Un momento del encuentro.

«Nosotros ya somos libres»

Teresa Succi

La libertad es el alma de la educación. Algún que otro padre o profesor lo sabe. Para los que han sido educados en el carisma de don Giussani, resulta aún más evidente, pues precisamente apelar a la libertad constituye la fascinación de su propuesta. El tema de la libertad fue el núcleo del encuentro celebrado hace unos días en el Centro de Roma, un punto de encuentro para jóvenes que nació de la pasión educativa de don Sergio Ghio.

Los primeros chicos que años atrás empezaron a estudiar y hacer con él la Escuela de comunidad, en los locales parroquiales entonces semi-derruidos, son ahora jóvenes padres y madres. Mientras tanto, entre muchos padres de los niños de catequesis de la parroquia cercana ha nacido una amistad que dura más allá de la edad escolar de sus hijos. Son personas adultas que han buscado la forma de ayudarse a educar y educarse, haciendo de esta ocasión una propuesta para todos. Así fue como tomó forma “La tarea de educar”, un ciclo de encuentros que desde hace unos años invita a personalidades significativas a confrontarse con ellos sobre temas concretos. Los testimonios que poco a poco han ido respondiendo a esta invitación (Gemma Capra Calabresi, Massimo Camisasca, Erasmo Figini…) han marco el camino de una hermosa amistad entre aquellos que, con sencillez y pasión, tratan de ayudarse en la tarea más difícil y fascinante de la vida.

El primer encuentro de este curso ha tenido lugar con el profesor de árabe Wael Farouq y con tres alumnas de la Universidad Católica de Milán: Jasmin el Habak, Monica Tawfilas y Omnia Abbas. Milanesas de pura cepa, hijas de padres egipcios, de religión cristiana e islámica, Jasmin, Monica y Omnia contaron con pasión cómo, a raíz del encuentro con Farouq y su invitación a no quedarse en los juicios superficiales de los periódicos, ha tomado forma una auténtica actividad de búsqueda e implicación con los acontecimientos en Egipto que dio vida al grupo Swap y a la exposición del Meeting de este año: “Cuando los valores toman vida”.

El criterio de fondo que les caracteriza es precisamente la atención a la persona: cada actor en la escena del mundo, y por tanto también en la plaza Tahrir, es en primer lugar una persona. Este es el juicio que ha cambiado el modo de valorar los acontecimientos, permitiendo a los estudiantes de Swap superar los estereotipos, encontrarse con rostros y hechos, hacer descubrimientos, expresar un juicio sobre los hechos, y llegar a decir que el encuentro entre musulmanes y cristianos no solo es posible sino deseado ya ahora.

El profesor comenzó contando un episodio de su adolescencia, sobre cómo su curiosidad por conocer y leer las historias de los profetas hasta en la Biblia le causó problemas con sus coetáneos y los adultos de su escuela. «El prejuicio es un conocimiento sin curiosidad». Mientras que es precisamente la curiosidad lo que nos empuja hacia la realidad y nos ayuda a no cristalizar nuestra opinión, a no ser ideológicos. «Incuso la religión, incluso la palabra de don Giussani puede convertirse en ideología». Dijo que de El sentido religioso le habían llamado la atención dos cosas: «La consideración de la tradición como algo que renovar constantemente, algo que vivir en primera persona, algo que debe suceder aquí y ahora para que sea verdadero. Y luego la categoría del otro, el otro distinto de mí: yo me conozco a mí mismo gracias al otro, al tú».

Demasiado a menudo, señaló Farouq, en el islam moderno se ve «una fractura entre el tiempo y el espacio». Hay quien se inclina completamente por los valores de la modernidad secularizada, y vive por tanto dentro del tiempo pero en otro lugar, transportándose completamente a Occidente en su mentalidad. Y hay quien se apega a la tradición de un modo cristalizado, viviendo por tanto en su propio espacio pero no en su propio tiempo, inmerso perennemente en un pasado que ya no existe. En cambio, la tradición es como el agua, que toma la forma del recipiente. «El recipiente de la tradición somos nosotros. La tradición debe tomar forma en nosotros aquí y ahora, para ser continuamente renovada y revivida». Eso es lo que hizo don Giussani, y lo que podemos hacer nosotros todos los días.

Es evidente que de lo que hablaban este profesor y estas chicas es algo vivo, que ya está sucediendo, más allá de sus propias previsiones. Así lo testimoniaban las alegres miradas de estas estudiantes, la paternal relación de Farouq con cada una de ellas, su confidencia y al mismo tiempo su gran respeto. Más de una vez dijo el profesor: «Esto lo he aprendido de mis alumnos...», «Esto me lo han enseñado los chicos...». Es hermoso ver en acto la experiencia de intercambio que la educación lleva siempre en sí misma, y que genera la capacidad de juzgar.

Luego el profesor relató cuando en El Cairo, en los días de la protesta, un chico le dijo en la plaza: «Nosotros ya somos libres». Aquello cambió su perspectiva. La libertad no es algo que otro nos da, es algo que descubrimos siempre en acto. Algo que podemos ver en quien nos la testimonia.

«Me dicen que soy amigo del movimiento», concluyó: «Pero yo les digo: ningún hombre puede ser amigo de un movimiento. Yo soy amigo de las personas del movimiento». Toda la diferencia radica aquí, en el estupor lleno de respeto por el misterio de cada ser humano, sea cristiano o musulmán. No hay educación sin libertad, no hay libertad sin educación. Esta noche lo vimos ante nuestros ojos.