Eugenio Mazzarella.

El mundo entero está aquí, en un establo o en Nueva York

Alessandra Stoppa

«En este documental se ve la enorme reserva de esperanza que tiene el futuro del carisma». Eugenio Mazzarella conoce el movimiento desde hace mucho tiempo. Primero como observador de la sociedad italiana y en los últimos años, por amistad. Filósofo en la Universidad Federico II de Nápoles, ex diputado del PD, sostiene que la idea de hombre propia de la fe cristiana «es lo más bonito que he oído nunca. Ese es el motivo por el que Giussani me gusta. Yo no le conocí, pero conozco sus frutos». A propósito del video, hace una sugerencia: «Si eres italiano, cambia de gafas».

¿Por qué?
Por la amplitud de horizontes de CL. Del video emerge esta proyección internacional de un modo muy vívido. Inmediatamente tienes la percepción de que estás ante una realidad eclesial que no se puede reducir a una visión doméstica, que es realmente importante. Es una realidad mucho más polifónica que lo que un italiano medio puede percibir si se queda solo en el impacto de su fuerte presencia italiana y sobre todo lombarda.

Se refiere a la universalidad del carisma.
Y también a su transversalidad. A su capacidad de llegar a realidades muy diferentes: ambientes intelectuales muy sofisticados, pero también populares; situaciones estructuradas de la vida eclesial, pero también de primera evangelización; y lugares que re-evangelizar, como son nuestras sociedades secularizadas. En las periferias del mundo CL lleva mucho tiempo, es su vocación.

¿Qué hace posible esa transversalidad?
Que dentro del carisma hay, fundamentalmente, una inteligencia afectiva. Toca lo esencial de cualquier experiencia humana, perfora la pantalla del intelectualismo. Es un carisma que te pone delante de las preguntas más humanas del hombre, delante de esa experiencia elemental que todos vivimos. Es una clave universal que llama la atención sobre lo humano, que usa un lenguaje capaz de aferrarlo todo, hasta la raíz. Y que luego genera una proyección evangelizadora que se ve en la película. Por ejemplo, me ha llamado mucho la atención el ganadero que está con las vacas y cita a Giussani...

Sí, dice que el sentido de todo «se ha hecho uno de nosotros» y que quien lo encuentra debería ir por todo el mundo para decírselo a todos. Y que eso puede hacerse «también estando donde Cristo te ha puesto».
Es como decir: el mundo entero también está aquí. Cristo está en todo el mundo porque en todo el mundo puedo “decirlo”, en un establo o en Nueva York. Esta es la verdadera potencia de desarrollo del carisma. Es lo que puede ayudarle a afrontar el riesgo de encerrarse en la proximidad, en la institución, en el asociacionismo… Creo que precisamente en esta conciencia vivida –que el mundo entero está allí donde se testimonia a Cristo– reside la posibilidad de salir de las dificultades. Me parece que el video también es una ocasión para valorar el camino recorrido, una forma de replantearse, reanudar y corregir un camino que puede haber dado menos frutos de los esperados. La historia pone de manifiesto que en las raíces espirituales del movimiento, en las razones originarias, está su gran reserva de esperanza.

Recientemente, en un encuentro de CL, usted decía: «Si animáis al hombre a esperar a Dios, habréis hecho un buen tramo de camino».
El que cree, o al menos esta es mi experiencia, no puede permanecer atrincherado en la seguridad de su propia elección. La fe es una ganancia cotidiana respecto a la duda de haber tomado la decisión adecuada. Para mí el problema es permanecer en el afecto a Cristo. Si conseguimos comunicar esto a los demás, ya les habremos ayudado. El carisma de Giussani, bien entendido, por lo menos mantiene en el ámbito de la experiencia cristiana las personas a las que encuentra. Luego no tomas la decisión por el otro: está el gesto de la libertad en el diálogo con el único Maestro. Un diálogo personalísimo. Pero conseguir que la gente custodie esa necesidad, esa posibilidad, constituye todo el camino humano de la evangelización. El último paso es cosa del Señor.