«Somos testigos del amor»

La entrevista a Julián Carrón en "L'Eco di Bergamo" con motivo del 40º aniversario de la presencia del movimiento de CL en Bérgamo
Carlo Dignola

La palabra que más repite Julián Carrón –responsable de Comunión y Liberación desde que murió don Giussani en febrero de 2005 – es «belleza». Con su habla hispanizante, las dobles consonantes que le cuestan, la voz un poco monótona, Carrón no tiene en su carácter nada del aspecto áspero, punzante, incluso provocador, del fundador brianzolo de CL. No usa frases exclamativas. En cambio, dice sustancialmente las mismas cosas con la fidelidad de un hijo, adaptándolas y redescubriéndolas en una situación histórica que está cambiando rápidamente.
Esta tarde Carrón llega a Bérgamo, al Centro de Congresos Juan XXIII, para festejar los 40 años del movimiento en esta tierra, en donde el catolicismo sigue estando muy enraizado, de forma un poco tradicionalista, pero siempre abierto a los nuevos fermentos del mundo católico, que no por casualidad han pasado con frecuencia por aquí.

Don Carrón, ¿qué es lo que se festeja hoy?
«Para nosotros este momento quiere decir festejar la fidelidad de Dios, su amor ilimitado por nuestra nada, un amor que ni siquiera nuestra traición ha conseguido bloquear. Como dice el profeta Isaías: “Aunque tu padre y tu madre te abandonaran, yo no te abandonaré nunca”. Esta es nuestra experiencia. No podemos festejar nada sin recordar una famosa invitación que nos hacía don Giussani en 1994, y que ha quedado para nosotros como un punto al que mirar: “A medida que maduramos, somos espectáculo para nosotros mismos y, Dios lo quiera, también para los demás. Espectáculo de límite y de traición, y por tanto de humillación, y al mismo tiempo de seguridad inagotable en la gracia que se nos da y que se renueva cada mañana”. Esta fiesta es, por tanto, una acción de gracias por la fidelidad de Dios y una petición para que no abandone a su pueblo».

¿Para qué sirve un movimiento en la Iglesia? ¿No son suficientes las parroquias? ¿Cuál es, en su opinión, la contribución que ha ofrecido CL en estos años, y la que puede ofrecer dentro de la vida de la Iglesia?
«Un carisma, como dice la palabra misma, es un don del Espíritu Santo que hace que la fe sea más persuasiva, más atractiva, como decía Juan Pablo II. Un modo con el que Dios continúa el diálogo con los hombres, con el que sigue tomando la iniciativa según una modalidad absolutamente nueva, siempre sorprendente, incluso para nosotros mismos, que participamos en ella. En este momento, el papa Francisco nos está invitando a todos los católicos a salir a las “periferias existenciales” del mundo, a salir al encuentro de los hombres. Nosotros tenemos esta preocupación en nuestro ADN: siempre hemos deseado vivir la fe en los distintos ámbitos en los que se desarrolla la vida de todos. El Papa está animando a los cristianos a hacerse presentes en todas partes, no sólo en el ámbito, ya de por sí bonito y útil, de la parroquia, sino en todos los ámbitos. Desgraciadamente, nuestros contemporáneos no se acercan ni siquiera a las parroquias; si nosotros, sea cual sea la forma con la que vivimos la fe – movimiento, parroquia, una asociación de cualquier tipo – no estamos presentes ahí, estos hombres no tendrán la posibilidad de encontrarse con Cristo hoy».

El papa Francisco es el primero que no se limita a hablar al círculo restringido de sus ovejas…
«Es verdad. Este me parece el gran reclamo que, junto a su personal forma de proceder, está dirigiendo a toda la Iglesia. Es decir, que todos los hombres merecen ser alcanzados por la belleza y por la ternura de Dios, al que nosotros hemos tenido la fortuna de conocer. Y esto el Papa lo testimonia de mil maneras en la forma que tiene de mirar a cada uno, aunque esté rodeado de miles de personas. Si todos desean acercarse a él quiere decir que hay algo en su forma de vivir la fe que la gente está reconociendo como adecuado a la necesidad que tiene».

Usted ha hablado de un «atractivo» que suscita Jesús. En la actualidad tal vez hay muchos no cristianos que lo están percibiendo, pero cuando luego se trata de someterse a las indicaciones de la Iglesia…
«Lo que a nosotros nos ha conquistado es precisamente ese atractivo, no hemos hecho sino dejarnos arrastrar para no perder lo que nos atrae del encuentro con Cristo. La pretensión que tiene la Iglesia no es otra que la pretensión de Cristo de que esta belleza sea relevante para la totalidad de la existencia, y no sólo para algunos de sus aspectos. Que pueda iluminar, hacer intenso y profundo hasta el instante más banal de la vida. Que todo se llene de significado, que desborde de belleza y de gusto, como en una historia de amor. Don Giussani nos repetía siempre una famosa frase de Romano Guardini: “En la experiencia de un gran amor, todo lo que sucede se convierte en acontecimiento dentro de su ámbito”. ¿Qué hombre no desea esto?».

El cristianismo aparece ante el hombre de hoy como una religión un poco vieja, superada. Existen otras más apetecibles (el budismo, la New Age…). ¿No se siente un poco inadaptado a los tiempos que corren?
«Cada hombre debe hacer su propio camino, ir hasta el fondo de su propio camino: solamente así podrá verificar la capacidad que este tiene de responder a todas sus exigencias. Hoy en día el cristianismo entra en la liza de esta diversidad de religiones. No tiene ninguna prioridad. Esto es, en el fondo, lo fascinante de nuestro tiempo: el cristianismo debe mostrar su razonabilidad en medio de esta pluralidad de formas en la que vivimos. De este modo, los hombres podrán comparar entre la experiencia que han elegido ellos y lo que testimonian los cristianos».

Juan Pablo II gritaba: «No tengáis miedo» de dirigiros a Cristo. Hoy el papa Francisco dice tal vez un «no tengáis miedo» incluso a los suyos: no tengáis miedo del mundo en el que ahora sois minoría.
«Ciertamente. Por eso es importantísimo para el cristiano poder vivir una experiencia, como siempre nos ha enseñado don Giussani. Que la fe sea una experiencia presente, en donde yo pueda encontrar la confirmación de su relevancia. Si no es así, no podrá resistir en un mundo donde todo dice lo contrario. El desafío y la belleza dramática de este momento histórico es que nosotros, los cristianos, no tenemos más sustento, más ventaja y punto de apoyo que la experiencia de belleza que hacemos en la fe, junto a nuestros hermanos».

Este interés general por el papa Francisco, ¿es una moda exterior o toca de algún modo la fe en Cristo?
«Me parece que más que una moda se trata de un signo de la necesidad que nosotros, creyentes y no creyentes – como demuestra el diálogo entre el papa Bergoglio y Eugenio Scalfari – tenemos de ser alcanzados por la misericordia y la ternura de Dios a través de un rostro, de una mirada humana que te haga a Dios tan cercano que sea fácil reconocerlo. En este sentido, tiene que ver con la fe, que no es sino el reconocimiento de una presencia que responde a la espera del hombre. ¿Qué es el cristianismo, sino el Verbo que se ha hecho carne, se ha hecho palpable, y a través de esta carnalidad hace cercanas a los hombres la ternura y la misericordia de Dios? Creo que los hombres de hoy, incluso los que aparentemente están más lejos desde el punto de vista cultural e incluso religioso, lo advierten en este Papa».

¿Cómo debería comportarse el cristiano en un mundo en el que está claramente en minoría? ¿Debería tratar de aprovecharse en lo posible de una determinada posición heredada?
«Ante todo, debería darse cuenta de que esta estrategia de hegemonía, si acaso alguna vez había pensado que fuese justa, se ha mostrado como completamente errónea. También en el caso de que se hubieran alcanzado muchos puestos y lugares de poder. El cristiano sólo tiene una posibilidad, porque su potencia no está en tener en su mano ningún tipo de poder, sino en ser testigo de la novedad de Cristo que ha entrado en la historia justamente para fascinar y conquistar el corazón de los hombres. No porque seamos menos la luz brilla menos: la luz no brilla menos en la oscuridad. La gente se queda asombrada cuando conoce hoy personas que hacen transparente esta vida que para ellos es desconocida. No existe otra modalidad – y los cristianos esperamos haberlo aprendido para siempre –,únicamente el testimonio, es decir, trasparentar la belleza de Cristo. No hay otro método».

¿No es un poco complicado ser cristiano hoy en día? Demasiado comprometido.
«Esto se debe a que a veces se llama cristianismo a una reducción ética del mismo. En cambio, si, como nos testimonia el Papa – al igual que hicieron Juan Pablo II y Benedicto XVI –, lo que atrae es una belleza, entonces se trata de algo fácil: basta con dejarse conquistar. Hasta Scalfari está contento de que el Papa le escriba o se encuentre con él. Ha acudido enseguida cuando Bergoglio le ha llamado. Esto no elimina el drama de cada uno de secundar o no lo que le ha sucedido. Pero es algo muy fácil de por sí».