Newman, los errores de la City y el grito de Freddie Mercury

Luca Fiore

No cabe duda de que este sábado Londres hablará del resultado del referéndum por la independencia de Escocia. Estará empezando a preparar el luto o la fiesta. En todo caso, es muy probable que los periódicos de la City obvien el nacimiento de un pequeño-gran evento en la vida de la ciudad: el London Encounter, que abre sus puertas en el Millennium Hotel de Mayfair, entre Piccadilly Circus y Hyde Park. El 20 de septiembre será una jornada de conferencias, exposiciones, música y encuentros promovidos por la comunidad de CL en Gran Bretaña. El título hace resonar en nuestros oídos la inconfundible voz de Freddie Mercury: «I want it all and I want it now», yo lo quiero todo y lo quiero ahora. Para entender verdaderamente qué tiene que ver este himno al deseo con una exposición sobre la crisis financiera, otra sobre el beato John Henry Newman y una conferencia sobre educación, habrá que husmear un poco por el Millennium Hotel.

«Llevamos varios años con el deseo de hacer un gesto público. Queríamos ofrecer un lugar donde poder abordar ciertos temas y decir qué es el hombre», explica Marco Sinisi, cirujano del Royal National Orthopaedic Hospital de Londres: «Comenzamos hace tres años realizando una exposición sobre el cardenal Newman, que surgió por la invitación de Benedicto XVI a seguir a esta figura de hombre moderno. Luego nos lanzamos después del encuentro dedicado al lema del Meeting de Rímini 2013 con John Waters. El «búnker de la razón» contemporánea del que hablaba Ratzinger, cómo actúa la dinámica del deseo en la vida cotidiana, y con una forma de comunicar moderna y persuasiva: «Me di cuenta de que necesitaba identificar y mirar los límites del “búnker”, porque es ahí donde se desarrolla nuestra vida».

Alessandro Ventura, dirigente de Unilever, se encontró con la tarea de ser el “project manager” del London Encounter. Tuvo que afrontar los desafíos organizativos de un evento sin precedentes para la comunidad de Gran Bretaña. «Haciendo mi tarea, he podido ver todos los signos que emergían durante el trabajo. Yo no era quien tenía que guiar, no era yo el líder sino el primero en seguir, seguir la obra de Otro que estaba sucediendo delante de mis ojos. A veces ha sido realmente conmovedor». Signos concretos, muy concretos. Encontrar en pocas semanas el lugar, en una zona muy céntrica y a un precio razonable. Un amigo que se dedica a la producción de vino que ofrece 150 botellas para hacer una noche de degustación dedicada a recaudar fondos para el evento. Un importador italiano que dona la comida para el restaurante. Una diseñadora dispuesta a trabajar gratis para realizar la imagen. Ver cómo se implicaban personas de la comunidad que normalmente se quedan al margen. «Pero sobre todo me ha impresionado cómo ha crecido la amistad entre los que hemos trabajado más directamente en la organización. De manera particular, entre los que han realizado la exposición sobre la crisis económica».

La aventura de la exposición nació tomando una copa de whisky. Allí estaban un cirujano, Marco, un experto en literatura latina en Oxford, Giuseppe Pezzini, y un puñado de personas dedicadas a las finanzas: Chris, Richard y otros. Algunos de ellos “peces gordos”, como Richard Salomon, dirigente del Royal Bank de Scotland. Marco lanza la provocación: «Desde 2009 mi sueldo se ha reducido un 30 por ciento. ¿Por qué? Porque al sistema sanitario inglés le falta el dinero que se ha utilizado para rescatar a los bancos. Ahora da la impresión de que todo vuelve a ser como antes de la crisis, también los super bonus de los bancos. Yo estaba muy enfadado con esto y mis amigos que trabajan en la City al principio defendían el sistema». Nace así la voluntad de hacer un trabajo serio por entender qué está sucediendo y por qué sucedía. «Al principio era una carrera a ver quién sabía más. Giuseppe y yo intentábamos entrar en la discusión, pero al final teníamos que quedarnos callados porque no sabíamos de qué estaban hablando», cuenta Marco: «En cierto modo era cierto lo que decían, pero yo tenía la percepción de que ese “deseo loco” del que había hablado John Waters no podía quedar al margen de lo que sucedía en el mundo financiero. Pero los expertos me decían que no, que si se habla de finanzas se habla de finanzas. Veía la dificultad que había para dejarse interpelar desde un punto de vista distinto. Les decía: “Pero que Dios se haya hecho hombre, ¿tiene algo que ver o no?”. A veces, incluso de un modo explícito, la respuesta era “no”».

El trabajo no se detuvo ahí. Y la amistad tampoco. Los expertos de la City comenzaron un largo trabajo de análisis y reconstrucción de lo que había sucedido. Al final llaman a sus amigos para pedirles ayuda al sacar las conclusiones de lo que han descubierto. Uno de ellos termina enviando un mail de agradecimiento: «Al principio estaba convencido de que la dinámica del deseo realmente no tenía nada que ver con el trabajo que yo hago. En cambio ahora he visto que soy yo el que está dividido. Hablo de deseo con vosotros pero en mi trabajo sigo otra lógica. Ahora vuelvo a empezar desde aquí, de haber entendido esta división mía. Es el primer paso para poder reconquistar mi humanidad».

Después de este trabajo, ¿se perciben mejor los límites del “búnker”? «En el fondo, ¿qué fue el bail out para salvar a los bancos?», se pregunta Marco: «El intento del hombre por salvar al hombre. No había otra posibilidad para evitar que el país cayese en un abismo de consecuencias sociales imprevisibles. Hoy me sigue fastidiando pensar que gano menos por esto, pero el trabajo de esta exposición me ha hecho volver a preguntar: ¿cuál es el valor de la vida? En el fondo, como decía Claudel, dar con alegría lo que tenemos. Mirar fuera del “búnker” significa ver que la naturaleza del hombre consiste en darse. Eso puede llegar a significar también dar del propio dinero. Para estar contentos hace falta dar la propia vida. O entregas la vida por algo grande o de todas formas la verás consumirse».

Marco y Alessandro están seguros de ello: el London Encounter ya ha empezado. Incluso antes de abrir sus puertas. Podría incluso suspenderse en el último momento y el trabajo de estos meses no habría sido en vano. «Lo que he visto hasta ahora bastaría para decir que ha valido la pena», concluye Marco: «He visto crecer la atención de unos hacia otros, una disponibilidad a la corrección recíproca (que para mí no es nada fácil) y la capacidad de reconducir las propias decisiones al objetivo común». No es poco. Y todavía queda por delante todo el programa.

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