Julián de la Morena.

Comunión y Liberación, el Papa y América Latina

Entrevista a Julián de la Morena, responsable de CL en América Latina
Alver Metalli

Julián de la Morena es español, pero vive en América Latina desde el año 2003, cuando su congregación, los misioneros de San Carlos Borromeo, lo destinó a México para hacerse cargo de la formación de los postulantes. De México pasó hace poco a las antípodas, Brasil. En realidad no es que esté mucho tiempo allí, porque sus funciones lo llevan de un país a otro. En 2009 fue nombrado responsable de las comunidades de Comunión y Liberación de toda América Latina.
El movimiento es de origen italiano y se remonta a los años ’60, pero ya en los comienzos, apenas diez años más tarde, algunos de sus miembros se embarcaron en dirección a esta orilla del Atlántico. Otros veinte años hubo que esperar para que CL echara raíces en diez países del continente, por lo menos con las formas y propuestas que hoy conocemos. Pablo VI alentó la “misión” de CL, Juan Pablo II impulsó al movimiento para que llegara a todo el mundo y Benedicto XVI, durante su primer viaje a Aparecida, demostró con palabras y gestos cuánto valoraba los movimientos y lo que denominaban nuevas comunidades. Ahora sabemos que esa convocatoria continental en Brasil, la otra mitad de América Latina, fue el punto de articulación entre dos papas, algo así como un ideal paso de testigo.

Padre de la Morena, ¿le parece que el sucesor de Benedicto XVI aprecia del mismo modo los movimientos?
La forma como el Papa Bergoglio nos recibió y dialogó con nosotros en la Plaza de San Pedro, el 18 de mayo pasado, mostró al mundo a un amigo que hablaba con amigos. Además, en estos primeros meses se está colocando a la cabeza de la Iglesia como si fuera el responsable de guiar un movimiento. Por eso, si nos descuidamos, terminaremos siendo obsoletos.

¿Qué significa para el movimiento del que usted es responsable en América Latina un papa que proviene de esta parte del mundo?
Nos desafía a vivir un mayor protagonismo en la construcción de la Iglesia, tanto dentro como fuera de América Latina. La llegada del Papa Francisco a la sede de Pedro, hace que América este más presente en Roma y a su vez Roma más cerca de América. Este hecho nos estimula a vivir la fe como un nuevo inicio, para nosotros y para el mundo. Durante mucho tiempo hemos sido receptores de la continua ayuda de la Iglesia, hora llega el momento de ponernos al servicio de la Iglesia universal, pero esto no será posible sin una profunda conversión y renovación interior. Este continente mestizo, que en la larga historia de la Iglesia cuenta tan sólo con cinco siglos de cristianismo, está mostrando al mundo una gran madurez en la fe y está llamado a renovar con su frescura y juventud lo que se ha perdido en otros lugares del planeta.

El Padre Carrón, sucesor de don Giussani, ha invitado a todos los miembros de Comunión y Liberación a comprender las “implicaciones existenciales” de este pontificado. ¿A qué se refiere?
El Padre Carrón nos ha recordado recientemente que el acontecimiento cristiano es un imprevisto, que nos sorprende siempre. De ninguna manera lo podemos fabricar ni reducir a presupuestos o consecuencias de tipo social o moral. Es un hecho que ocurre en la historia del hombre, y a partir de ese acontecimiento que surge/se deduce un método. Un método que consiste en estar atento a los detalles de la realidad, porque en ellos se encuentra contenida la respuesta a las expectativas de los hombres. Hay que comenzar siempre del encuentro con Cristo, que nos "primerea" como le gusta decir al Papa, y estar atentos a las circunstancias, a los signos de la realidad. Son estos los que nos empujan a salir del territorio confortable donde con frecuencia nos refugiamos los cristianos, e ir al encuentro de lo que nos propone la vida. ¡El Papa nos llama a salir a la periferia existencial! Encontrar a los otros siempre es un bien, incluso si son antagonistas. Estamos llamados a dar testimonio de la Presencia de Cristo construyendo lugares vivos en los ambientes donde vivimos y trabajamos.

En estos dos primeros meses ya resulta claro cómo entiende la Iglesia el Papa Francisco, cómo considera que deben actuar los cristianos en el mundo…
Desde el primer momento el Santo Padre se ha presentado como un testigo de Cristo. Con sus gestos y palabras nos ha conmovido mostrando la verdadera naturaleza de la Iglesia, que no se puede reducir a nuestros proyectos porque Cristo nos sorprende siempre. Todo ello está poniendo en evidencia que la Iglesia está viva y siempre lo estuvo.

¿Qué es lo que más le impresiona?
Me ha conmovido especialmente cuando el Papa nos corrigió en diferentes momentos pidiendo que dijéramos “Cristo, Cristo”, en vez de “Francisco, Francisco”. Afirma así que la Iglesia es de Cristo y que reconocer Su presencia entre nosotros es la mayor gracia que nos puede suceder.

El reclamo del Papa a la pobreza y a los pobres es insistente. A tal punto que las primeras críticas que se le hacen van precisamente en esta dirección. ¿Qué significa para usted y para el movimiento de Comunión y Liberación ese reclamo?
Por una parte significa que la Iglesia no debe confiar en otra fuerza o riqueza que no sea Cristo, solo en Él está nuestra consistencia. En ese sentido sus palabras nos ayudan a quitarnos de encima muchas falsas seguridades que nos ofrece el mundo, como las seducciones hegemónicas, por ejemplo, que implica creer que solo se puede promover un cambio auténtico desde posiciones de poder. Los pobres nos educan en la fe y la caridad; el contacto con ellos nos ayuda a comprender también nuestra propia pobreza. Me parece que los cristianos hoy estamos asumiendo una vida más austera. Pero el punto de partida de esta conversión, que son los pobres, no nace de ver las necesidades de tantos hombres sino del encuentro con Cristo y de la gratitud por la vida nueva que se nos ha dado.

¿La experiencia de Comunión y Liberación está en sintonía con la predicación del Papa Francisco?
Sobre todo nos sentimos muy provocados y desafiados por lo que está diciendo el Papa, y queremos estar a la altura de lo que está proponiendo a toda la Iglesia. Don Giussani nos enseñó a ver en el Romano Pontífice la roca segura. Somos nosotros quienes necesitamos la paternidad del Obispo de Roma, y por lo tanto queremos estar siempre en sintonía con él. Ahora bien, me parece que las sintonías entre el magisterio del Papa Francisco y las enseñanzas de don Giussani y el padre Carrón son manifiestas y numerosas.

¿Dónde las ve?
En temas como la centralidad de Cristo como encuentro y presencia, o que la naturaleza de la Iglesia no se puede reducir a una propuesta ética o social, y en el modo como plantea los temas de la educación y el testimonio, entre otras cuestiones.

¿Considera que hay algún aspecto en especial en el que Comunión y Liberación deba, por así decirlo, “sintonizarse”?
Creo que el Papa Francisco nos va a sorprender muchas veces, pues parece comportarse como un piloto de fórmula uno, dispuesto a conducir la Iglesia a toda velocidad. Por eso habrá que estar sintonizando permanentemente, para no perdernos este momento hermoso de la historia del catolicismo. Sin duda necesitamos, como nos ha pedido don Julián Carrón, volver al primer amor del encuentro con Cristo y la Iglesia, haciendo que nuestra fe cristiana no se reduzca a definiciones ya sabidas sino que sea una experiencia que nos cambie el corazón. Creo que en todo esto estamos en el inicio del inicio, pero dispuestos –lo puedo asegurar- a contribuir con lo mejor de nosotros mismos, decididos a comenzar siempre de nuevo, como ha dicho el Papa recientemente, con la mirada puesta en el horizonte y aceptando la fatiga del camino. En este momento en que la crisis es sobre todo antropológica, nosotros queremos caminar y trabajar con la Iglesia para rescatar al hombre, como la Iglesia ya hizo tantas veces a lo largo de la Historia.

Comunión y Liberación está presente en contextos muy diversos en América Latina. De Cuba a Venezuela, de México a Brasil, pasando por Argentina, Perú, Paraguay… ¿Hay una orientación general en lo que se refiere a la presencia social de CL?
CL no tiene en América Latina ninguna obra corporativa; nuestro trabajo está fundamentalmente orientado a educar en la fe, favoreciendo hombres adultos que se comprometan personalmente y con iniciativas de cualquier tipo para ser presencia del Resucitado, asumiendo cada uno en primera persona la responsabilidad que eso conlleva. Muchas personas de nuestro movimiento, ya desde los años 60, han construido en toda América un buen número de obras educativas y de caridad para favorecer el desarrollo. En estos años hemos reflexionado y acumulado experiencia, y en ese sentido hay que destacar que nuestra preocupación fundamental es que las obras sociales se conviertan en un ejemplo de cómo la inteligencia de la fe se hace inteligencia de la realidad. Algunas de estas obras hoy son referentes en la sociedad civil, pero no dejan de ser una gota en el mar de tantas necesidades que existen.

¿Por qué ha dicho usted que necesitan convertirse?
Porque debemos tener cada vez más claro que la mayor contribución que podemos hacer a las personas y a las sociedades es que las iniciativas sociales sean sobre todo educativas de sujetos nuevos.

¿Y qué ocurre con la política? Es un tema, por lo menos en Italia, bastante controvertido. ¿Hay alguna directiva general en este sentido?
Creo que el ejemplo del Papa suscitará una nueva manera de hacer política, incluso en América Latina. Ese ejemplo alentará a muchas personas a interesarse de verdad por el bien común y por tender puentes para construir una convivencia y un desarrollo humano más justos. En un momento histórico en que la política esta tan desacreditada –pensemos en las manifestaciones populares de estos días en Brasil- hace falta una regeneración que sólo puede venir de personas dispuestas a vivir la política como un servicio. En ese sentido la Iglesia, y en especial los movimientos, tenemos una importante tarea: educar hombres de una fe sólida que cambie los corazones tanto como las estructuras.

¿Será largo el camino?
No importa que sea largo, sino que sea el camino correcto. Recientemente el padre Carrón, hablando en Italia, puntualizó algo que en mi opinión también es decisivo para nosotros en América Latina: “Daos cuenta de que la gran tentación del poder es la de hacernos creer que estamos satisfechos. Ésta es la tentación del Gran Inquisidor de Dostoievski, hasta el punto de que Jesús aparece como alguien que viene a molestar. Pero nosotros no queremos molestias, ¡queremos que nos dejen en paz! Os pregunto: este dejarnos en paz, ¿es la felicidad, es la plenitud, es el cumplimiento de la vida? Por eso la pregunta de Cristo no es sino ésta: «Pero, cuando vuelva, ¿encontraré alguien al que Yo le falte, alguien para el que la vida sea espera de Mí?»”.

Muchas cosas a las que usted se ha referido están tomadas de un texto típicamente latinoamericano en cuya redacción Bergoglio tuvo un rol relevante, el Documento de Aparecida, que es la conclusión de la V Conferencia general del episcopado latinoamericano en Brasil, en 2007. ¿Lo ha leído?
Lo he leído. Cuando fue publicado vivía en México, ahora vivo en Brasil y me impresionó mucho conocer el santuario donde se elaboró ese documento. Lo he retomado y estoy descubriendo cosas que no había notado. Creo que hay un “antes” y un “después” para la Iglesia de América Latina. Ahora somos más conscientes de que la revolución es la Gracia.

El primer contacto de Bergoglio como Papa con América Latina será dentro de pocos días en Río de Janeiro. ¿Estará presente Comunión y Liberación?
Estamos esperándolo. Participaré personalmente con un grupo numeroso de universitarios de todos los países de América Latina. Me ayudó mucho lo que me dijo un evangélico carioca mientras visitábamos los lugares donde se llevarán a cabo los grandes eventos con el Papa: “Yo no me quiero perder el encuentro con este hombre porque nos está ayudando a redescubrir la belleza de la fe”.