Libertad entre los barrotes

Carla Vilallonga

Entra una señora mayor en la oficina donde Guido trabaja como guarda de vigilancia.
- ¿Quién es usted?-, le pregunta él.
- Una terrorista-, le responde ella-. Por homicidio. He estado veinticinco años en la cárcel.
- Pero yo le he preguntado por su nombre, que vale mucho más que el crimen que usted ha cometido.
La señora, llena de sorpresa, rompe a llorar. Se hace amiga de Guido, que lleva muchos años trabajando en el mundo de las cárceles, y empieza a buscar respuestas para su propia vida. Decide intentar entender, un cuarto de siglo después de que éste sucediera, las razones que la llevaron a cometer el delito.
- Y ahora, ¿qué hago?-, le preguntó a su amigo.
- Ahora, siga usted la realidad.
Al cabo de poco tiempo la herida mujer asistió al Meeting de Rímini. Sus palabras al conocerlo fueron: “Lo que he visto es la respuesta a lo que yo y mi grupo buscábamos en la lucha armada que llevamos a cabo hace tantos años”.

Esta escena fue la más conmovedora de las que se contaron en el salón D5 del Meeting, en un acto que presentó Nicola Boscoletto, presidente del consorcio social Giotto. Entre el público se encontraban agentes, magistrados de vigilancia, abogados, ex detenidos y presos, con permisos, junto con sus familiares.

Bambrilla, por su parte, quiso subrayar que él nunca se ha encontrado con monstruos en la cárcel, sino con personas –frágiles, que confunden el bien y el mal– que además tienen esperanza. Asimismo, señaló que lo importante en un trabajo de ayuda a presos es amarlos antes que nada, y no caer en ser “profesionales del bien” ofreciéndoles programas, amnistías y actividades pero olvidándose de a quién tienen delante.

Patrizia Colombo, responsable del proyecto de la cooperativa social Onlus Homo Faber en la cárcel de Bassone, Como, intervino aportando numerosos testimonios, contando su propia experiencia: “Sólo a partir de una mirada buena, con la que yo he sido mirada, ha podido manar una mirada igualmente positiva sobre la realidad”. En su caso, respecto a la realidad de los detenidos, “portando frutos inesperados y estables”. Tan estables como para haberse convertido su sala de proyecto en un lugar de amistad y deseo de construir, en una casa”. Cartas conmovedoras de presos (que son también amigos ahora) documentan este cambio imposible: “Cuando la caridad te viene al encuentro con un rostro humano, entiendes que eso es lo que siempre habías esperado”, concluía Colombo.
Subrayó el hecho de que a menudo los presos empiezan a despreciar a la sociedad y a rechazarla, puesto que ésta los tiene por seres extraños. “La dignidad debe permanecer entera también en la cárcel. Porque no es algo que se consiga por méritos, así como tampoco nadie pierde la dignidad por desméritos”.

Massimo Parisi, director de la segunda casa de reclusión de Milán-Bollate, contó que después de años de estudio teórico, cuando llegó a una cárcel para trabajar en ella se dio cuenta de que “solemos juzgar al reo en base a lo que ha cometido y lo etiquetamos, lo marginamos de la realidad, omitiendo el hecho de que todo hombre tiene dentro de sí actitudes, potencialidades, recursos y capacidades que desconoce”. Parisi recordó que el objetivo de un recorrido de rehabilitación de escuchar, seguir y acompañar a los detenidos a la reinserción social. “Solos no se va a ninguna parte”, afirmó el director, contando, por último, el proyecto de Demetra, mediante el que los detenidos, a través de su propio trabajo, recogen fondos para resarcir a las víctimas.