Los ponentes del encuentro.

Por qué es bueno que tú existas

Mª Carmen Carrón

Estoy tranquilamente en clase de lengua como todas las mañanas hablando con los alumnos de las relaciones entre los chicos y las chicas adolescentes y aquello a lo que pueden dar lugar. Una alumna me espeta, así, sin anestesia: "Mis padres me han dicho que cuando mi madre se quedó embarazada de mí, se plantearon abortarme, pero llegaron tarde y no pudieron."
Esa misma tarde se presentaba en Madrid el Manifiesto de Comunión y Liberación titulado "Es bueno que tú existas. Para proteger al no nacido y a la mujer embarazada".

Yo tenía pensado ir pero el impacto de lo que me había dicho esta chica con toda naturalidad me despertó un interés aún mayor. Y me urgía a valorar la pertinencia del Manifiesto y del encuentro.

La sala Pablo VI llena, y en la mesa unos ponentes de excepción presentados por el periodista Fernando de Haro, que desde el comienzo saca el debate del campo ideológico y reactivo en el que normalmente se sitúa. Con una apertura a la totalidad de los factores y un desafío a la razón que no tiene nada que ver con la posición "intimista" que otro sector de nuestra sociedad, incluidos algunos cristianos, adoptan hoy.

Fernando de Haro comienza su intervención contando que el Manifiesto que ya está en circulación ha sido juzgado y comentado por diferentes personajes de la vida pública, desde el filósofo ateo Gustavo Bueno a César Nombela, rector de la Menéndez Pelayo, José Requero, magistrado del Tribunal Constitucional, y otros.

Después hace alusión al origen del Manifiesto publicado por Comunión y Liberación. Lo cierto es, dice Fernando, que la práctica de acoger las provocaciones de la realidad está en el ADN de Comunión y Liberación desde el inicio, en su identidad. Y cita a don Guissani, fundador del movimiento: "Una persona que haya vivido poco el impacto con la realidad tendrá un sentido escaso de la propia conciencia, le vibrará menos la razón".

Y es evidente que este Anteproyecto de ley desde que ha visto la luz está generando un impacto. Y como cada uno lo juzga desde su experiencia, también Comunión y Liberación quiere aportar al debate su experiencia cristiana, que es ante todo un abrazo, porque la vida merece la pena.

Socialmente, en el debate que actualmente nos ocupa, hemos podido observar dos cosas: la mayoría sabe que hablamos de una vida pero prima la libertad concebida como derecho, como independencia. Sin embargo, el desafío con el que empieza el Manifiesto es si una mujer “¿puede ser libre, feliz aceptando la vida que existe en un embarazo no deseado?”. El drama es tan importante como para no tomar esta pregunta a la ligera.
Nos interesa la mujer real, a la que no se le pueden responder con principios y valores abstractos, sino con la verdad que es siempre ternura y compañía. Esta compañía ya existe. Y ésta ya es una experiencia de victoria. Estamos ante una experiencia que se hace juicio sobre la realidad.

El primer ponente es Benigno Blanco, presidente del Foro Español de la Familia, a quien el moderador pregunta si es cierto que esta ley es “un paso adelante”, tal y como dice el Manifiesto.
Aludiendo al título del Anteproyecto, Benigno se felicita de que se vuelva a tener en cuenta a los dos protagonistas de este drama: el niño concebido, gran censurado en las dos leyes anteriores, y la madre embarazada, censurada como tal en la ley de 2010. A la cual se trata de acompañar para que pueda vivir este hecho en las mejores condiciones. Este es el paso adelante de este nuevo Anteproyecto de ley, que da espacio y protagonismo ambos.
Y aunque Benigno Blanco dice que esta ley no es la suya, porque la suya protegería absolutamente y en todos los casos a la madre y el niño, afirma que es un paso valiente que debe completarse con una Ley Integral de Protección a la Familia que el Foro ha hecho llegar al gobierno para que toda mujer embarazada y su hijo tengan la protección de la ley. Para que las ayudas recibidas a través de esta ley permitan a cada mujer embarazada experimentar que es un bien que exista ella y su hijo también.

La segunda poniente es la doctora Eva Martínez, médico de familia en un centro de salud de Parla. Cuenta de modo conmovedor cómo ha cambiado su forma de estar frente a las mujeres que van a su consulta diciendo que quieren abortar. Al principio simplemente les decía: "sabes que no estoy de acuerdo", y miraba para otro lado. Hoy, mirando su drama, les ofrece la posibilidad de una compañía y una mirada nueva, decidan lo que decidan. Entre los ejemplos reales que cuenta, una de ellas, a pesar de todo lo que le ofrece, aborta; sin embargo, otra que para todos era "carne de aborto" – por su dependencia del alcohol, drogas, etc –, acompañada por ella, no sólo tiene a su hija sino que esta hija permite que esta mujer renazca, se cuide y agradezca tener en esa criatura una razón para levantarse.
Esto es lo que hacen exactamente en el Proyecto Miriam, en el que también colabora. Cuida de mujeres en riesgo y de sus hijos hasta los dos años, ayudándoles materialmente; pero sobre todo con una compañía que les permite experimentar que para estas personas es bueno que ellas y sus hijos existan.

Como médico, la doctora Martinez reafirma cómo la vida comienza en el momento de la fecundación. Porque desde ese momento se genera una nueva célula distinta de todos los seres vivos conocidos, con un material genético irrepetible. El resto es una cuestión de desarrollo de un ser humano único e insustituible. Afirma con toda rotundidad que está célula tiene ya dentro todo para desarrollarse. De hecho el embrión dirige todo el proceso: "el embrión empieza a dirigir en ese momento y pasará el resto de la vida 'dirigiendo' la vida de su madre".

Por último interviene Ignacio Carbajosa, catedrático de Antiguo Testamento en la Facultad de Teología de San Dámaso en Madrid. Fernando de Haro le reclama a dar un paso más sobre el punto del Manifiesto que habla del uso adecuado de la razón: ¿qué hace posible un uso de la razón como el que ha mostrado la doctora Martínez? Así como también el Manifiesto afirma partir de una experiencia para reconocer el valor infinito de la persona: ¿por qué esta experiencia real debe llegar hasta pronunciar el nombre de Jesús?

Carbajosa parte de la Carta a Diogneto que dice de los cristianos que, viviendo como todos, no son como los demás: "Se casan como todos, como todos engendran hijos pero no exponen a los que nacen [no arrojan a los fetos]".

Esta carta está escrita en el siglo II, en pleno desarrollo de la cultura grecorromana basada en el derecho, la razón y la filosofía. Sin embargo, en este momento es práctica habitual el aborto. El profesor Carbajosa recuerda cómo en pocos siglos el hecho del aborto pasa a resultar aberrante socialmente.
Lo que cambia esta percepción es el hecho cristiano que reconoce a todo hombre un valor absoluto por su relación con Dios, que le ha hecho a su imagen y semejanza. Lo mismo argumenta con la esclavitud, por ejemplo.
Tal como afirma el manifiesto de Comunión y Liberación, es por tanto el cristianismo lo que ha ayudado a reconocer el valor de la persona.Sin embargo, parece que de nuevo se ha oscurecido este valor.

Si miramos la prensa de estos últimos meses respecto al tema que nos ocupa, nos podemos preguntar, ¿por qué es tan difícil ver el valor de la vida del no nacido?

Fue un error histórico de la Ilustración, que pensó que los valores a los que había dado origen el cristianismo se podían sostener sin Cristo. Y la realidad ha pasado factura. Se vuelve a hacer inconcebible usar la razón de modo que se perciba el embarazo fruto de una violación o un no nacido con malformaciones como un bien.

La experiencia muestra que sólo es posible para aquellos que siguen siendo tocados por el "Misterio que ha entrado en la historia como misericordia en la carne de Jesús de Nazaret", que como dice el Manifiesto acompaña la soledad de una madre viuda y devolviéndole a su hijo dice: "Mujer, no llores".
Esta es la gran responsabilidad de los cristianos de hoy en esta sociedad, no imponer nada a nadie, sino contribuir poniendo delante esta experiencia y procurar que no se hurte de la plaza pública el debate de las preguntas referidas al significado de la vida, las preguntas religiosas.

Ignacio Carbajosa concluye diciendo que la convivencia de nuestra sociedad necesita una comunicación sin censuras para no dejar de lado a los que sufren, solos con su drama y sin respuesta.

Y es que, ¿puedo yo no responder a mi alumna porque mi director cree que en la escuela yo no debo hablar de política, de sexo o de religión?, ¿puedo dejarla sola ante el drama de que no tiene muy claro por qué está viva? ¿O tengo más bien que contestarle: "¡fíjate lo importante que es tu vida que Alguien te ha querido tanto, tanto y ha pensado en ti desde siempre como para 'permitir' que tus padres llegasen tarde para poder abortarte?

Ante esta respuesta, ella me mira con ojos conmovidos y dice: "¡Hala, qué bonito! Y ¿quien ha sido, profe?".
"Alguien de quien depende la vida incluso más que de los padres – le respondo – y que con la vida te ha dicho: Es bueno que tú existas".
Y ella, con sencillez, responde: "¡Ah... Dios! Pues entonces... ¡creo en Dios!".