Imagen de la entrevista de Napolitano con Fontolan.

«La Europa que necesitamos»

Roberto Fontolan

La entrevista con el presidente de la República italiana durante la jornada inaugural de la XXXIV edición del Meeting para la amistad entre los pueblos.

Señor presidente, en primer lugar quería agradecerle este precioso gesto que interpretamos como signo de su amistad y estima por el Meeting que acaba de comenzar y que mira con especial intensidad a Europa. Una Europa que, después de una gloriosa historia, llena de ideales y apertura, parece hoy un tanto cansada y paralizada. ¿Qué enfermedad aqueja hoy a Europa y, sobre todo, cómo se puede curar?
En primer lugar me gustaría enviar un mensaje de amistad y confianza a vuestro Meeting; pienso en los jóvenes que llenan esta gran sala de Rímini y deseo que presten la contribución que todos esperamos de las generaciones más jóvenes para dar paso a una nueva fase de desarrollo en todos los sentidos para Italia y para Europa. ¿Qué enfermedad aqueja a Europa? La respuesta más sencilla sería: Europa está enferma por falta de desarrollo económico y social, no consigue crecer, está perdiendo velocidad y competitividad. Este es un dato fundamental, sin duda es uno de los factores fundamentales de la crisis en Europa. Si miramos al pasado vemos un pasado extraordinariamente gratificante; pero atención, la crisis que estamos viviendo en Europa, y que parte de una crisis global que comenzó en 2009, es decir, viene de lejos y comienza antes: la pérdida de dinamismo de Europa comenzó hace ya unos años, más o menos en el umbral del nuevo siglo y del nuevo milenio, durante los años siguientes al nacimiento de la moneda única, que no es la responsable de todo esto, pero no fue capaz de dar todo el impulso que se esperaba de ella en cuanto empezaron a faltar otros elementos fundamentales para garantizar un nuevo dinamismo en el crecimiento económico y social de Europa. Este es, sin duda, el primer dato y a mí me gusta mucho decir que durante varias décadas, más o menos hasta los años ochenta, hemos vivido una suerte de marcha triunfal de la Europa unida. Cuando entraban nuevos países a formar parte de la Unión, estos daban un extraordinario paso adelante: el caso de España es un ejemplo absolutamente clamoroso, y a menudo se trataba de países que entraban en la Europa unida después de superar experiencias de dictaduras y por tanto este paso suponía un progreso no sólo económico y social sino también civil, político y democrático.

¿Por qué hoy sigue siendo necesaria Europa y qué Europa necesitamos?
Europa está en un momento de dificultad, y en parte me refiero también aquí a la respuesta anterior, porque en demasiadas partes aún no se ha comprendido esto, también en parte de la opinión pública, entre muchos ciudadanos, y sobre todo no se ha entendido lo suficiente por parte de las clases dirigentes que el mundo estaba cambiando y Europa no podía permanecer parada. Europa debía hacer sus cuentas con este proceso de transformación que luego tomó el nombre de proceso de globalización y que luego ha sido un proceso de cambio radical en las situaciones y equilibrios del mundo. ¿Por qué hoy es necesaria Europa? Europa ya no es necesaria para garantizar la paz interna: esto no es sólo una esperanza sino que creo que puede ser una convicción fundada; sin embargo es necesario permanecer unidos y más integrados que antes, porque de lo contrario Europa corre el riesgo de verse sumergida en el proceso de globalización y perder peso de forma drástica al tener una voz cada vez más débil, al no llegar a expresar los valores que su largo patrimonio histórico ha insertados en la identidad europea.

¿Qué debe hacer Europa para recuperar esta posición, para no quedar sumergida en la globalización?
Ante todo Europa debe tener un mayor conciencia de sí misma, no debe olvidar nunca los presupuestos del gran proyecto europeo de Monnet, Schuman, De Gasperi, Adenauer, que eran presupuestos de carácter histórico-cultural, que son los elementos fundamentales de una identidad europea, de una cultura europea que también se ha construido gracias a encuentros múltiples. Recuerdo que el papa Benedicto XVI hablaba de una cultura de Europa fruto del encuentro entre Atenas, Jerusalén y Roma. Todo esto se ha atenuado mucho, ha quedado diluido en la conciencia – que luego nosotros hemos trasladado al desarrollo científico, tecnológico, productivo y social del mundo – de que el modelo europeo también se puede calificar como modelo de economía social de mercado, pero es algo más, con una gran riqueza de valores civiles, de participación, de fraternidad. Pues bien, debemos entender que esto es necesario garantizarlo de cara al mundo de mañana, hay que evitar que este patrimonio se diluya y quede sumergido. Debemos poder competir con países que han crecido más allá de las posibles previsiones, sobre todo respecto en ritmo y en intensidad, y debemos saber hacer frente a los desafíos de la innovación, la competitividad y la productividad, que son los desafíos de una remodelación eficaz de nuestro modelo de economía social de mercado.

También porque en la Europa de hoy parecen prevalecer los tecnicismos, los formalismos, los relativismos, por usar una palabra que el papa Benedicto usó en tantas ocasiones.
Los tecnicismos obviamente prevalecen si sólo se discute en términos de modificación de los tratados o de nuevos acuerdos o nuevas reglas. Todo eso es parte esencial de un proceso de desarrollo de la integración, pero ahora somos más víctimas que nunca de un lenguaje que casi se ha convertido en un código para iniciados. Cualquier resolución o texto de conclusiones del Consejo Europeo consiste en largos documentos que requerirían una traducción al lenguaje humano, al lenguaje común, accesible para todos los ciudadanos. Por tanto, es evidente que una parte de la responsabilidad recae en la técnica institucional, jurídica, y naturalmente en las técnicas de las políticas de balance y de las políticas económicas, pero hace falta – insisto – un fuerte sentido de la propia misión como “Europa” en un mundo que cambia radicalmente y que no puede dejar pasar su propia contribución a la historia y a la cultura europea.

¿Quién está construyendo Europa hoy? ¿Dónde ve usted, si es que los ve, los signos de un camino que se retoma o que continúa de un modo sereno, importante en el sentido de las palabras que decíamos antes?
Creo que hoy construyen Europa todos los jóvenes que se reconocen como europeos y no sólo como italianos, alemanes, españoles, etcétera. No es un homenaje retórico a los jóvenes sin más, porque si pensamos en lo que ha representado el programa Erasmus, verdaderamente se ha sbalorditi por todo lo que ha contribuido a acercar, a hacer comprender recíprocamente tanto la lengua como las costumbres, las expectativas, las actitudes. Ahí es donde se construye Europa. Se construye Europa en los grandes centros de investigación científica en Europa: pienso en los que he visitado, como el CERN en Ginebra o el Centro de Tecnología Nuclear en Holanda. Hay en alguno de estos centros cientos y cientos, incluso más de mil investigadores e investigadoras muy jóvenes que trabajan juntos, que abren juntos nuevos caminos hacia el futuro, no sólo para nuestro continente, y que tienden a reafirmar, no diré el primado, pero ciertamente sí posiciones a la vanguardia de la cultura y de la ciencia europea. Creo que también se construye “Europa” en países que han salido de etapas muy difíciles, sobre todo en países de los Balcanes que han vivido una terrible guerra fraticida, horrores que hemos recordado recientemente en tristísimos aniversarios, como el de Srebrenica. El hecho de que estos países tengan hoy el objetivo común de entrar en Europa, algunos ya han conseguido realizar este objetivo, como Eslovenia o Croacia, otros están llamando a nuestra puerta y hay que socchiudere para luego abrir las puertas de Europa también para ellos: ellos construyen “Europa”. Otro país, un importantísimo país en la historia europea, sobre todo de Europa central, es Polonia – que durante mucho tiempo ha llevado consigo los condicionamientos de un duro pasado que luego desarrolló también complejos de antítesis radical con Alemania y Rusia, y diría incluso con el pueblo alemán y el pueblo ruso – a la que hoy vemos a la vanguardia del proceso de integración europea, guiada por hombres que recuperaron y llevaron adelante la experiencia extraordinaria de Solidarnosc. Aquí se construye “Europa”.

Volviendo al tema de los jóvenes, para ellos es evidente que cada vez es más natural viajar, estudiar, trabajar, estrechar amistades y relaciones en esta dimensión europea. Hay personas que ven en esto una desaparición del sentimiento nacional, y por tanto miran este fenómeno con cierto temor; para otros, sin embargo, sobre todo por los grupos de investigadores, de jóvenes dedicados a la investigación científica, este fenómeno se asocia a la famosa expresión “fuga de cerebros”. ¿Cómo considera usted que esto podría convertirse en un nuevo sentimiento de ciudadanía europea?
Me parece absurdo sentir miedo de estos procesos. Entiendo que estos jóvenes construyen un futuro para sí mismos y para Europa al salir de sus propias fronteras y trabajar juntos. No sólo es necesario formarse juntos, también hace falta crear espacios de investigación y de ocupación común. Yo nunca impediría a un joven salir a estudiar o a investigar fuera de Italia si estoy convencido de que entre otras cosas su ambición es volver después a Italia enriquecido por la experiencia que ha hecho. No veo en esto ningún elemento de pérdida de la identidad nacional, que no se elimina sino que se integra en la identidad europea. Ser europeos no significa dejar de ser italianos, españoles, franceses o alemanes; significa sublimar la propia historia y vocación nacional.

El lema del Meeting es “Una emergencia: el hombre”. ¿Qué le evoca este título?
Yo creo que la emergencia que vivimos desde este punto de vista es un grave, grave forma de empobrecimiento espiritual, cultural, de motivaciones humanas, de motivaciones no ligadas sólo al inmediato interés material. ¿Quién puede reaccionar ante eso? Puede reaccionar la cultura, pueden reaccionar ciertamente las instituciones mucho más de lo que lo hacen. Pueden reaccionar los sistemas educativos, puede reaccionar mucho más de lo que lo está haciendo el sistema de información, y pueden contribuir mucho las grandes organizaciones sociales, incluidas las inspiradas por una fe religiosa. En este sentido, la contribución que viene al más alto nivel de la Iglesia católica es una contribución que sólo los ciegos pueden no ver.

Gracias, presidente, y en este agradecimiento le hago llegar el abrazo de todo el pueblo del Meeting.
Gracias a usted, les deseo lo mejor.

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