Bertrand Vergely.

¿Qué puede vencer el miedo?

Silvio Guerra

«Shock, agotamiento, tristeza. Compasión por las víctimas y por sus seres queridos. Pero también sorpresa». Bertrand Vergely describe con estas palabras las sensaciones que ha tenido ante los acontecimientos de la última semana en París. Nacido en 1953, filósofo e intelectual francés con una cátedra en el Instituto de Teología ortodoxa Saint Serge de París, desde hace tiempo sigue de cerca los debates sobre la cultura y política francesa. En 2013, bajo el lema “matrimonio para todos”, firmó un documento que se hizo muy famoso, “El matrimonio gay o la dictadura de la confusión”. Hoy, ante los veinte muertos en París y la movilización masiva de estos días, trata de juzgar lo que ha sucedido: «Yo esperaba un atentado, pero no de este modo. Esperaba una bomba en el metro. Siempre pensé en algo así. Habrá más atentados, esto es solo el inicio de una larga serie. Viviremos “años negros”, oscuros».

El presidente François Hollande ha llamado al luto nacional, a unirse en torno a los valores republicanos. Pero ya hubo otros atentados antes de Navidad, por ejemplo en Dijon o Nantes. El poder político podría haber reaccionado antes.
El poder hace lo que puede. En 1995 había un centenar de personas que podía cometer un atentado. Hoy son miles. Para poderse proteger de verdad contra el terrorismo en suelo francés habrá que construir una auténtica política, empezando por nosotros mismos. Habrá que saber qué queremos. ¿Queremos vivir o no? Y si es que sí, ¿sobre qué bases? Los terroristas están decididos, nosotros no. Nuestra debilidad es su fuerza. El día en que estemos realmente decididos, ya no habrá más atentados en serio como los que en cambio seguimos viendo.

Las instituciones y ciudadanos dan la impresión de estar agotados por el miedo. En la escuela también se percibe este bloqueo por el miedo. Todas las actividades extraescolares se han suspendido. ¿Reaccionar así es adecuado?
¿Suspendiendo las actividades extraescolares? No veo la relación que eso tiene con lo que está sucediendo. Una vez más, parece que no se está actuando, solo se da la impresión de estar actuando. Por lo que respecta a la reacción de Francia, es desoladora. El islamismo, que hay que distinguir del islam, está preparando su ascenso al poder mundial. Todo empezó con el ayatolá Jomeini en los años ochenta, que puso las cartas sobre la mesa, declarando sus intenciones. Y continuó con Bin Laden, Al Qaeda y atentados que se cobraron 3.000 muertos. Y llega hasta Daech y Boko Haram. En vez de prepararse para responder a esta amenaza, se habla de apertura del otro, o se divide entre quién tiene derecho a participar en las manifestaciones en memoria de las víctimas. Los terroristas lanzan bombas y nosotros gemimos.

Se habla de ataque bárbaro. Pero los bárbaros de la antigüedad se movían atraídos por Roma. Los terroristas de hoy se proponen instaurar «el infierno en la tierra». ¿Se les puede definir como bárbaros?
Los terroristas de hoy no son locos. Son individuos extremadamente decididos, siguen lógicas muy precisas, la lógica de la Guerra Santa. No son ni bárbaros ni locos, sino asesinos que reclutan a jóvenes que están perdidos y sedientos de venganza. Lo que está pasando es extremadamente grave y no terminará bien.

François Hollande ha llamado a todos a la unidad nacional. En su opinión, ¿es suficiente para responder al miedo? ¿Usted tiene miedo? ¿Cómo vencerlo?
Mientras Hollande, socialista, llamaba a la unidad nacional, los responsables socialistas solo tenían una preocupación: impedir que el Frente Nacional (partido de extrema derecha) participara en la manifestación del domingo. No soy en absoluto favorable a este partido, por el que tampoco siento mucha simpatía, pero si se quiere que la unidad nacional tenga un sentido, no se puede impedir algo así. El reclamo a la unidad puede quedarse en pura hipocresía y la manifestación del domingo en una vergonzosa palestra política del partido socialista. Lo que me asusta no son los terroristas sino nuestra debilidad, nuestra cobardía, nuestra mediocridad, nuestras discordias, nuestros cálculos mezquinos, nuestra incultura, nuestra falta de dignidad y seriedad. No tenemos ganas de luchar. No tenemos ganas de vivir. No amamos la vida. No pensamos más que en una cosa: volver lo más rápido posible a nuestro confort. ¿Qué puede vencer el miedo? Solo una cosa: la fe. La verdadera fe. La espiritualidad profunda, y no las bagatelas que se nos ofrecen.

¿Cómo podemos comprender estos trágicos hechos?
Hay algo que aún no hemos entendido de los atentados de Nueva York en 2001: estamos en guerra. La tercera guerra mundial ha comenzado y será una guerra terrible y larga. Además, no está dicho que nosotros la ganemos.