Excursión de los chicos del CLU en La Thuile.

«Allí donde Él nos pone»

Francesco Brignoli

Desde la plaza del hotel Planibel, en La Thuile, la belleza de las montañas bajo la última luz del día podría servir de marco para un melancólico cuadro de finales del verano, mientras se agotan los últimos días de las vacaciones con los amigos y se abre paso el pensamiento de un nuevo año que ya está a las puertas. Sin embargo, el equipe de los universitarios de CL, tres días de encuentros y asambleas entre los responsables de las comunidades universitarias y Julián Carrón, en ningún momento presenta los rasgos nostálgicos de los últimos días de vacaciones, sino la vitalidad y la impaciencia de quien desea comenzar una aventura. Más de cuatrocientos jóvenes han acudido procedentes de quince países de todo el mundo para ver qué ha sucedido en el último año tanto en su vida personal como en su presencia en la universidad, y para aceptar el desafío que Julián les va a lanzar.

«La semana pasada hice las prácticas en una ambulancia», cuenta Emilio en la primera asamblea: «Una mujer se había tirado desde el octavo piso. Mientras miraba aquella terrible escena no sentí absolutamente nada y esa noche, cenando, pensaba que tal vez no somos más que esa carne aplastada que había visto horas antes. Sin embargo, en mi vida puedo reconocer la experiencia que yo vivo con vosotros. Y me pregunto: ¿qué significa entonces este hecho que me ha sucedido? ¿Cómo puedo estar delante de algo así?». Las preguntas que se plantean surgen de problemas muy concretos, no son elucubraciones conceptuales. Carrón salta de la silla: «¡Es esto! Debemos entender de qué nos sirven estos hechos. ¿De qué nos sirven estos desafíos que la vida no nos ahorra?». Alguno intenta responder, siempre a partir del relato de la propia experiencia.

Marcos estudia en Barcelona y cuenta lo que le sucedió cuando García le pidió que le acompañara unos días para visitar la comunidad de México: «La situación que encontré en ese país era terrible: pobreza, emigración, precariedad. No dejaba de comprobar si todavía tenía el pasaporte en el bolsillo, no veía la hora de volver a casa: ¿cómo se puede vivir en un lugar así?». Luego el propio Marcos centra la cuestión: «Si solo se puede vivir en ciertas condiciones, uno termina perdiendo la fe. El encuentro con una mujer del Grupo Adulto de México, ver cómo ella estaba delante de las mismas personas que yo veía, los mismos problemas que yo encontraba, impuso delante de mis ojos una compañía más fuerte que mis miedos. Y entendí así qué es lo que sirve para vivir, y que mi certeza está en Su fidelidad».

«¿En qué podemos identificar que Cristo es real?», pregunta Carrón: «En que vence el miedo, es una seguridad más fuerte que el miedo». Julián nos acompaña hasta descubrir el designio de Dios que se oculta detrás de cada circunstancia: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? Sin aquella noche en que los apóstoles no pescaron ningún pez, no habrían vivido el estupor causado por esa pesca milagrosa. El Señor nos hace pasar por todas las circunstancias no para decirnos que no somos nada, sino para mostrarnos cómo Él vence, para decirnos: “Mira quién soy yo”».

A la sucesión de los desafíos personales se une la urgencia de la misión en un mundo que ya no sabe nada de Jesucristo, especialmente entre los compañeros de la universidad. Que el panorama a nuestro alrededor está cambiando a una rapidez impresionante es algo que salta a la vista de todos, y el testimonio de Valentina, ginecóloga, nos lo pone delante de la cara con toda crudeza: en pocos años las leyes sobre temas éticos están sufriendo un alejamiento de los llamados “valores cristianos” que hasta hace poquísimos años era impensable. Durante su relato nos ponemos por un instante ante la inmensidad de la tarea que tenemos, nosotros que hemos tenido la gracia de encontrar a Quien da sentido a todo. Resuenan en la sala las palabras del mensaje del Papa enviado al Meeting de Rímini: «Un mundo en tan rápida transformación requiere de los cristianos que estén disponibles para buscar formas o modos para comunicar con un lenguaje comprensible la novedad perenne del cristianismo». Gracias a la compañía de estas palabras, la sensación de vértigo ante una tarea tan grande se transforma en un desafío que exalta nuestra humanidad, y ya no ves la hora de empezar en cuanto cruces el umbral de la universidad.
Porque ese es nuestro campo de batalla y de encuentro.

Como dijo una vez don Giussani, en una cita que reproduce el video de los 60 años de CL que vimos durante la última noche del Equipe: «Todo de lo que está hecho el mundo, un día se hizo uno de nosotros, y el que lo conoce debería ir por todo el mundo y contarlo a todos. También puedes ir al mundo y contarlo a todos estando donde Cristo te ha puesto».