El Papa Francisco con Julián Carrón.

El Papa Francisco, el desafío de la belleza

Entrevista publicada en La Stampa el 12 de mayo de 2014
Michele Brambilla

Hablan la misma lengua, aunque uno sea extremeño y el otro argentino. Don Julián Carrón, 64 años, sucesor de don Luigi Giussani en la guía de Comunión y Liberación desde 2005, presentará hoy en el Salón del libro La belleza educará al mundo (Emi, pp. 64, € 5,9), una colección de intervenciones de Jorge Mario Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires. Será la ocasión para tomar el pulso a la Iglesia un año después de un cónclave que parece haberla revolucionado. «La primera cuestión», me dice Carrón, con el que me encuentro en la sede de CL en Milán, «es lo imponente de un hecho que nos ha sorprendido a todos». Habla así, como Francisco, dice siempre «todos» – o «sólo», o «siempre» – acompañando al verbo. Estamos sentados a una mesa, a sus espaldas cuelga un retrato de don Giussani, el «Gius», como lo llaman todavía los suyos, mientras Carrón, que a pesar del excelente italiano no puede evitar el acento castellano, parece que lo llama «Iussani». Es un hombre amable, sonríe siempre.

¿Cuál es el primer resultado, si se puede hablar así, del papado de Bergoglio?
En poco tiempo, el papa Francisco ha conseguido, con sus gestos, ponerse delante de todos como un testigo desarmado que testimonia la potencia de la fe.

¿Por qué dice “desarmado”?
Porque se apoya únicamente en la potencia del testimonio. No lo hace en una política de hegemonía. Francisco cree que el testimonio encierra en sí tal potencia que puede ser comprendido por todos. Sabe dialogar, con su sencillez, con el corazón de todo hombre.

¿Lo percibe la gente como sincero?
En mi opinión, es evidente que sí, que lo perciben como sincero. La gente ha comprendido que sus gestos no son apariencia, sino que tienen dentro el acento de la verdad. El corazón del hombre es capaz de interceptar la verdad. Por eso ha entendido enseguida que Francisco no finge, que es de verdad así. ¡Habría que fingir demasiadas cosas!

¿Le conocía usted antes de ser elegido Papa?
No, nunca había tenido contacto con él. Sé que en Argentina había presentado algún libro de don Giussani. Pero sentimos una especial sintonía con él, una fuerte sintonía. Primero, por la centralidad de Cristo, sobre la que el Papa ha insistido en todos estos meses. Por su gran deseo de que el anuncio de Cristo alcance a todo hombre. Y además, Francisco subraya lo que él llama las periferias existenciales. Nosotros hemos nacido en los ambientes, por así decir, “normales” de la vida, en la cotidianidad en la que se juega la vida. Deseamos ver que la fe es capaz de entrar en la realidad de todas las cosas, y mostrar toda su potencia para cambiar.

¿Cree usted que este Papa insiste en una «centralidad» similar?
¡Sin duda! Su insistencia en el hecho de que es esencial anunciar a Cristo indica un método a toda la Iglesia. En este momento, él considera crucial que todos los hombres puedan ser alcanzados por el abrazo de Cristo.

Intento traducir un lenguaje que tal vez es muy «vuestro». Usted está diciendo: al igual que Giussani, Bergoglio anuncia el cristianismo no como una moral, sino como un hecho.
Exacto. De entre todas las cosas desde las que se puede partir, él ha elegido una que me parece crucial. El anuncio del cristianismo como un hecho que ha sucedido y que sucede ha sido siempre una característica nuestra. Pero atención, no estoy diciendo que este Papa siga a CL. Al contrario, digo que Francisco supone para nosotros un fuerte reclamo a la conversión, a que vivamos cada vez más de esta esencialidad que es Cristo.

¿Es verdad que Francisco gusta incluso a los no creyentes?
Sí, es un hecho nuevo que habla de la necesidad que tiene la gente de encontrar, en este momento histórico que estamos viviendo, a una persona que vuelva a despertar una esperanza.

Algunos católicos críticos dicen: gusta al mundo porque lo secunda.
No me parece que trate de gustar al mundo secundándolo.

Dicen: ha reducido la figura del Pontífice, ya no mantiene la distancia con el pueblo.
¡Jesús no mantenía ninguna distancia! ¡Estuvo en medio del fregado! Si hay un Dios que no es distante, es el Dios de la encarnación. Se ha hecho hombre para ser como nosotros y estar en medio de nosotros.

Otra crítica: se hace el defensor de los pobres para conseguir el aplauso del mundo progresista.
Francisco realiza gestos de ruptura y de pobreza. Pero no es una pose: él es así. Siempre ha vivido en medio de la gente, en las periferias.

¿Hay necesidad de limpieza en la Iglesia?
No sé cómo están las cosas realmente, pero es un hecho que existe un deseo de cambio para poner a esa gran estructura que es la Iglesia al servicio de la evangelización. Por otra parte, la Iglesia es, por definición, semper reformanda.

¿No cree usted que nosotros, los periodistas, estamos banalizando al papa Francisco?
El riesgo de reducir el alcance de una figura así siempre está al acecho. Pero creo que el hecho al que estamos asistiendo es mucho más importante que lo que cualquier estrategia periodística sería capaz de producir.

Hace tan sólo dos semanas, dos Papas canonizaron a otros dos Papas en Roma. Parecía un momento triunfal. Y sin embargo muchos católicos observan que ese triunfo tapa una mediocridad, un cansancio en la vida de la Iglesia de todos los días.
Sí, pueden existir mediocridad y cansancio. Pero la situación actual no es menos favorable para el anuncio cristiano a una humanidad que está “herida”, como ha dicho Francisco. Todo dependerá de si acogemos el don que nos ha hecho Cristo con este Papa, para poder seguirle y ofrecer una esperanza a muchas personas que están esperando una luz en la oscuridad.

Una última pregunta. ¿Se había imaginado alguna vez estar en una Iglesia con dos Papas?
La dimisión de Benedicto XVI fue un shock, es inútil negarlo. Pero la convivencia entre dos Papas, que parecía que podía ser algo peligroso, se ha revelado en cambio como un testimonio de comunión que ha sorprendido a todos. No sólo por la discreción de Benedicto XVI, sino también por cómo Francisco le ha animado a participar en la vida de la Iglesia. El resultado es algo que siempre llevaremos en nuestros ojos y que testimonia una gran libertad.