Copacabana, en Río de Janeiro.

«¿Estáis contentos? ¿Sois amigos?»

Isabella Alberto

Fue en Copacabana donde CL comenzó a estar presente en el estado de Río de Janeiro, en el año 1984. Por aquel entonces, dos jóvenes sacerdotes italianos, Filippo Santoro y Giuliano Renzi, aceptaron la invitación de don Giussani a cruzar el océano para servir a la Iglesia local.

Treinta años después, en la iglesia de Nuestra Señora de Copacabana –el mismo lugar donde fueron acogidos por monseñor Abílio Diniz–, aquellos dos sacerdotes (uno de ellos hoy es obispo) celebran una misa de acción de gracias por su historia. En la ceremonia participa el también obispo Joseph Romer, que junto al cardenal Eugenio Salles pidió entonces que CL pudiera estar presente en la ciudad.
Con motivo de esta celebración, Carrón envió este mensaje: «¿Qué razón hay para festejar vuestro aniversario, más que la gratitud porque el Señor, en estos treinta años, no os ha abandonado? Eso es lo esencial, donde el Papa Francisco nos invita a mantener constantemente fija nuestra mirada, solo el recuerdo que reconoce la fidelidad de Cristo en nuestra vida puede sostener nuestro sí cotidiano a la renovación de su llamada en las diversas circunstancias de la vida».

Las celebraciones duraron tres días, bajo el título: “Encuentros Río: una vida en movimiento”. Carlos Augusto, uno de los organizadores junto a Rosangela, Walter y Adriana, comenta: «Con Encuentros Río no queremos recuperar el pasado o recordar con afecto cosas que ya no existen; al contrario, queremos mostrar esta presencia que nos ha salido al encuentro y que hoy incide de un modo distinto, pero igualmente intenso, en nuestra vida».
A la misa del viernes le siguió una fiesta con fotos que recordaban varios momentos de la vida de la comunidad: vacaciones, excursiones, bodas, presentaciones culturales. Luego llegó el momento de los cantos que Giuliano y Filippo les enseñaron al principio de esta historia local de CL: Pim pam, Mattone su mattone, Viva la companì. La gente cantaba y bailaba, muchos acompañados de sus hijos o nietos, otros de sus padres, y otros de nuevos amigos. Una fiesta para todas las generaciones.

El sábado las actividades se desarrollaron en la Pontificia Universidad Católica (PUC-Rio). Por la mañana, Márcia Valéria Rosa, profesora de Historia del Arte, presentó la exposición “El bien de todos: los frescos del Buen Gobierno en el Palacio Público de Siena”. En una sala con casi 80 personas se proyectaban imágenes del Consejo de los Nueve, que ya pasaron por el Meeting de Rímini en 2010. Los frescos de Ambrogio Lorenzetti sirvieron para introducir el tema de la política, luego debatido con el sociólogo José Roberto Cosmo y por Santoro. En estas mismas aulas, monseñor Santoro ha dado clase durante muchos años. En 1996 fue ordenado en Brasil y asumió el cargo de obispo auxiliar de Río de Janeiro, luego fue obispo diocesano de Petrópolis y ahora es arzobispo de Taranto.
Justo después de la pausa para comer se proyectó el video Vidas extraordinarias, un documental sobre la vida de don Giussani. A continuación, un concierto-homenaje al poeta y compositor brasileño Vinicius de Moraes, a cargo del tenor Ricardo Tuttmann y el violinista Clayton Vetromilla.
Por la noche, llegó mucha gente para participar en la Jornada de apertura de curso: Marco Montrasi, responsable nacional de CL, presentó el video del encuentro celebrado en septiembre con Julián Carrón en Italia bajo el título “Si tú no estás, yo no soy”. El acto se retransmitió en directo en dieciocho ciudades brasileñas. Después de la Jornada, volvió la música, con un espectáculo-entrevista de la periodistaElisabeth Sucupira con Stella Caymmi, nieta del compositor Dorival Caymmi, uno de los más famosos compositores de canciones populares brasileñas, con motivo del centenario de su nacimiento. Stella respondía a las preguntas sobre la vida de su abuelo y, acompañada por el músico Mark Feitosa, cantó algunos de sus éxitos.
Para terminar, Marta y Rosangela, con un grupo de música, cataron algunos éxitos del rock nacional y de la samba en boga durante los años noventa. Estamos en Río: nadie puede estarse quieto. Hay que retirar las sillas, aquello se convierte en una gran sala de baile.

El domingo fue un precioso día de sol. En Copacabana se celebró la misa de clausura, seguida de un testimonio de don Giuliano y monseñor Filippo. Recordaron a don Giussani, los primeros encuentros, cómo empezó todo, en una escuela pública del barrio. Algunos de los jóvenes alumnos de aquel entonces estaban presentes ahora. Algunos han sido fieles estos treinta años, otros se han alejado, pero aceptaron la invitación para volver a encontrarse con estos amigos. El padre Giuliano recordó las dos preguntas que siempre les hacía Giussani: «¿Estáis contentos? ¿Sois amigos?». Santoro: «Esta amistad se ha extendido hasta llegar a otros sacerdotes de Brasil y de América Latina, y ha generado muchos hijos». Llegaron sin ningún proyecto, y con el tiempo el Señor construyó su obra. Terminaron cantando Sou feliz Senhor, la canción que marcó el inicio de su estancia aquí. Contentos porque el Señor camina con ellos. Y eso es suficiente.