El misionero France Van der Lugt.

«Ha muerto un mártir de la caridad»

Giornale dil Popolo
Maria Acqua Simi

«Padre France es un mártir de la caridad». El jesuita libanés Samir Khalil Samir no tiene ninguna duda al referirse así a su amigo, el misionero asesinado hace dos días en Siria. El padre Van der Lugt fue ajusticiado pocos días antes de su setenta cumpleaños, que se celebraría este domingo. La suya ha sido una vida entregada, un don total de sí.
«Sabía que le matarían tarde o temprano. Pero no quiso abandonar a su gente», cuenta el padre Samir. «Llegó a Homs hace más de cuarenta años, después de estudiar árabe en Egipto y en el Líbano. Desde el principio se dedicó a los jóvenes. Todos los años organizaba una imponente peregrinación en la que participaban cientos de chavales».

Pero luego llegó la guerra. «Muchos misioneros decidieron irse, o viajar de vez en cuando al Líbano para descansar. Él no. Convirtió su casa, en el convento jesuita, en un lugar de acogida para cristianos y musulmanes. No le importaba a qué partido pertenecían o qué coalición defendían. Cualquiera que tuviera necesidad podía llamar a su puerta». Se aprovecharon y le tendieron una trampa. «Hemos sabido que hace dos días el padre France salió engañado del convento. Le habían llamado para decirle que había un hombre herido que necesitaba ayuda. Le secuestraron, le maltrataron y finalmente le asesinaron con dos disparos en la cabeza». Le dejaron en la calle, para que todos pudieran verlo. En este punto del relato la voz del padre Samir se quiebra, y dice que aún no ha sido posible recuperar su cuerpo porque la zona no es segura. «Murió solo, pero estaba allí para ayudar a la gente que sufría. Por eso digo que es un mártir de la caridad». Sobre los autores del bárbaro asesinato, el padre Samir apunta a los rebeldes. «Probablemente han sido ellos, hay indicios pero aún pocas certezas».

La del padre France es la historia de un misionero como tantos que decidió servir a la Iglesia hasta el final. «Cuando hace dos meses, en la Conferencia de paz de Ginebra se decidió tomar una medida humanitaria para evacuar a la población hambrienta de Homs, él colaboró activamente. Pero también vio que muchas de las ayudas no llegaban a su destino, se perdía en los asaltos. Fueron evacuados de la ciudad mujeres, niños y ancianos, pero no todos. También a él le ofrecieron marcharse, pero se negó. Dijo que mientras hubiera un solo hombre prisionero y sufriente, él permanecería a su lado».

Así ha sido. Sanar las heridas: esta era la misión del padre Van der Lugt también en guerra. «Han matado a un hombre de paz, que nunca atacó a nadie, ni verbalmente ni de otro modo, que siempre habló de paz y de reconciliación, esperando siempre un futuro mejor para Siria y para su pueblo…», declaró en Radio Vaticana el padre Ziad Hillal, también jesuita y joven hermano de Van der Lugt en Homs.
Hermano aunque separado de su superior porque el convento de la ciudad vieja, donde fue asesinado el padre France, se encuentra en la parte controlada por los rebeldes y asediada desde hace dos años por el ejército sirio. Mientras que el padre Ziad vive en la escuela, que está al otro lado de la barricada. Separados por pocos cientos de metros y unidos en la misión. «Ahora en Siria sólo queda una decena de jesuitas, todos sirios. Se encuentran repartidos entre Homs, Damasco y Aleppo», indica el padre Samir. Un pequeño grupo de sacerdotes que se niega a marcharse.