«El don del Meeting este año han sido las periferias»

Giorgio Vittadini hace balance del Meeting 2014 en una entrevista publicada en Avvenire.
Paolo Viana

Se ha hablado del Meeting sin política, el Meeting sin negocios, el Meeting de la crisis… Ahora que ha terminado, ¿qué responde a estas etiquetas previas?
Que hemos tenido más visitas y, como siempre, mucha cultura, espectáculos, discusiones sobre los temas internacionales más importantes, y mucha economía, sobre todo economía social, con grandes empresas y jóvenes emprendedores. Además, no han faltado los ministros ni los alcaldes, ni hemos tenido miedo a afrontar los temas que más preocupan a la gente, y hacerlo junto a los que viven en esas periferias que los periódicos no ven.

¿Está en contra de la prensa?
No. Solo estoy diciendo que a los periódicos les cuesta hablar de la Italia real y publican imágenes que son efímeras. La mayoría sabe quién es san Benito pero no saben quién es Totila, el rey godo que irrumpió en Roma en tiempos de san Benito. Los medios solo se ocupan de los Totila que no vienen al Meeting y no entienden por qué tanta gente acude a ver una exposición sobre Jannacci y Guareschi, sobre Tolstoi o sobre Peguy. No se paran a escuchar el testimonio de una doctora como Scorsetti o a un educador como Medina, no hablan con los misioneros, solo se acuerdan de ellos si mueren de ébola. Para un católico, eso es pecado de omisión, para un periodista es desatención, incapacidad para ver por dónde pasa la historia.

Si la de CL ya no pasa por la política italiana, ¿por dónde pasa?
Nuestra experiencia nos está llevando a las periferias del mundo, a la ruta marcada por el Papa Francisco, junto a grandes guías como el padre Pizzaballa, como el intelectual ucraniano Filonenko, como el vicario del patriarca de Moscú, Panteleimon, que son solo algunos de los grandes nombres que han pasado por esta edición. Probablemente estamos pasando del Meeting de la amistad entre los pueblos al Meeting de los pueblos amigos, según una fórmula que se abre a la participación en la organización de pueblos y religiones pertenecientes a 43 países distintos. El hecho de que en Rímini dialoguen rusos y ucranianos está cargado de significado. Me gustaría señalar que aquí está naciendo algo nuevo, que va más allá de las ideologías, que sigue la chispa de un deseo incontenible de bien que se convierte en factor para el descubrimiento de Cristo. En la misma línea, también CL está siendo cada vez más un hecho mundial: el baricentro se ha movido, no por una decisión previa sino porque es la dimensión y la perspectiva con que la gente vive su propia experiencia de fe. Este cambio se ve propiciado por el cambio del mundo, que es más abierto –basta pensar en el número de jóvenes que emigran por motivos de trabajo, en las etnias y culturas que se mezclan en todos los países– y por el magisterio papal, desde Juan Pablo II a Francisco.

¿No echa de menos el viejo baricentro lombardo?
El baricentro nunca ha sido Lombardía, sino la experiencia de vida y de fe que cada uno hace personalmente. Ahora lo es aún más.

Al Meeting acuden muchos que no son de CL. ¿Qué se llevan a casa de esta experiencia?
El don que el Meeting ha ofrecido este año a sus visitantes ha sido la posibilidad de seguir lo esencial en las periferias de la existencia, con la certeza de que este seguimiento nos conforma. Como decía Guareschi, todos estamos siempre un poco fuera de lugar, pero no es necesario tener quién sabe qué para vivir plenamente la propia existencia. Estando aquí es más fácil que, si uno abre su corazón, caiga en la cuenta inevitablemente de su deseo de hacer algo bueno para sí mismo y para los demás, surgen las ganas de querer al menos ver algo verdadero que, tal vez, pueda llegar a hacernos mejores. Así uno empieza a cambiar. Se empieza por aquí para buscar el destino y a lo largo del camino esperamos descubrir a Cristo en la realidad, incluso cuando es difícil. Un laico que escucha a Pizzaballa no puede dejar de preguntarse quién será ese Jesús que infunde tanta esperanza y alegría en medio de un contexto de guerra. Ir al Meeting ayuda a preguntarse el porqué. Al ver a los voluntarios que se pasan el día en la barra o en el aparcamiento, o limpiando los baños, es inevitable preguntarse por qué lo hacen, porque es imposible que estén todos locos. Quizás les mueva una motivación verdaderamente fuerte, más fuerte que nuestras insatisfacciones cotidianas.

Entonces preguntémonos esos porqués. Empecemos por Renzi, ¿por qué no ha venido?
Hablo de porqués muy distintos… No hay polémica alguna, estamos contentos, y el premier va adonde quiere. Nadie está decepcionado, nadie está humillado, no tenemos carencias afectivas ni apetitos hegemónicos:

¿Y por qué ha venido el cardenal Pell?
Estoy conmovido y admirado por su visita. Aquí, todos los personajes públicos vienen con el deseo –más o menos explícito– de subir al escenario y hablar al pueblo del Meeting, mientras que el cardenal Pell ha venido de forma privada, solo para conocer este lugar. Eso dice mucho de lo que es una posición verdaderamente cristiana.