Una calle de Kampala, en Uganda.

Con una “santa tristeza” en el corazón

Matteo Severgnini

«La preferencia de Dios es el método. Lo comprendí cuando don Giussani me dijo que aunque yo fuera el único ser humano en el universo, Dios habría venido solo por mí, para que mi nada no se perdiera». Rose, responsable del movimiento en Uganda, se muestra visiblemente conmovida al pronunciar estas palabras durante la introducción en la Jornada de apertura de curso en Kampala. Casi 350 personas escuchan atentamente. Algunas de ellas llevan en su corazón una “santa tristeza”, como diría Dostoyevski, porque hubieran preferido ver al lado de Rose a Carrón, que tenía previsto visitar Kampala precisamente esos días. Pero han tenido que conformarse con el video en inglés que les han enviado desde Italia. Según el programa establecido, después de pasar dos días en Nairobi con cien responsables del movimiento de Comunión y Liberación en África, debería haberse celebrado la Jornada de apertura de curso en Kampala, pero la emergencia del ébola nos obligó a cambiar todos los planes de un día para otro, y Carrón tuvo que cancelar el viaje.

Pero el Misterio tenía reservada una sorpresa para nosotros
. Si bien la ausencia de Carrón podía parecer a los ojos de cualquiera un evento fallido, para algunos ha sido la posibilidad de sorprender el Evento con E mayúscula. Ha sido la ocasión para descubrir el significado real de nuestras expectativas, porque como dice Carrón, «Dios no nos ha abandonado».

Manolita, una italiana que vive en Uganda con su marido y cinco hijos, lo ha descubierto en su propia experiencia. La suya es una familia que tiene que afrontar los problemas normales de la vida en común, donde el marido acaba de cambiar de trabajo y poner en marcha una iniciativa propia. Esto les ha puesto delante de muchos desafíos, y ahora tienen que estar especialmente atentos a cómo gastan su dinero. Cuando la invitaron a participar en la Asamblea de Responsables de África (ARA), se puso muy contenta, estaba muy agradecida. Pero esa invitación implicaba también gastos imprevistos. Aquello no era una objeción para ella ni para su marido, harían un sacrificio para no perderse esta gran oportunidad. Pero unos días más tarde llegaron nuevos gastos inesperados, y ella empezó a dejar de estar tranquila. Un amigo, al leer claramente en su rostro todas estas preocupaciones, le recordó las palabras de Carrón en la Jornada de apertura de curso: «Pero la realidad, ¿de qué está hecha? De circunstancias, de circunstancias a través de las cuales el Misterio nos despierta, nos llama, nos sale al encuentro para que no decaigamos, para que no sucumbamos a la nada». Esta provocación le obligó a dar un paso: «Yo soy, ahora, porque Uno me llama a ser ahora, Uno me ama y todo es para mí». La fatiga de criar a los hijos y de la relación con el marido no desaparece, el desafío de administrar conscientemente la economía doméstica, la creatividad en el trabajo, nada de eso desaparece, pero se convierte en oportunidad para conocer a Aquel que la ama. Y la vida empieza a adquirir gusto.

Cuando, unos días antes de dejar Kampala para el ARA, la informaron de que el encuentro se suspendía, ella y su marido decidieron donar al fondo común de la comunidad el importe que les habría costado la estancia en Nairobi: «Esta decisión nos vino dictada sencillamente por la gratitud al movimiento, que nos ayuda a mirar de un modo distinto todos los aspectos particulares de nuestra vida, nuestro trabajo, el modo en que usamos el dinero, la relación con nuestros amigos e hijos. Con mi hija mayor, por ejemplo, estoy aprendiendo a no dejarme definir por su “rechazo”. No tengo prisa por que cambie, me sorprendo decidida a apostarlo todo por su corazón, sin aplicar en ella mi idea de perfección. Y precisamente por eso ella se está convirtiendo en una auténtica gracia para mí».

Como decía Carrón en su saludo a la comunidad de Uganda, citando una canción del cantautor italiano Giorgio Gaber: «Cualquiera puede darse cuenta de que un fragmento de la realidad, por pequeño que sea, puede cambiar la vida. Porque cada fragmento de la realidad es signo de que existe Uno que está haciendo ese pequeño, minúsculo trozo».

Una experiencia que también está cargada de verdad para Sara, una italiana que vive en Uganda con su familia desde 2008. Cuando invitaron a su marido Francesco a ir a Nairobi para conocer a Carrón, sintió cómo en su corazón se abría paso un extraño malestar: él era el afortunado, y a ella le quedaban solo las migajas. Aquello le pesaba en el corazón. Mientras doblaba la ropa de los niños o estaba trabajando en su despacho, se sentía como si estuviera en el lugar equivocado en el momento equivocado. Un día, mientras limpiaba el salón, su corazón empezó a rebelarse a esta sensación. Entonces se puso a leer el texto de la Jornada de apertura de curso, que ya estaba disponible en la web, y su corazón dio un vuelco al toparse con el testimonio de una médico con una hija con síndrome de Down: «La diferencia está en el gusto de vivir, que viene de la conciencia de que el Señor me llama aquí y no donde yo pensaba». Estaba triste porque estaba ciega: no veía la belleza de la circunstancia en la que estaba siendo llamada a vivir. «La razón por la que yo vivo no depende de Francesco. Está aquí, conmigo, aquí y ahora». Este juicio fue una auténtica liberación y despertó todo su deseo. Qué sorpresa levantarse al día siguiente e ir a trabajar con este juicio en el corazón: «Si tú no estás, yo no soy». Sara empezó a darse cuenta de que cada cosa era preciosa, su trabajo, su despacho, sus compañeros, incluso John, el encargado de limpiar la oficina, que hace su trabajo con alegría.

Experiencia es la palabra con la que Carrón ha despertado el corazón de todos nosotros. Todos nuestros proyectos no son nada comparados a la experiencia de sorpresa que el Misterio nos dona continuamente. Lo que aparentemente podía parecer un evento fallido ha demostrado ser una oportunidad fundamental para entender la preferencia del Misterio que hace nuevas todas las cosas, y lo hace mejor que nosotros, nos recrea de nuevo. Esta es una de las grandes sorpresas que se descubren en la relación con Él y es la fuente de una ilógica alegría.