Rosetta con los niños de la obra Don Giussani.

«Sin Rosa la ciudad no sería la misma»

Regina Alvares

Una platea llena y muy variada: niños, jóvenes, mujeres, hombres, ancianos, italianos y brasileños. En el escenario, autoridades políticas, religiosas, diplomáticas, hombres de cultura. Y en el centro, una señora sencilla, visiblemente azorada y conmovida: nuestra querida Rosetta - la gran fiesta de esta noche se debe a ella, que recibe la ciudadanía de honor de la ciudad de Belo Horizonte.

Un clima de fiesta y alegría que transforma un ambiente burocrático y frío en el de una gran familia. Lo más increíble es que esta noche todos se conocen, se miran, se abrazan y reconocen en esta mujer una Presencia que mueve y conmueve a cada uno. En muchos momentos de la velada, la formalidad de la ceremonia abre paso a un estupor con el que cada uno puede verse dentro de una historia, reconocerse como parte de un pueblo. Es imposible no darnos cuenta de que estamos profundamente agradecidos por el encuentro con Rosa. Como dice la cónsul, Aurora Russi, «Rosa no sería la misma si no estuviera en Belo Horizonte y Belo Horizonte no sería el mismo si no estuviera Rosa».

En los ojos de cada uno se hace patente esta maravilla: «Si no hubiera encontrado a Rosa, ¿qué habría sido de mi vida?», dice una madre en las imágenes del video que se proyecta en la sala y que describe las Obras Educativas Don Giussani. Al verla decir que «el significado de la obra es hacer de nuevo visible la presencia de Dios», una vez más nos enseña a mirar. Tanto que esas mismas palabras las cita el alcalde Silvinho Rezende, quien propuso la ciudadanía de honor para Rosetta: «Ahí era visible la presencia de Dios».

Es miércoles por la noche. La mayor parte de la gente el día siguiente tiene que madrugar para ir al trabajo, vive lejos y para muchos es el final de una jornada laboral intensa, pero nadie quiere marcharse. Es la alegría de un encuentro, que en unos casos sucedió hace años o en otros hace pocos días, pero en todos es evidente una misma conmoción. Rosetta testimonia con su vida la historia de un encuentro que ha cambiado –que cambia– el mundo. Incluso muchos que no creen están fascinados con ella, pero ella inmediatamente corrige: «No soy yo, es Otro».

Otro hecho que todos notamos es que la fiesta se celebró en una “noche roja”, y es que en el cielo también se festejó con una preciosa “luna roja”. Hasta sus amigos del cielo le querían rendir homenaje.