Un paseo con los amigos de Manaos.

Un maratón de miradas nuevas

Isabella Alberto

Tres días en tres ciudades, un viaje de grandes distancias atravesando Brasil. Es el maratón que Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de CL, ha recorrido para tener una serie de encuentros públicos en Sao Paulo, Manaos y Brasilia, del 14 al 17 de septiembre. El tema propuesto en todos ellos era la pregunta que Jesús dirigió a los primeros discípulos: «¿Qué buscáis?». En cada lugar, una novedad.

Primera parada, Sao Paulo. Cerca de 500 personas llegan desde decenas de ciudades, del norte y del sur del país. Rose cuenta su experiencia con una de sus hijas, que está enferma: «Ella necesita cambiar de escuela y yo quisiera que repitiera quinto, para que le fuera más útil. Pero por ley los niños “especiales” no pueden suspender. Cuando la miro vivo una lucha, porque percibo que me es dada para ser amada y feliz, y no para que termine un curso escolar». Carrón le da las gracias: «Nosotros decimos que el valor de una persona consiste mucho más en el hecho de ser amada que en el ser reconocida. Este es un ejemplo. Todo en la vida depende de encontrar a personas que nos amen así».

Luego interviene Anelise y habla de la hermosa amistad que está viviendo y del deseo de que esa amistad lo abrace todo: «Pensaba, por ejemplo, en el criterio con que uso el dinero. Yo también deseo que eso está en función de la experiencia que estoy viviendo». Carrón subraya: «Cuando sucede algo hermoso en la vida, eso determina la relación con todo, y deseamos que revista cada detalle de la existencia». Recuerda cómo don Giussani nos educó con el Fondo común: «No es una modalidad para recoger dinero sino para entender el valor de lo que nos ha sucedido».

Yasmine, estudiante de Medicina, habla de política: «De cara a las elecciones, me he visto provocada a dejar a un lado mi apatía y ponerme en movimiento. Pero todo me parecía un juego. Ese malestar se vino abajo cuando leí tu comentario sobre Jesús, que rompe los esquemas de la Samaritana, delante una sociedad dividida. Yo no tengo necesidad de discutir. Lo que me hace falta es una Presencia que despierte una mirada nueva hacia el bien de las personas». «Si no hay algo que continuamente despierte mi interés hacia todo, yo vivo apático», responde Carrón: «Nosotros hemos tenido la gracia de encontrarnos con alguien como don Giussani, que nos ha hecho interesarnos por todo».

Al final, Fernanda cuenta el camino de fe que ha hecho en los dos últimos meses, desde que nació Helena, su segunda hija, con una malformación en la boca. Este hecho le ha insinuado la duda sobre si podría llegar a ser verdaderamente feliz. Pero bastó un ataque de apendicitis para volver a tomar conciencia: «Me di cuenta de que Dios se estaba haciendo cargo de todo y me sentí completamente amada. Comprendí que el problema de mi vida no es una grieta en la boca de mi hija o una apendicitis, sino que la única posibilidad de transformar el dolor en esperanza es una relación». Carrón señala que «Helena existe porque existe un amor al origen de su vida, que le hace existir ahora y que la llevará a cumplimiento. Y eso introduce en nosotros una esperanza».

Tomamos un vuelo para recorrer 2.700 kilómetros hasta Manaos, al norte del país, la ciudad portuaria en el centro de la foresta amazónica. Empezamos con un paseo en barca hasta el Encontro das Aguas, el punto de encuentro de los ríos Negro y Solimões: sus aguas corren paralelas sin mezclarse durante varios kilómetros, creando un espectáculo maravilloso. Al volver, en el barco, don Giuliano Frigeni, obispo de Parintins, celebra la misa, recordando especialmente a los hermanos cristianos perseguidos y orando por la paz.

Por la noche, el encuentro público en la sede del movimiento. En la sala, la imagen de Pedro y Juan corriendo hacia el sepulcro. Con la misma mirada que los 130 amigos allí reunidos. Neide habla de su reconocimiento de la gracia y del dolor por su propia resistencia. Al oírla, Carrón empieza a hablar de un nuevo modo de mirarse: «Dios no nos mira por lo que hacemos bien sino por nuestro deseo». La joven Leticia cuenta cómo se siente preferida a sus 17 años, y Sâmia recuerda la mirada que le marcó hace veinte años, una mirada a la que ya nunca pudo sustraerse. Liane testimonia su renacer y su deseo de que el encuentro que ha tenido pueda ayudar a todos aquellos que encuentra. Vanila, 69 años, expresa su gratitud por el encuentro que tuvo cuando tenía 35 años. Delante de ella, Carrón dice: «Es Cristo quien hace existir, quien hace vibrar nuestros ojos. Sin el reconocimiento de Él, solo queda el sentimiento. Y cuando una persona se da cuenta de lo que le ha sucedido, la vida es distinta. No porque no nos equivoquemos, o porque no haya problemas, sino porque podemos mirarlo todo con la compañía de Cristo, que está presente en cada fibra de nuestro ser». Para terminar, una cena con la comunidad, una ocasión de encuentro con muchos amigos.

A la mañana siguiente, Carrón visita la escuela agraria Reina de los Apóstoles. En el desayuno, algunos colaboradores empiezan a dialogar con él sobre la obra. Le piden ayuda y Carrón cuenta algunas experiencias, les provoca: «El punto de equilibrio, ¿lo determináis vosotros o el Misterio? La cuestión es obedecer al Misterio que nos da estos recursos para responder a una necesidad, con realismo». Después, Cleison, estudiante de Agraria y zootecnia, ofrece su breve testimonio: «Cuando llegué aquí vi que esta escuela había una buena disciplina y empecé a valorar muchas cosas que me decía mi padre. Vengo de una familia humilde y mi padre siempre quiso que tuviéramos una vida buena, que estudiáramos; ahora estoy aquí y mi padre está orgulloso. Todo lo que siempre he querido es ver en su rostro una sonrisa suscitada por mí». Carrón se conmueve y le cuenta su experiencia: «También mis orígenes son humildes, mi padre era un campesino, como el tuyo. Y yo también quería hacerle sonreír. Eso pasaba cuando podía ayudarle. Pero cuando llegó el momento de ir al colegio, él pensó más en mi felicidad que en su conveniencia. Y yo siempre he intentado responder a su amor por mí aprovechando el tiempo y el estudio. Nada puede hacer más feliz a un padre que ver a su hijo crecer».

Salimos corriendo hacia el aeropuerto y desde allí a Brasilia, la capital federal. Un vuelo de tres horas y llegamos directamente al colegio Maristão, donde casi 150 personas de la comunidad se han reunido para participar en la asamblea. También aquí reaparecen muchos amigos y vemos rostros nuevos, como Jonathas, que da públicamente las gracias a Cirlene por haberle enviado un simple mail: «Ese día pensaba muchas cosas, y entonces me llega la invitación: “¿Qué buscáis?”. Por eso estoy aquí». Tres cantos preciosos y empiezan los testimonios. Ticiane habla de las vacaciones nacionales y de los desafíos que la vida le había preparado a su regreso: un robo y la muerte de su hermano. Hechos que vive con dolor, pero llena de certeza. Carrón: «Para llegar a esa certeza, hace falta haber hecho un camino de madurez en la fe. Vemos a Cristo actuar en nosotros. Cuando nos damos cuenta de que la fe nos permite estar en pie delante de todas las circunstancias, estamos agradecidos». Jomar hace una pregunta sobre la convivencia con los que son diferentes, y Carrón ayuda a entender una cuestión muy actual: «Estamos llamados a vivir la fe en un contexto muy particular, con comportamientos, ideas, valores totalmente diferentes. El Papa nos invita a ser una Iglesia “en salida”, a ir a todas las periferias. En mi experiencia, esto siempre ha sido una ocasión de crecimiento». Por último, Débora, que narra el duro camino de su vida hasta llegar aquí, habla de la gratitud que siente por su familia, un don de Dios. Carrón se entusiasma al ver documentada, una vez más, «la pertinencia de la fe con las exigencias de la vida». Y añade: «No se nos ahorra nada».

Al día siguiente, un poco de tiempo para pasear por Brasilia, conocer algunos lugares históricos de la ciudad diseñada por Lúcio Costa y Oscar Niemeyer e inaugurada en 1960. La última cita es una comida con 30 personas, donde con gran libertad se habla de la propia vida: las dificultades del matrimonio, las preocupaciones con los hijos adolescentes, el sentido del trabajo, la importancia de la compañía, la verdadera preferencia. Días intensos, que invitan a hacer un trabajo estable. No hay atajos, y es posible.