El Family Happening de Verona.

Las «caras felices» de la ciudad

Stefano Filippi

Domingo por la noche en la Plaza de los Señores de Verona, la estatua de Dante, los palacios, los turistas, el último sol de una de las jornadas más calurosas del verano, y un grupo de gente desmontando los equipos del Family Happening. Una señora se para, pregunta y exclama: «¡Qué caras tan felices tenéis!». «Muchas personas han preguntado: “¿Qué es esto, quiénes sois, qué hacéis, por qué?”», cuenta Valentina, investigadora universitaria, que forma parte del grupo organizador del Family Happening, que del 11 al 14 de septiembre ha transformado el centro de esta ciudad. «La respuesta a esas preguntas no es un discurso sino la experiencia del Happening: si has estado bien aquí, si te ha sorprendido una mirada, vuelves».

El título de este año era «Sorprendidos por una mirada». Era la décima edición de este evento, organizado por la asociación Family Happening, que reúne a cuarenta entidades dedicadas a la familia, la educación, la acogida, la ayuda escolar. Doscientos voluntarios. Una fiesta de familias para familias, con juegos en el centro histórico de la ciudad, espectáculos, números musicales, talleres creativos, citas culturales, exposiciones. En resumen, una vida llena de encuentros.

Sorprendidos por una mirada. No es un eslogan sino la expresión de personas cambiadas que quieren construir sin dejarse llevar por lamentaciones o contraposiciones. Como la mirada del actor y director Paolo Valerio, director artístico del Teatro Stabile de Verona, que una noche llevó a escena una pieza sobre los diez años del Happening y sus protagonistas de una forma imprevisible, haciendo suyo el relato del padre que enseña a su hijo a montar en bici en medio de un dilema entre sujetarlo y dejarlo andar. Como la mirada de Eva Martínez, una doctora madrileña que narra cómo se pone delante de mujeres pobres y solas, y cómo las acompaña: «Recuerdo a una chica que no decidió no abortar cuando le pedimos que hiciera algo bueno para sí misma y para su hijo. Dejó el alcohol y las drogas, dio a luz a una niña preciosa, y vio que era un bien que esa pequeña existiera. Por primera vez en su vida entendió que también era un bien su propia existencia».

Como la mirada de Natascia Astolfi y lo que significó para su familia y para el hospital Santa Úrsula de Bolonia la existencia del pequeño Giacomo, que nació con una gravísima malformación y sobrevivió apenas diecinueve horas, lo suficiente para cambiar la organización del reparto en una planta hospitalaria (ver Huellas, n.11/ 2013). Todo lo contrario a una vida inútil o indigna de ser vivida. «Durante 19 horas le tuve conmigo, vivimos como una familia normal y cambió el corazón de cada uno de los que nos veían. Fue un niño lleno de sentido cuando cumplía todas las condiciones para ser descartado. Frente a su lápida la vida me sigue desgarrando, pero el límite no es nada cuando se pone en manos de Dios».

Como la mirada de los niños, que fueron los protagonistas en la plaza, pedazos de historia que toman vida, bajo la mirada de sus padres, sorprendidos al ver cómo la belleza que contemplan los turistas se ha convertido para ellos en un lugar. Decenas de asociaciones de voluntariado estuvieron presentes en sus stands, testimoniando la belleza que es dedicarse unos a otros, mucho más que construirse un bienestar individual. También estuvieron presentes las instituciones: administradores locales, dirigentes sanitarios, profesionales, representantes de empresas patrocinadoras y fundaciones ciudadanas. Sus saludos tenían muy poco de institucional, más bien transmitían el deseo real de estar allí, por la certeza del bien que el Family Happening es para Verona.

Una noche hubo un encuentro dedicado a las palabras del Papa a los educadores: «para educar a un hijo hace falta un pueblo». Cuatro directores de centros educativos se pusieron en juego para explicar qué significa para ellos educar. Bajo el pórtico del Palacio de la Razón, el antiguo tribunal de la Serenissima, la exposición dedicada a un gran educador, don Bosco.
El domingo, durante la homilía, el obispo Giuseppe Zenti dijo: «Estamos aquí porque tenemos la experiencia de que vivir en Dios es adecuado para el hombre, y esta experiencia la comunicamos». Y deseó que «la familia sea defendida al menos con el mismo ímpetu con que se reconocen otros tipos de convivencia».

El filósofo Costantino Esposito y la magistrada Lorenza Violini hablaron sobre la búsqueda de la felicidad y los nuevos derechos, para ayudar a entender cuál es la «extraña mezcla de fascinación y aversión» que les rodea, cuáles son los límites que el derecho impone a las reivindicaciones, hasta reconocer que la felicidad no vendrá de las leyes ni del reconocimiento de un derecho (o presunto derecho). Para darse cuenta de ello bastaba echar un vistazo a los doscientos voluntarios del Family Happening.