El hombre vale más que su enfermedad

Carla Vilallonga

En el pabellón D3 ayer por la tarde dos invitados respondieron al provocativo lema de este año: “El destino no ha dejado solo al hombre”. Presentado por Letizia Bardazzi, contaron su experiencia en las periferias Marta Scorsetti, responsable de unidad operativa de radioterapia del Instituto clínico Humanitas de Milán, y el padre Jerry, pastor evangelista en Rochester, Estados Unidos.

“¿Por qué puedo decir que el destino no ha dejado solo al hombre? Porque no me ha dejado sola a mí”. En primer lugar, Marta Scorsetti hizo referencia a su vocación. “Cuando fui a ver a don Giussani y le dije «Quiero entrar en los Memores Domini», él exclamó: «¡Por fin una chica guapa que da la vida a Cristo!». La vida es bella porque es libre”. Cuando iba al Instituto de tumores de Milán veía a todos los enfermos con el mismo aspecto: la cara pálida, la cabeza sin pelo, y el rostro lleno de dolor, drama, la expresión de quien vive con un sentido de condena, de una vivencia inevitable. “En cambio, yo estaba alegre por haber encontrado a Cristo”. Preguntó de qué manera podía ayudarles. Un amigo le contestó que yéndose a trabajar en radioterapia. “Se trata de un trabajo duro, puesto que la mayoría de enfermos mueren”, añadió él. Marta entonces decidió dedicarse a la parte de radioterapias, para poder estar cerca de estos rostros con el aire de abandono. Dijo sí a estar con ellos hasta la muerte.

A partir de ahí empezó un camino fascinante. “Tienen muchísimas preguntas. Desde «¿Qué será de mi mujer?» o «¿No podré ver la graduación de mi hijo?», hasta la pregunta por el sentido de la vida”. Sus compañeros de trabajo, cuando la situación se vuelve complicada, se enfadan o huyen. Marta, en cambio, permanece. “Tengo curiosidad por ver qué va a hacer Él. Vivir es estar juntos. Ningún hombre vive solo, sino con otro”. Marta cuenta ante un público expectante un puñado de escenas que ha vivido a lo largo de su carrera en el hospital con estos enfermos de cáncer. Aquí algunas de ellas.

¿Qué es este sol?
Después de un tratamiento de radioterapia, uno de los enfermos vuelve a casa. Antes pasa a ver a la doctora Scorsetti. Ella le dice:
- Espero volver a verte pronto.
- Doctora, usted tiene el sol en los ojos. Y un hombre que está muriendo necesita el sol. ¿Qué es este sol?
- Yo he encontrado a Cristo, y soy feliz.
- Ahora estoy preparado.
Al cabo de unos días este hombre necesitado del sol se va al cielo, preparado.

Usted me gusta porque ríe
Una señora enferma, alemana, tenía un tumor y no se sabía si el diagnóstico siguiente iba a ser positivo o negativo. Ella entonces dice que quiere pedir directamente la eutanasia.
- Pero ¿por qué? –pregunta Marta–. ¿Acaso no tiene usted familia?
- Sí, tengo un marido al que quiero mucho. Quiero vivir, pero tengo miedo de sufrir.
Marta le propone un tratamiento para que pueda curarse.
- Usted me gusta porque ríe, doctora. ¿Pero usted estará conmigo si muero? ¿Estará usted conmigo en caso de que las cosas se estropeen; estará junto a mí en la habitación si muero? En caso de que sí, accedo a su propuesta.
Marta contesta afirmativamente y aún se pregunta qué es lo que realmente desea esta mujer para insistirle tanto en estar con ella hasta el último momento. “Me doy cuenta de que soy la relación con Cristo”, concluye la oncóloga.

Marta cada día, cuando sale del hospital, mira al cielo. Cuando llega a casa custodia en su corazón todas las preguntas que tiene. “Y voy viendo cómo Él las va respondiendo”. Se da cuenta de que no basta que Cristo acontezca sólo una vez, sino que debe volver a suceder. Y de que “Él es uno que permanece contigo”. Lo comprendió especialmente con el caso que sigue:

¿Me espera?
Uno de sus enfermos, hombre casado, está exhausto.
- ¿Se rinde? –pregunta Marta.
- No estoy listo para la radioterapia.
- Le espero.
- ¿Me espera? –preguntó él, sorprendido.
“Lo esperé toda la mañana siguiente en mi corazón. No apareció. Pero por la tarde llegó su mujer. «Usted no sabe lo que ha pasado, doctora: mi marido lleva todo el día preparándose para venir mañana a verla. Ha cambiado, no es el mismo. ¡Incluso me ha pedido que lo afeite! He pedido tanto por él a la Virgen…». Con esto me di cuenta de que cuando alguien te espera en la vida, todo cambia”, juzga Marta.

Todo por un nieto
Un marido apático. Un matrimonio de conveniencia. Una familia acomodada. Un hijo con graves problemas psicológicos.
- Doctora, no tengo razones para curarme.
Marta escucha atentamente mientras busca un punto con el que entrar en diálogo con aquella señora que parece haber perdido la esperanza de que la vida sea vida.
- ¿Tiene usted nietos?
Inmediatamente los ojos de la enferma se llenan de brillo: vuelve la vida a ella.
- Sí, uno. Es el único normal de la familia.
- Hagamos la radioterapia por él. Por él podemos comenzar.
Al cabo de siete semanas esta mujer sanó. Marta insiste en que Dios es relación; relación que consiste en “una amistad a la que estamos llamados todos”.

¿Por qué el lema?
Marta ve el deseo de vida, de amor, de construir, de trabajar… “En fin, de ser feliz. Si no se me impide desear, no se me puede impedir vivir.” Un enfermo le dijo una vez: “Uno nunca está tan cansado como para no escuchar una canción bonita”. O el caso de una de sus enfermas que, quedándole poco tiempo en la tierra, decidió comprarse una casa más grande y bonita que la que había tenido hasta entonces. “Mientras mis compañeros pensaban que se había vuelto loca y que hacer eso cuando te vas a morir es estúpido; yo, en cambio, me alegré, porque significa ganas de vivir”.

“Hay uno que piensa en sus hijos”
Una mujer de 36 años. Metástasis pulmonar. Es enfermera, tiene dos niños pequeños (de 9 y 6 años, siendo uno de ellos discapacitado).
- Doctora, yo quiero vivir. ¿Qué pasará con mis hijos?
- Pero ¿tú sabes cuántos pelos tienen tus hijos en su cabeza?
- No. Pero muchos.
- Hay uno que sí lo sabe; uno que ha pensado en ellos desde antes de que nacieran. Que los hará felices. Usted no queda reducida a su enfermedad: ésta no le impide cuidar a sus hijos y a su marido.
- ¡Por fin alguien que no me etiqueta! En el trabajo todos lo hacen, señalándome y alejándose de mí. Ahora entiendo que puedo vivir con mi enfermedad. Usted ha curado mi corazón. Nunca me olvidaré de usted –le dijo la joven madre justo antes de salir por la puerta.
- Ni yo de usted –contestó Marta, mirándola, sabiendo que no la volvería a ver.

Conclusión: “Dios viene y todo se cumple”
“La vida es un camino –terminaba la oncóloga–, es una conciencia límpida y pura del destino que no se cumple porque uno esté enfermo en vez de sano, sino en el camino hacia Dios. Cada día es un paso hacia el destino y no tenemos más que aceptarlo: Dios viene y todo se cumple. La muerte no es el fin de todo, sino la llamada a una vida nueva. El hombre vale más que su enfermedad”.

Padre Jerry: “El carisma de don Giussani me ha cambiado la vida”
Gerald Mahon (conocido como padre Jerry) es pastor de la iglesia San Juan Evangelista en Rochester, EEUU. “Deseo vivir en la periferia donde Cristo se hace presente”, declara. “A menudo mi tímida fe y el miedo me han impedido vivir muchas experiencias, pero cuando conocí a don Giussani mi humanidad fue despertada de nuevo. Su carisma ha cambiado mi vida y mi fe”. El destino no ha dejado solo al hombre, prosigue el pastor, citando el lema del Meeting: “Buscaba algo y entonces llegó el abrazo de don Giussani”. El padre Jerry cerró su intervención citando nuevamente al fundador de CL: “Nada en el mundo puede justificar la suspensión de la memoria de Cristo”.

Y qué significa memoria lo explica Letizia Bardazzi al dar gracias a los invitados y despidiéndose del público al recordar ante todos que “la vida no consiste en hacer, sino en mirar qué hace Dios con los hombres”.