Una voluntaria en la plaza del Maidán.

La paciencia que construye la paz

Luca Fiore

Claramente es una coincidencia, pero causa cierta impresión hablar de los hechos de la plaza del Maidán cuando se cumplen 25 años de la matanza de la plaza de Tiananmen. Tan alejadas como están en el espacio y en el tiempo, así como en los resultados, ambas experiencias tienen mucho en común. No solo porque en febrero los carros blindados aparecieron en las calles de Kiev para, en algunos casos, quedarse (de un modo al menos escenográfico) sino también por sus manifestantes desarmados. El 4 de junio, el Centro Cultural de Milán invitó a tres testigos de estos hechos, uno de Kiev, otro de Jarkov (al este de Ucrania) y otro de Moscú. Eran el editor Constantin Sigov, el profesor de Filosofía Aleksander Filonenko y la poetisa Olga Sedakova. El tema: «Ucrania: existe un nuevo inicio también para nosotros».

Al este del país hay un combate, Moscú se ha anexionado Crimea, se respira un clima de guerra fría. Pero volver a mirar lo que generó la protesta de la plaza del Maidán y escuchar la experiencia de los que estuvieron allí, de los que la vieron como un punto de novedad incluso para Rusia, es muy importante para no reducirlo todo a escenarios geopolíticos.

«Estoy muy agradecido por vuestra confianza, porque es el único fundamento que nos permite abrirnos como hombres», dijo Sigov al empezar su intervención: «La gente que se reunió en el Maidán lo hizo porque confiaba en los que empezaron a jugarse la vida por la libertad. Para mi generación ha significado darse cuenta de que nuestros hijos, chicos de veinte o treinta años, han empezado a no tener miedo. Ante esto hemos comprendido que no teníamos elección: debíamos seguirles». Pobres y ricos, jóvenes y viejos, veteranos de Afganistán y pacifistas, gente de derecha y de izquierda: una multiplicidad de personas que se han sentido unidas por algo más grande. «Y no era la aversión hacia el gobierno; hemos sentido la necesidad de quitarnos los anteojos y dejar que se disolvieran las divisiones, porque lo que nos podía donar la liberación era nuestra unidad», afirmó Sigov: «Para vosotros, puede significar una sigla, CL, porque es fácil acostumbrarse a las palabras; pero en el Maidán hemos entendido que la relación entre comunión y liberación se ha hecho indispensable».

Olga Sedakova, tras escuchar de nuevo el relato de Sigov, admitió haber vuelto a sentir la misma felicidad que percibió la primera vez. «Para entender lo que estaba sucediendo en Kiev utilicé inmediatamente mi intuición de artista. No un juicio, sino la intuición. León Tolstoi hacía una distinción entre lo que está vivo y lo que no lo está. Es algo que se puede ver: lo que está vivo es también bello y verdadero. Eso es lo que vi en la plaza del Maidán: personas que antes eran estatuas y que han empezado a vivir. Solo lo que está vivo puede generar una obra de arte, puede ser fecundo». Para la poetisa moscovita, que en febrero escribió un artículo que levantó ampollas en Rusia bajo el título “La luz del Maidán”, el siglo XX ha hecho todo lo posible para que los hombres olvidaran el valor de la esperanza. «En Rusia y en Europa los filósofos han sostenido que la esperanza era una ilusión y que había que abandonarla para mantener la dignidad. Pero para mí no es una ilusión, es una virtud muy fuerte. No elimina el miedo, sino que abre una brecha».

También para Aleksander Filonenko la cuestión radica en la victoria sobre el miedo: «Cuando la gente tiene miedo y no sabe qué hacer, mira a su alrededor para ver qué hacen los demás. En Kiev se han dado cuenta de que los que estaban venciendo el miedo eran sobre todo los cristianos. La presencia de los sacerdotes en la plaza era una presencia de paz. La tienda-iglesia era el signo concreto de una forma distinta de vivir esas circunstancias. La oración vence el miedo, no lo vence para siempre, crea un espacio. La presencia de Cristo fue esos días un hecho concreto». Filonenko cita a San Pablo: «Nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza». La paciencia ha transformado el Maidán, afirmó el profesor de Jarkov: «La paciencia es un trabajo, es una actividad por la que el cristiano decide construir la paz dentro de la guerra, sabiendo que la paz es algo más grande que él, pues la da Cristo. La libertad y la dignidad nacen de la fe. Los ucranianos no han utilizado los valores europeos, no querían tomar lo que no tenían, pero han redescubierto estos valores y han comprendido que para vivirlos hay que ser cristianos».

Para Sigov hay dos noticias, una buena y otra mala. «La mala es que por primera vez en su historia la Unión Europea tiene un enemigo, que es la nueva Unión euro-asiática. Moscú quiere debilitar los vínculos internos de la UE porque es más fácil imponer condiciones a los países que a una entidad más fuerte. Hoy el problema es cómo puede nacer una nueva Europa que deje atrás el espectro de la era soviética. Pero aquí llega la buena noticia: la canonización de Karol Wojtyla. Estoy lleno de curiosidad por ver cómo esta santidad, que en vida se expresaba como la de un frágil starets, continuará actuando en la historia como hizo en los años ochenta y noventa».

Sedakova también se refirió a Europa: «Nuestro continente hunde sus raíces en Jerusalén, Atenas y Roma. Jerusalén es el cristianismo, Atenas la libertad de pensamiento y el sentido de la belleza, Roma el derecho que permite la convivencia civil. Rusia siempre ha mirado a estas tres ciudades, sobre todo a las dos primeras. Pero hoy el gobierno muestra de un modo caricaturesco estos valores y los contrapone a los valores de la tradición rusa para desacreditar la revolución ucraniana. Se está creando un sistema ético que desata las manos de la violencia. Es verdad, los valores europeos se encuentran raramente en la Europa contemporánea, pero siguen siendo su grandeza».

¿Cómo no reducirlo todo a un recuerdo de algo que sucedió durante los meses del Maidán? Se lo pregunta Filonenko, pero es una cuestión viva en todos los que vivieron la revolución en primera persona. «La respuesta pasa por la educación. Hay un camino que recorrer, pero necesitamos maestros para emprender este viaje. Grandes maestros, como Dante, por ejemplo, que nos enseñen que la verdadera esperanza nace del encuentro con Cristo». Para Filonenko la dimensión del tiempo es decisiva, dentro de ella se juega la paciencia y la disponibilidad a no ver los resultados del propio testimonio: «Como quien siembra un jardín. Puede saberlo todo de botánica, pero lo que más necesita es la disponibilidad para servir a la naturaleza sin saber cómo crecerá. El hombre contemporáneo no soporta este vértigo, pero es de eso de lo que siente más nostalgia. Nuestra esperanza es convertirnos en nuevos sembradores de jardines».