Un soldado en Maalula lleva en sus manos <br>los restos de una imagen de la Virgen.

Atrapados en Maalula, el martirio continúa

Anna Minghetti

El 14 de septiembre fue un día especial para los habitantes de Maalula. Cada año, en la antigua ciudad cristiana, se celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, una de las más importantes para sus habitantes. Se trata de una celebración de origen muy antiguo, que se remonta al año 325 d.C., cuando Constantino y su madre, santa Elena, pidieron recuperar la Cruz de Jesús. Un incendio en la montaña habría sido la señal de su descubrimiento. Y así hasta hoy, la vigilia del 14 de septiembre, incluso los que ya no vivían en Maalula regresaban para ver arder las cruces llameantes en la cima de la roca donde se encuentra el Santuario de los santos Sergio y Baco. La misma roca que ahora se ha convertido en el cuartel general del grupo yihadista al-Nusra. Este año, de hecho, la celebración no pudo hacerse por la noche, que en Maalula parece que ya nunca precede al alba.

Durante los últimos días, tres cristianos, Mikhael Taalab, su primo Antoun Taalab y Sarkis el Zakham, sobrino de Mikhael, fueron asesinados por los rebeldes. Según cuenta la hermana de Antoun, que también resultó herida en la agresión, los yihadistas derribaron la puerta y amenazaron a los hombres para que salieran. Una vez fuera, les ajusticiaron. Luego volvieron a entrar en la casa disparando y lanzando una bomba de mano.
Los que conocieron a Antoun, que trabajaba como empleado de correos, le describen como un hombre amable, dedicado a la oración, que a menudo subía al santuario de San Sergio para ayudar en lo que hiciera falta. Cuando terminaba, estudiaba italiano para poder hablar con los peregrinos que visitaban el santuario.

Pero los ataques a los cristianos no eran inesperados, como ya había avisado durante las primeras incursiones de los rebeldes en Maalula un sacerdote de la comunidad cristiana local a la agencia Asia News. «Destruyeron las cruces de la cúpula del monasterio. Su acto era una declaración de guerra contra la comunidad cristiana. Al quitar la cruz quieren lanzar un mensaje muy preciso: ha llegado la hora de los cristianos, ahora todo puede suceder». Después de muchas horas de negociaciones con sus asesinos, se pudieron recuperar los cuerpos de los cristianos asesinados y los funerales se han celebrado en Damasco, presididos por el Patriarca melquita Gregorio III Laham.

Mientras tanto, el martirio de Maalula continúa. Además de los seis cristianos que permanecen secuestrados por los rebeldes, muchos siguen atrapados en el fuego cruzado entre al-Nusra y el ejército regular. La población que ha huido a Damasco colabora con la Iglesia local para llevar alguna ayuda a la ciudad sitiada. Según fuentes citadas por la agencia Fides, a los soldados se habrían unido jóvenes cristianos del pueblo, en un intento de liberarlo. Empresa complicada, tanto por la estructura de Maalula, situada entre montañas, como porque los rebeldes ocupan las posiciones más altas.

Entre los que permanecen en el pueblo, están también las monjas del convento de Santa Tecla, asediadas en su propio monasterio, junto a un grupo de niños y jóvenes. Gracias al testimonio de Gian Micalessin, que junto a algunos soldados del ejército regular pudo llegar al convento de Santa Tecla bajo el fuego de los francotiradores, que seguía cayendo como si lloviera, hemos podido ver imágenes de estas religiosas, refugiadas en un espacio excavado en la roca, junto a los niños y las jóvenes que encontraron refugio en el convento. «El ambiente es muy triste», ha dicho una de las religiosas: «Llegan disparos de todas partes. Este convento se ha convertido en nuestra prisión, no salimos ni miramos hacia fuera». Mientras continúa la batalla, las hermanas no dejan de rezar.

Del mismo modo que, a cincuenta kilómetros de distancia, no dejan de rezar los cristianos de Maalula refugiados en Damasco. En la primera solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz no celebrada entre las rocas de la antigua ciudad, el rito se celebra en la iglesia de la capital dedicada precisamente a la Santa Cruz. Y el sufrimiento por la lejanía de aquel lugar sagrado se une al de los que aún siguen atrapados allí, en la ciudad de las cruces.