Una mujer siria con una caja de ayuda.

Las manos de la paz

Anna Minghetti

La globalización de la indiferencia. El Papa Francisco ha vuelto a llamar la atención sobre la «enfermedad que hace tanto mal al mundo hoy», y lo ha hecho en el mensaje dirigido a los participantes en el encuentro de coordinación de los organismos caritativos católicos que trabajan en el contexto del conflicto sirio. El encuentro, promovido por el Pontificio Consejo Cor Unum, se celebró el 30 de mayo en presencia de su presidente, el cardenal Robert Sarah. La crisis siria, dijo el Santo Padre, «no se ha resuelto, de hecho sigue adelante, y corremos el riesgo de acostumbrarnos a ella: de olvidar a las víctimas cotidianas, sus indecibles sufrimientos, los miles de refugiados, entre ellos ancianos y niños, que sufren y a veces mueren a causa del hambre y las enfermedades causadas por la guerra. Esta indiferencia hace mucho daño».

En un encuentro con los periodistas al término de la jornada, el secretario del Pontificio Consejo Cor Unum, monseñor Giampietro Dal Toso, hizo suya la preocupación manifestada por el Pontífice, subrayando la necesidad «de intervenir en la opinión pública para crear un ambiente donde no se olvide esta guerra».

En la reunión participaron 25 agencias católicas, entre ellas el CRS, Jesuit refugee service, Cáritas Italiana, Pontifical Mission, Avsi y otras, cuyo trabajo Dal Toso valoró especialmente en un momento como este. «La Iglesia habla mediante el Papa, pidiendo a la comunidad internacional que se movilice para que cese el conflicto. Pero la Iglesia también actúa mediante estas realidades». Más allá del compromiso material, cuantificable entre los 80 y 100 millones de dólares en proyectos humanitarios que desarrollan en diversos sectores, monseñor Dal Toso señaló el rasgo característico de estas entidades católicas: «El enfoque personal, el deseo de llegar a la gente, sin distinción de pertenencia religiosa, étnica o política».

Tres fueron los principales temas tratados durante esta jornada de trabajo. El primero se refiere a lo que se puede hacer dentro del país, que más allá de la ayuda inmediata se puede derivar según tres vías fundamentales. «La primera son los proyectos de reconciliación», afirmó el secretario de Cor Unum: «La Iglesia se siente, como Iglesia, llamada a ser un factor de reconciliación entre las poblaciones, entre las personas. La segunda es la educación, porque corremos el riesgo de tener una generación entera que no va a la escuela. Este dato supone una llamada específica a nuestros organismos para invertir en formación, trabajar con los niños y jóvenes. Y la tercera es el trabajo, crear nuevas oportunidades, porque la guerra en Siria ha llevado el desempleo al 80%».

El segundo ámbito en el que las organizaciones quieren concentrar sus esfuerzos es el área medioriental. «Hay al menos cuatro países afectados por esta emergencia: Iraq, Jordania, Líbano y Turquía, donde se refugian los que huyen de Siria». Tanto a nivel interno como de los países vecinos, es decisiva la coordinación entre las distintas agencias. «Cada organismo trabaja según su especificidad, pero es muy importante mantener una información recíproca». Y si trabajar juntos en un área tan grande y compleja es siempre una tarea difícil, aún más valioso es al menos poder llegar a una comunicación mutua sobre las respectivas intervenciones. Es el caso del centro de información de Beirut, por ejemplo, que ha comenzado a trabajar en el último año, con muy buenos resultados.
El último objetivo de los organismos católicos es una acción sobre la opinión pública en relación a los gobiernos respectivos, para que no se olviden de lo que está sucediendo y se impliquen en la apertura de vías de paz. Monseñor Dal Toso subrayó la importancia de «contribuir a crear una voluntad política para resolver el conflicto. En el pasado, por ejemplo en septiembre, cuando se bloqueó el tráfico de armas químicas, hemos visto que es posible encontrar esta voluntad política. Nos parece importante que a nivel de los respectivos países, nuestras agencias puedan trabajar en este sentido». La Santa Sede ha pedido «que haya libre acceso humanitario en todas las zonas. Es importante que sea posible acceder a todas las zonas respetando los derechos humanos, para que todos puedan tener al menos lo mínimo indispensable para vivir».

En resumen, una jornada de trabajo «totalmente positiva», para hacer emerger la posibilidad de dar ciertos pasos concretos y favorecer una acción común, tanto en Siria como fuera de ella. En su discurso a los participantes, el Papa Francisco habló de su acción como «expresión fiel del amor de Dios a sus hijos que se encuentran oprimidos y angustiados. Dios escucha su grito, prestadle a Él vuestras manos». En el breve encuentro que tuvo lugar por la tarde en Santa Marta, el Pontífice quiso agradecer a las organizaciones católicas su trabajo y su «caminar junto al pueblo sirio que sufre». Un camino al que no solo están llamados los que trabajan directamente sobre el terreno sino todos, porque, como decía el mensaje del Santo Padre, «todos somos conscientes de que el futuro de la humanidad se construye con la paz y no con la guerra: la guerra destruye, mata, empobrece a los pueblos y a los países».