Salvatore Abruzzese con Emilia Guarnieri.

Un acontecimiento real en la vida del hombre

María Serrano

«Esta noche nos habéis salvado la vida». Un verdadero encuentro que salva, un acontecimiento real en la vida del hombre, es lo único que cumple su vida. Stefano Alberto, profesor de Teología en la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milán, comenzó su intervención en la presentación del libro de don Luigi Giussani Un acontecimiento real en la vida del hombre narrando el encuentro que los universitarios habían tenido, durante sus vacaciones en un cantón de Suiza, con una pareja anciana. «Los chicos habían organizado una noche de cantos a la que habían invitado a todo el pueblo. Entre los asistentes, había un matrimonio de unos 75 años que estaba fascinado por la alegría de los chicos, por su forma de cantar y por su capacidad de guardar silencio». Stefano Alberto explicó cómo, para esa pareja de ancianos ateos, el descubrimiento de esa pasión en los universitarios había supuesto un encuentro real que había dado la vuelta a sus esquemas. «La anciana dijo: ‘No entendíamos por qué marchabais en silencio mientras subíais a la montaña. Pero ahora comprendemos que vuestro silencio es una expresión de gusto por las cosas bellas’. Esta pareja agradeció a los universitarios su presencia diciéndoles: ‘Esta noche nos habéis salvado la vida. Hemos sido ateos durante 75 años pero lo que nos queda de vida, queremos vivirla buscando y conociendo a Dios’».

La presentación del libro que las conversaciones de don Giussani con los universitarios de Comunión y Liberación entre 1990 y 1991 fue introducida por Emilia Guarneri, presidenta de la Fundación Meeting por la Amistad entre los Pueblos, quien afirmó la contemporaneidad del pensamiento de don Giussani, que «nos ha testimoniado con su propia vida». Salvatore Abbruzzese, profesor de Introducción a la Teología de la Universidad Católica de Milán, realizó una acertada radiografía de la concepción actual del hombre: «Ya no es sólo que el hombre no se haga preguntas, no se pregunte por el sentido de su vida y de la existencia, sino que no espera la respuesta. Estamos anestesiados, dormidos». El profesor y sociólogo explicó que hemos sido educados en los ideales de la modernidad, donde la ausencia de respuestas es un síntoma del vacío interior y se produce un silencio embarazoso siempre que se pregunta sobre el sentido de la vida, razón por la que se ha eliminado esta pregunta de la encuesta anual sobre valores de la Unión Europea. «Vivimos el ‘activismo del bienestar’, la cultura de lo cotidiano que nos asienta en la comodidad, en la búsqueda de la diversión y de la mejor forma de llenar el tiempo libre, sofocando totalmente la pregunta por el sentido», afirmó Abbruzzese. «Por eso el ‘yo’ no tiene que preguntarse el porqué: porque no creemos que sea posible encontrarlo, incluso puede que no creamos que exista. No queremos nada definitivo, sino elecciones intercambiables, reversibles».

En su análisis sociológico, Abbruzzese citó el “post-deber” de Montesquieu, que se actualiza en una sociedad en la que el hombre no quiere ataduras, obligaciones ni esfuerzo, sino sólo gratificación. «Nadie espera recibir nada, nadie espera que alguien venga a liberarnos, porque eso sería admitir que no somos libres ahora mismo. Pero el hombre, en su infinita vanidad autosuficiente, cree que ya ha alcanzado la emancipación en todos los ámbitos. Hemos llegado al final de la espera», continuó el profesor, que afirmó que el ethos contemporáneo consiste en un aburrimiento vital donde la búsqueda de diversión es el principal criterio social y que hoy en día, los creyentes son «idealistas en la forma pero materialistas en la práctica, espirituales pero utilitaristas».

En su libro, don Giussani denuncia la insuficiencia, el “yo” mínimo, reducido por la modernidad, que es insostenible hoy. Como decía Pavese, «la insoportabilidad del universo diario» asfixia al hombre que no está abierto al encuentro; sin embargo, es precisamente en la cotidianeidad de cada día donde el hombre se juega su destino. «La cotidianeidad es la base de lo real», apostilló Abbruzzese. Don Giussani quiere encender esta cotidianeidad, afirmando que es ahí donde se produce el verdadero encuentro: «Es el escenario real donde podemos conocernos a nosotros mismos».

Stefano Alberto concluyó el encuentro afirmando que «cuando uno entrevé el sentido de su vida, levanta las manos como un hambriento. Si no, es como si ya hubiera muerto como hombre». Por ello, el cristianismo es una unión, pero no que el hombre establece con Cristo, sino que Cristo establece con el hombre: «Puedes no haberlo mirado a la cara hasta hace un minuto, puede que le hayas dado la espalda durante los últimos treinta años, pero aun así, Él establece un encuentro contigo».