Una experiencia que sostiene a los padres

María Serrano

«Este libro es un don, un regalo que nos ofrece más de 40 años de experiencia en el ámbito de la psicología familiar, de los jóvenes, de la verdadera antropología humana». Así describían el libro «Ho sete, per piacere» («Tengo sed, por favor») de Vittoria Maioli Sanese, una perspectiva cercana y verdadera sobre la vida familiar. «La relación en la familia no puede ser algo cerrado, que no deja respirar, sino una respiración en sí misma: es lo que nace de una mirada. Yo miro a uno y él me mira a mí, es donde espero, donde tengo la posibilidad de expresarme», explicaba la autora.

Emilia Guarnieri, presidenta de la Fundación Meeting por la Amistad entre los Pueblos, se confesó sorprendida por la sabiduría de Maioli, una persona «que ha crecido» y cuya conciencia «del sentido verdadero de las cosas» ha mejorado: «Victoria siempre parte de la realidad, nunca impone sus ideas. En ella vence una sabiduría profunda que proviene de la penetración en la realidad, de la experiencia, y nos hace ver que el tiempo no pasa sin sentido». La autora explicó cómo pide esta sabiduría cada día, y cómo a través de la escritura satisface su deseo de poder ser útil: «Me sorprende que la palabra escrita pueda abrir un diálogo. El título de mi libro nació de un diálogo con mi hijo, que me gritaba que tenía sed, como un imperativo, y después añadía 'por favor'. Era un grito de necesidad. Cuando tenemos un deseo, el deseo necesita un imperativo muy fuerte, pero debe ser expresado también con petición, reconociendo la necesidad del otro», añadió Maioli, que afirma la importancia de la autoridad, el orden y la identidad en la familia. «¿Tú quién eres? ¿Quién soy yo en esta relación? De la respuesta nace una autoridad real, porque nace de una evidencia de lo real».

Vittoria Maioli ha estudiado con atención la figura del padre, al igual que la maternidad en su sentido original. Según ella, la madre empieza una relación íntima con el hijo que el padre no alcanza a entender. Sin embargo, es la madre la encargada de explicárselo: la relación padre-hijo tiene, en un principio, como interlocutora a la madre. Una vez que el niño nace y empieza a crecer, el padre asume su deber. «La ausencia del padre es una de las grandes catástrofes familiares. Provoca problemas de dependencia, de incomunicación. Y esto no es porque la madre represente el lado tierno y el padre el disciplinado; de hecho, esta concepción es muy grave: impone un clima de 'tribunal' y mata a la familia poco a poco. El amor que sustenta a la familia es un criterio para vivir, no sólo un sentimiento», conluyó la autora, que habló de los jóvenes como «personas confusas que necesitan ver a adultos seguros, que sean su compañía y les transmitan que la vida tiene un sentido, un propósito. Que la vida es positiva».