Padre Michajlo Dymyd.

Al otro lado del fuego de Kiev

Luca Fiore

«¿Quién atacó primero?», se pregunta con una sonrisa amarga el padre Michajlo Dymyd, el sacerdote greco-católico de Leópolis que el periódico francés Le Monde ha apodado como «el capellán de la Plaza Maidan». «Es una pregunta para la cual no existe respuesta. Ayer por la mañana estaba a diez metros de la línea de los berkut, la policía especial, y me pareció que les atacaban. Otros me decían que entre los berkut se ha abierto una brecha que ha causado que pasen a primer línea los titushka (criminales a sueldo del Gobierno; ndr) que son los que han hecho estallar los enfrentamientos. Pero es algo que yo no puedo afirmar con certeza».

Veinticinco personas muertas, miles de heridos. En el boletín de guerra también aparecen nueve policías asesinados. Kiev se ha transformado en un campo de batalla. Por una parte los manifestantes, por otra los berkut y los titushka, todos mezclados en una gran confusión sin posibilidad de distinguir a unos de otros. Una guerra en la que se lucha con palos, cócteles molotov, piedras, bombas ensordecedoras, bengalas, balas de goma y proyectiles varios. A última hora, los blindados se suman al asedio de la plaza. La avanzadilla llega a las ocho de la tarde, y en torno a los manifestantes se crea un muro de fuego para contener a los berkut. Las llamas se avivan con el lanzamiento de neumáticos y cualquier cosa inflamable que encuentren por allí. Todo esto a pocos metros del palco, bajo el cual, a medianoche, se reúnen veinte mil manifestantes mientras desde el micrófono se entona el himno ucraniano, se lanzan llamamientos para resistir, y se reza.

Una jornada de caos donde la irracionalidad y la violencia han encontrado su espacio en ambos bandos. Pero el relato del padre Michajlo rompe cualquier lógica de división. En Kiev ya no se distingue entre los que están con el Gobierno y los que están en su contra. Sino entre los que se oponen a la violencia y los que no. «Los manifestantes intentaron acercarse al Parlamento para presionar a los diputados que estaban discutiendo sobre las reformas institucionales. Mi hija de 22 años fue a hablar con los berkut, como se suele hacer para convencer a alguien de que renuncie a la violencia. Yo la acompañé, pero llegado a un cierto punto comenzó la carga policial». El sacerdote tuvo que huir junto a una multitud que escapaba de los efectos de los gases lacrimógenos.

«Me paré detrás de un coche, dejé pasar a los berkut y cuando quedé detrás de ellos vi que uno de los titushka estaba siendo víctima de un linchamiento por parte de los manifestantes. Conseguí que se salvara convenciendo a la gente para que le dejara marchar. Luego vi a un grupo de diez heridos que habían sido atacados por los titushka. Sólo pude ayudarse a esconderse detrás de un coche para ponerse a salvo».

La revuelta se desarrolla en torno a los palacios de poder, el Parlamento y la sede del Partido de las Regiones, el de Yanukovic. «En un momento dado, me encontré escoltando, con la ayuda de los berkut, a un grupo de cuarenta personas amenazadas por los titushka. Gracias a la intervención de un parlamentario del Partido de las Regiones, conseguimos que pudieran entrar en un local del Parlamento. Pedimos ayuda médica e intentamos calmarles. Luego, de cinco en cinco, pudieron salir por una puerta secundaria. A cada grupo les escoltábamos un parlamentario y yo. Estuvimos tres o cuatro horas».

Al acabar el día, el padre Michajlo está exhausto, su hija Clementina le convence para que vaya a descansar. A última hora de la noche encuentra hospitalidad en una iglesia luterana. Aquí se entera de que la tienda-capilla instalada en el centro de la Plaza Maidan ha sido incendiada y ha pasado a formar parte de una barrera de fuego donde se refugian los rebeldes. La capilla había surgido de manera espontánea, luego él había llevado dos grandes iconos pintados por su mujer, Ivanka, también llevó las vestiduras litúrgicas y todo lo necesario para la celebración greco-católica. Todos los días publicaba en Facebook una “predicación desde Maidan”. Y repetía: «El mal no está al otro lado de las barricadas, sino dentro de nosotros». Ya a punto de entrar en la madrugada llega la noticia del número de muertes: veinte. Padre Michaylo, ¿qué siente su corazón después de un día así? «Una grandísima confianza en Dios omnipotente».