Los ponentes del encuentro.

«Toda una vida anclada en la realidad»

Giovanni Santambrogio

La ciudad natal de un hombre es lugar de memoria. Allí está el inicio, allí toman forma relaciones de rasgos indelebles que marcan la existencia y la personalidad, allí permanecen las huellas capaces de despertar el deseo de conocer a un hombre y su historia, allí se encuentran los testigos.

Esta singularidad envolvía la presentación del libro Vita di don Giussani del pasado 4 de marzo en Desio, donde viven sus hermanas Livia y Brunilde y su hermano Gaetano, sus sobrinos y demás familia. En la plaza central de la ciudad emerge con imponencia la Basílica donde el 31 de mayo de 1945 don Giussani, cinco días después de ser ordenado sacerdote, celebró su primera misa entre sus paisanos. Su hermano Gaetano recuerda «la majestuosidad de la ceremonia y el afecto de la gente que estaba por allí, en la calle, como si fuera un evento extraordinario». En la gran plaza domina una estatua de Pío XI, el Papa Ratti, el Pontífice de Desio, la otra personalidad que, junto a don Giussani, llevó a esta ciudad a entrar en la gran historia de la Iglesia del siglo XX. A poca distancia del centro hay una estatua dedicada a Luigi Giussani, en la plaza del mismo nombre. Un reconocimiento popular.

En aquel lugar, donde ahora se recuerda a un ciudadano ilustra en proceso de beatificación, había una guardería dentro de la fábrica Gavazzi para permitir a los empleados que llevaran consigo a sus hijos cuando iban a trabajar. Un detalle que expresa bien el vínculo entre una estructura educativa de amplias miras y un genio educador, como es Agostino Gavazzi, nieto de Andreina Gavazzi, la hija de Anna Kuliscioff, una figura decisiva en la vocación del joven seminarista Luigi Giussani, llamado Gigetto. Sin su ayuda económica, Giussani habría tenido que dejar sus estudios. Agostino Gavazzi es el presidente del Grupo Banco Desio, donde se celebró la presentación de libro en presencia de su autor, Alberto Savorana, y con las intervenciones del periodista Antonio Polito, editorialista del Corriere della Sera, y Umberto Dell’Orto, profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario de Milán.

«Credo en lo que digo», afirmaba don Giussani a un periodista en los años ochenta en el video proyectado antes de empezar el acto. Y añadía: «Deseo para mí y os deseo a vosotros que nunca estemos tranquilos». Esta determinación permite entender a la persona, su misión, su papel como protagonista en la historia italiana del siglo XX. Umberto Dell’Orto señaló dos rasgos peculiares e incomparables de la personalidad de Giussani. El primero, su capacidad relacional, que será un rasgo distintivo durante toda su existencia: la relación con sus padres y hermanos (son significativas las cartas reflejadas en el libro), con sus amigos del seminario, con los alumnos y con todos los que le salen al encuentro. Toda su vida es relación dentro de una convivencia que se convierte en anclaje a la realidad y fuente de continuo conocimiento. La realidad se presenta siempre como ocasión de confrontación, de apertura de la razón a los acontecimientos, hasta descubrir el Misterio. Darse razones se convierte en un itinerario de fe. «Aquí se entiende la modernidad de Giussani», precisa Dell’Orto, «de un hombre que, mostrando una razón abierta, permite a quien le escucha hacer suyo su método y poder vivir una confrontación con él ayudando a todos a afrontar las preguntas más profundas sobre el significado y sobre la vida».

El segundo rasgo peculiar se llama “propuesta educativa”. Aquí está «su genio, su contribución específica a la historia de la Iglesia y a la vida pública. Ha sido un educador con un solo objetivo: favorecer el encuentro con Jesús y por eso se desgastó sin reservas. Se donó por entero porque tenía clara conciencia de ser él mismo don de Dios».

La educación fue también la clave de lectura elegida por Antonio Polito, desde febrero director del Corriere del Mezzogiorno. En el libro de Savorana, este periodista percibe el cruce de varias historias: «Está el hombre Giussani, el creyente, el filósofo, el sacerdote, el profesor. Y luego está el líder, la persona sensible y capaz de guiar a otros sabiendo resistir a las tentaciones del liderazgo, que puede ser una bestia feroz que corroe, corrompe y desvirtúa. Y sobre estos peligros advirtió a menudo a sus discípulos, poniéndoles en guardia. Giussani es un hombre dotado de una humanidad excepcional y de un carisma. Para él la humanidad no coincide con la colectividad, sino con la profundidad de cada ser humano. Aquí es donde se hunden las raíces del educador. Este es el rasgo distintivo que más veces he percibido al leer el libro. En el educador encontramos la esencia de su mensaje, que muestra hoy toda su fuerza nueva y actual».

La respuesta a la crisis de la persona y la confusión cultural nunca es de naturaleza política. La historia lo confirma, tomando como ejemplo la fractura del 68 de la que nacerá Comunión y Liberación. «Ese momento de la historia occidental», subrayó Polito, «determinó una crisis del principio de autoridad, consumando una separación entre el pasado y el presente. Sin ese principio, decae la transmisión del saber, la tradición entra en crisis. La autoridad, cuando es verdadera, genera novedad, estupor respeto». Si la contestación demolía a los padres, don Giussani en cambio se presentaba como un padre para los suyos, afirmando el valor de la experiencia como criterio y método de verificación: «Comparad todo lo que os digo con vuestro corazón», recordó Savorana. Su autoridad era su experiencia. Si don Giussani representa una figura decisiva en la Iglesia, para Polito también lo es para los laicos y para quienes no le siguieron, porque él planteó la cuestión de la modernidad. Después de aquella etapa de contestación radical que desembocó en terrorismo, «no hemos vuelto a estar de acuerdo en lo esencial, en los valores esenciales. La crisis actual va más allá del aspecto económico y se presenta como crisis de valores, de generaciones, de concordancia sobre lo esencial. Italia no saldrá con la política sino afrontando la cuestión cultural y educativa».

Polito citó a otro periodista, Pier Luigi Battista, que entrevistó a Giussani en la cafetería del aeropuerto de Linate: «En un lugar de paso me explicó algo que no era pasajero». El libro de Savorana nos acerca a la vida de don Giussani, nos lo da a conocer como si le estuviésemos escuchando ahora, permite que le podamos amar. Dicho con una broma de Polito: «Un trabajo excepcional dirigido por una mano superior».