimiento. Tenemos espacio para existir pero no para ser: y ser implica una relación. Pedimos espacio público para poder mostrar nuestra identidad. Y la verdad, como dice el Papa Francisco, es una relación».