Luciano Violante.

«Un cristianismo que no teme nada en la vida»

Stefani Filippi

Luciano Violante, 72 años, ex magistrado, profesor de Derecho penal, con una carrera de militancia política de izquierdas que culminó en la presidencia de la Cámara entre 1996 y 2001, nunca conoció personalmente a don Luigi Giussani. «No. Y tampoco soy católico». Un encuentro que ha tenido lugar ahora, nueve años después de la muerte de don Giussani, mediante las 1.400 páginas de la biografía escrita por Alberto Savorana. Unas páginas que a Violante le han calado muy hondo.

¿Cuándo conoció el movimiento de CL?
Soy creyente, pero no católico. Hace unos años me invitaron a Rímini para un debate con Angelino Alfano, cuando él era ministro de Justicia y yo ya no era diputado. Tuve la impresión de encontrarme con una serena y gran fuerza moral, y eso me interesó mucho. No soy uno de vosotros, pero sí estoy cerca de vosotros.

Su intervención en la presentación del libro Vita di don Giussani en Padua denotaba un interés muy atento y partícipe.
La biografía de don Giussani me ha impresionado por varios motivos. Las confesiones religiosas se dividen en dos grandes categorías, en mi opinión: las normativas y las fundadas sobre comportamientos. El Antiguo Testamento, la tradición hebrea y la islámica son normativas, mientras que la dimensión que ofrece Giussani es la de una religión fundada sobre comportamientos, como la de los Evangelios. Una actitud comunicativa, fundada no en decálogos, gramáticas o códigos, sino sobre comportamientos. Dice que el cristianismo no es una teoría sino un hecho, un acontecimiento, una experiencia. Esto es un dato innovador y moderno.

«Es razonable aquel que somete su razón a la experiencia», decía don Giussani citando a Jean Guitton. Y usted subraya: la experiencia es más grande que la razón, y eso comporta en nuestra vida la existencia del misterio.
Existe una separación entre razón y experiencia, entre lo que sabes y lo que existe pero no llegas a captar con la razón. En este sentido, el misterio en Giussani no me parece que sea una especie de huida para justificar una explicación sobre lo ignoto o lo inexplicable, sino una ocasión para profundizar sobre el sentido de la vida. Él llega al misterio no como una rendición sino como un momento que implica hacer un esfuerzo añadido para comprender el sentido de la vida.

Usted ha citado también otra frase de Giussani: «La solución de los problemas que la vida plantea cada día no llega afrontando directamente los problemas sino profundizando en la naturaleza del sujeto que los afronta».
Es una observación que me ha llamado mucho la atención, y sigue haciéndolo, porque muchos problemas no están fuera sino dentro de nosotros. Y el mejor modo de resolverlos es comprender a la persona que tiene que afrontarlos, por tanto si es necesario comprenderse mejor a uno mismo.

¿Por qué le sorprende tanto esta insistencia sobre la persona antes que el problema?
Me he preguntado muchas veces por qué motivo un problema insuperable para una persona es fácilmente resuelto por otra: quizás dependa de la persona, no del tipo de problema. Por tanto, ir al encuentro de la persona que se encuentra en dificultades tal vez sea la mejor manera de ayudarla a superar el problema. Giussani llama la atención sobre esto: a menudo, la solución a los problemas se encuentra dentro de la persona. La persona como lugar donde se crea la experiencia y la relación con lo trascendente, el lugar donde la realidad se manifiesta como más grande que la medida de la razón.

La conciencia de la relación con el misterio reabre la pregunta sobre el sentido de la vida.
Yo mantengo la idea de que al principio existía el mal y Dios se afirmó para combatirlo; por eso me llama la atención esta dimensión de la libertad y de la conciencia, del valor de la persona, del empeño por comprender y tomar en consideración no las teorías sino los hechos, los acontecimientos. Esto es lo que da un sentido, un empuje a la vida. La vida tiene sentido porque la partida entre el bien y el mal no se ha terminado, no se cierra de una vez por todas. Por eso el sentido de la vida es el de combatir sobre una frontera, que es la misma frontera que la de nuestro Señor. El enfrentamiento entre el bien y el mal aún no ha sido vencido, y nosotros podemos tener un papel, una tarea.

El cristianismo como hecho, como encuentro, como acontecimiento: ¿es esto lo que más le llama la atención de don Giussani?
También el dato de un cristianismo no temeroso de la vida. Una fe que combate, milita, afirma su experiencia en la vida. Un cristianismo que antes de pensar en la transformación del mundo trata de estar presente en el mundo.

Estar presentes antes que transformar. Afirmar una presencia antes que dar recetas o realizar un ideal acaso utópico: ¿qué significa?
Muy a menudo se antepone el objetivo de transformar a la presencia. Me parece importante este dato del estar presente mediante un cristianismo que no tiene miedo a medirse con los problemas de la vida. Estar presentes, vivir en el mundo. Hay una frase extraordinaria de Oscar Wilde que dice: para el pueblo se puede morir, pero el problema es comer juntos. Giussani dice que antes de comprometernos a morir por el pueblo debemos comer juntos, compartir las necesidades.