En la playa de Tarkwa Bay.

También aquí lo «cotidiano puede ser un milagro»

Con las elecciones a las puertas y el terrorismo islámico azotando el norte del país. Pero también con el trabajo, los exámenes y las preocupaciones de todos los días. Treinta jóvenes del CLU pasaron juntos unos días de vacaciones en Tarkwa Bay, donde su vida empezó a renacer.

Nunca había estado en unas vacaciones del CLU. Así que cuando hace unos meses llegó el momento de prepararlas, inmediatamente me impliqué. El tiempo transcurrido con el movimiento me ha hecho darme cuenta de que, con estos amigos siempre soy feliz. No llego a entender del todo por qué, aunque he intentado hacer análisis de todo tipo, pero la fascinación es tan fuerte que espero poder disfrutar de ello aunque no lo entienda del todo.

Unas semanas después de la Jornada de apertura del curso, buscamos un momento para preparar las vacaciones, pero no hubo manera. Por aquel entonces yo estaba muy ocupado, tenía que concentrarme en los exámenes. Me pasaba la mayor parte del tiempo intentado conciliar las clases con el trabajo, faltando incluso a clases importantes. Tenía que sacar buena nota, eso confirmaría que había tomado la decisión adecuada al querer trabajar y estudiar a la vez. De hecho, tenía previsto seguir trabajando después para huir de la pobreza que sufren muchos de los graduados nigerianos que dependen de un empleo en las sociedades cooperativas y gubernamentales. Pero a medida que se acercaban los exámenes, me iba olvidando de las vacaciones: tenía cuestiones más urgentes que requerían toda mi atención. Luego me enteré de que Barbie nos había invitado a todos a una casa junto al mar que nos prestaba uno de los amigos del movimiento.

Al principio creí que sería una vía de salida para escapar de la desagradable realidad de un trabajo muy fatigoso hacia una realidad más hermosa que podría compartir con mis amigos en la magnífica y tranquila Tarkwa Bay. Todos los problemas de trabajo esperarían hasta el lunes, no tendría cobertura, así que nada podría molestarme. Pero fue mucho más que eso, y la incapacidad de describir cómo me he sentido allí, o qué es el movimiento, deriva probablemente del hecho de que hasta entonces no había encontrado nada comparable. Por suerte tengo un instrumento gracias al cual puedo mostrar a otros la belleza que experimento sin necesidad de palabras: mi cámara fotográfica. De hecho la llevaba siempre encima, incluso durante la cena, pues no quería que nada se perdiera.

Al día siguiente de llegar fuimos a la plaza a rezar el Ángelus. En una pausa de silencio me fijé en la arena, el mar y los rostros de mis amigos. En ellos vi de nuevo toda la belleza que esperaba encontrar, y mucho más. A la mañana siguiente hicimos una asamblea. Intenté leer el texto de la Jornada de apertura de curso, pero no conseguí llegar hasta el final. Antes de reunirnos, intenté leerlo empezando por el final. Me impresionó esta frase del Papa: «Nosotros no hemos sido elegidos para salir de la realidad, sino para estar todavía más dentro de las situaciones. Hemos sido elegidos para acompañar a cualquiera que “se haya quedado al borde del camino”». Solo aquí oigo estas cosas. Solo en esta compañía encuentro el camino para descubrir el significado de la vida, de la realidad, paso a paso, sin moralismos. Muchas veces vivimos divididos: el domingo vamos a misa, pero luego vivimos el resto de la semana como si Dios no estuviera. En el movimiento he conocido gente que vive lo que dice. Hay una unidad, y eso es interesante. Es la vida cristiana auténtica. Creo que me siento como los apóstoles con Jesús: eran desconocidos, pocos, y sin poder alguno. Un pequeño grupo en la niebla de la confusión más total. Pero la salvación del mundo entero se encontraba con ellos, exactamente igual que aquí, entre nosotros.

Al terminar la asamblea sentí que me invadía una cierta melancolía, pensando que las vacaciones llegaban a su fin. Esta sensación se transformó poco a poco en una profunda tristeza que me apesadumbró durante toda la misa y también después, cuando limpiamos y ordenamos la casa. Me preparaba para volver a la “otra realidad”, la desagradable y dura.
¿Cómo era posible tanta belleza aquí y tan poca en mi vida en Lagos? Fui a las vacaciones esperando esa belleza y esa paz que no me atrevo a buscar en mi vida de todos los días, por miedo a desilusionarme. Pero ahora comprendo que el problema no es la “vida cotidiana”, sino cómo la miro y la vivo. En estos días he querido ver algo bello y por eso tenía los ojos y el corazón abiertos a la gracia de reconocerlo. Aunque sé que tras los gestos de mi jornada puede encerrarse una belleza mayor, aunque sé que solo bastaría con buscarla, es algo que me sigue costando mucho. Pero ahora lo pido.
Anthony


«Vivo gracias a la memoria de Cristo». Cristo es mi amigo, mi verdadera luz, mi compañero, y me permite consideraros a todos vosotros amigos de verdad con los que compartir la vida, aprender y construir a partir de cada cosa que sucede. Me hace más consciente de mí mismo y me enseña qué es la madurez, para empezar a apreciar la realidad tal como es. La experiencia de las vacaciones en Tarkwa Bay me ha mostrado qué es lo que me hace libre: este gesto me ha hecho ser más yo mismo y quererme más, a mí mismo, a mis amigos, a mis seres queridos. Me ha hecho valorar lo que Cristo ha hecho y sigue haciendo en mí. Ciertamente, puedo decir que, aun con todos los desafíos grandes y pequeños que tengo que afrontar (y los que me tendrá reservados el futuro), yo vivo y soy feliz gracias a la memoria de Cristo. Una experiencia que recordar siempre para ser feliz. Es mejor seguir no por motivos contingentes sino infinitos. Es una razón que vale para toda la vida.
Abraham


Los meses pasados han sido terribles por la carga de trabajo que he tenido que soportar. Salía por la mañana temprano y volvía muy tarde. No podía seguir así, se lo decía a mis compañeros. Finalmente, llegaron las navidades y tuve la oportunidad de pasar cuatro días en casa con mi familia, en completo relax. Pasé las navidades con ellos, pero me di cuenta de que ni siquiera las vacaciones me hacían feliz. Me faltaba algo. Entonces me acordé de lo que Barbie me había dicho el año pasado, en la Asamblea Internacional de Responsables de La Thuile. Le conté mis problemas laborales, toda mi vida. Esperaba de ella alguna sugerencia, una solución, pero me respondió: «Nyemike, yo no sé qué es lo que Dios te está pidiendo, qué tiene en mente para ti. Pídele que lo desvele, que te haga entender el proyecto que tiene para ti, lo que te está pidiendo. Todo está dentro de un diálogo con Él, pídeselo a Él». Me impresionó mucho. En Nigeria pensaba que era yo quien tenía que responder, sin embargo primero debía ser Él. Eso ha sido fundamental para entender que las circunstancias me son dadas como parte del camino de mi vida. Son el camino de mi relación personal con Él.
Nyemike


Ayer una amiga, Bárbara, me recordó que «lo cotidiano puede ser un milagro». Me rompí una pierna al empezar el fin de semana y, por si eso fuera poco, después me quedé afónico. Eso quería decir que no solo no podía nadar, jugar, moverme de manera autónoma, sino sobre todo que no podía dedicarme a una de mis actividades preferidas: cantar. Todas mis esperanzas y expectativas para esos días se esfumaron ante mis ojos. Pero el hecho de estar en una compañía que tiene afecto por mí, que me sostiene, me ha recordado que yo soy amado y preferido por Dios. Me di cuenta de que esta circunstancia no podía definir mi fin de semana, así que decidí vivirlo hasta el fondo. No podía dejar de dar gracias por los momentos en que todo parecía normal y que yo había obviado. Pero sobre todo agradezco haber vivido una circunstancia aparentemente desfavorable con la certeza de ser amado y preferido, lo cual se ha hecho evidente por los rostros de estos amigos extraordinarios.
Roland


Han sido unas vacaciones muy importantes para mí. Durante el periodo de preparación, después de una provocación de Rose en un encuentro de la casa, le hice más preguntas de lo habitual sobre el gesto que nos esperaba. La llamé, le planteé la idea de trabajar sobre la Jornada de apertura de curso. «Buena idea», dijo. Le sugerí leer las últimas partes del texto, pero ella me dijo con convicción: «No, no leáis. Haz un resumen». Fue un shock para mí. Sobre todo he visto mi tendencia a ser aproximativa en la propuesta. Tras una fingida sencillez, había una no decisión, un tomar distancia sin arriesgar un juicio.
No conseguía hacer un resumen de lo que Carrón había dicho. Cuanto más avanzaba en la lectura, menos conseguía sintetizar los puntos. Llamé a Rose dos o tres veces para pedirle ayuda, pero no había forma. Siempre me decía que volviera a leerlo desde el principio. Me sentía entre la espada y la pared. No podía más que fiarme, no podía reducir las vacaciones solo a un tiempo libre para divertirnos juntos, haciendo la Escuela de comunidad de manera “reducida”. Eso es lo que vi en mí. A veces, cuando intentas salvar las apariencias, dentro de ti sabes cuál es la verdadera razón por la que haces algo. Aquella llamada me puso cara a cara con Rose, aunque estuviera lejos, delante de uno que no aceptaba reducir la realidad. Inmediatamente me dije: «El motivo por el que vienen es su problema, la cuestión es por qué le he invitado». ¿Por qué había invitado a cada uno de ellos? ¿Qué tenía que decirles? ¿Qué me había animado a llamarles y proponerles pasar tres días con ellos?
Pensaba en lo que sentí la primera vez que oí a don Giussani citar el Deuteronomio en una asamblea de la Compañía de las Obras: «Para que tú seas feliz...». Repetía esta frase una y otra vez. Por esa razón estaba con aquellos amigos y les había invitado a las vacaciones. Así que, desde la introducción del primer día, les dije que deseaba que fueran felices, que fueran ellos mismos, verdaderamente ellos mismos, como yo lo era; y que experimentaran la misma plenitud. Les conté todo lo que esa promesa había cumplido, y aún lo sigue haciendo, en mi vida. No sé explicarlo, pero aquellas palabras de Rose me habían ayudado a ser más yo misma, a ser sincera, también en el afecto hacia ellos, para descubrir cuál es la mirada que llena mi vida. Esto es lo único que, si quería tomarles en serio, podría decirles y compartir con ellos. Lo que hizo hermosas las vacaciones fue mi cambio, poder ser yo misma frente a ellos, y esa mirada llena de estupor al descubrir que yo soy para Él.
Bárbara