El padre Anas durante el concierto.

Su voz, Sus palabras

Juan Luis Barge

«Para que suceda algo en la vida, estás preguntas que tenemos, que son una exigencia fundamental, hay que cuidarlas. No hay que dar por supuesto que tenemos una respuesta. Hay siempre que volver a descubrir la respuesta. No podemos “pasar” de nuestra humanidad, porque nuestra humanidad es un don que hemos recibido para ponerlo en juego».
Viernes 20.30 horas. Salón de la parroquia de san Juan Bautista en Fuenlabrada. En lenguaje taurino: “hasta la bandera”. El padre Antonio Anastasio ofrece un testimonio-concierto. Suena a despedida. Después de diez años, en pocos días dejará la casa de la Fraternidad San Carlos en Fuenlabrada para abrir junto a otros cuatro sacerdotes de la San Carlos una casa en Milán. También se va el padre Alessandro Camilli. Después de 13 años en Fuenlabrada se va a Chile. Una parroquia le ha sido confiada a la Fraternidad San Carlos, además de la que ya cuidan y Alessandro con dos sacerdotes más van a abrir una casa allí, en Santiago de Chile.
Así que en el ambiente se respira aire de despedida. Pero nadie va a despedirse. Nadie, en el fondo, ha venido a despedirse sino a escuchar el testimonio de uno que en estos 10 años ha ido dejando huella en la vida de la mayoría de los presentes.
¡La vida tiene música! Y por eso Anas nos cuenta su música, es decir su vida. Bob Dylan, Joan Baez, U2, Claudio Chieffo y más…, con ellos Anas ha ido desplegando el recorrido interior de una humanidad, la suya, que se ha puesto en juego siempre. Estamos delante de uno que no ha “pasado” de su humanidad y se nota.
«Hay que vivir buscando y buscando de verdad… no dejar que las preguntas más importantes de la vida se acallen en nuestro corazón». Quienes han estado estos años en España con Anas y con Alessandro han participado de esta invitación constante a que no se acallen las preguntas en su corazón y se han visto acompañar en ese camino.
Y a veces pasa algo en la vida que no nos deja en paz. Las preguntas que tantas veces hemos querido que se acallaran, ahora te las repites y repites con más sentido, porque ha sucedido algo tan grande que hace que valga la pena volver a hacerse las preguntas delante de este Hecho que te ha pasado. Una belleza en la vida que no se lleva el dolor, pero lo hace distinto, lo empieza a llenar de sentido.
Nos canta La notte che ho visto le stelle de Claudio Chieffo, para él la canción que mejor describe el encuentro con Cristo: «Encontrarse con un acontecimiento, con una realidad humana, rostros de personas, donde uno empieza a hacer experiencia de que hay otra forma de vivir. Y esto es la Presencia de Cristo que lo hace, pero esto uno lo descubre después. La primera reacción es: ¡esto es diferente! Y las preguntas que uno tiene se encienden, tienen más luz».
Y la vida tiene colores. Y las canciones de Anas, las escritas por él, tienen el azul. «Yo quiero el azul, el azul de tus ojos y el alma que hay dentro con la que me tocas. Y vuelvo a querer el azul, el azul puro del cielo». De los colores de la vida, el hombre está hecho para el azul del cielo. «El amor es signo de algo más grande, es signo: Dios es amor, caridad. Y si uno comprende esto ama de verdad y deja libre al otro. Para amar de verdad, decía don Giussani, hay que amar el destino del otro. Amar el destino del otro más que cualquier otra cosa».
La vida de estos últimos años del padre Antonio en Fuenlabrada ha estado marcada por un camino común de educación a la caridad que ha dado forma, en la Parroquia de San Juan Bautista a la obra de la Casa de San Antonio. Y en el testimonio también tiene música
Fiça mal con Deus. «El amor verdadero es la caridad, es amar al otro sin medir lo que el otro me devuelve. En este sentido, decía siempre don Giussani, es el infinito presente». Dar sin medida, abrazar sin medida, perdonar sin medida… sólo el Infinito presente puede hacer esto «y cuando el amor es esto… es algo del otro mundo en este mundo». En el comienzo, en el encuentro inicial hay una gratuidad a la que uno no sabe poner nombre. Hace falta el camino de la fe, entrando en relación con el Misterio de Dios presente, en la relación personal con Él, para darse cuenta de que lo que me llamaba la atención en el comienzo es este amor gratuito que quiero vivir ahora.
«En el himno a la caridad, san Pablo tiene una expresión curiosa. “Cuando era niño pensaba como un niño”. ¿Qué significa? ¿Qué pinta esto en medio del himno? Es que la caridad es la forma del cristiano adulto, es la vida del cristiano adulto. Un camino por recorrer, una experiencia en la que entrar para descubrir el “quid” de la vida. Cuando uno empieza a vivir esto, uno empieza a vivir como Dios. Es aquí donde uno puede empezar a decir, como san Pablo, “ya no soy yo que vivo, sino Tú que vives en mí”. Y no quieres menos que esto. Es un gusto diferente, es un gusto de vida nueva. ¡Y qué bonito es cuando te equivocas o te enfadas — porque sigues enfadándote y equivocándote — pedir perdón y perdonar! Es mucho más esto que ser perfectos o no equivocarse nunca. Es un milagro todas las veces. Y está mal con Dios quien no sabe amar, quien no sabe dar. Porque la vida está hecha para dar, para regalar. Cuando uno aprende esto puede hacer las maletas después de diez años, sí, con dolor pero con alegría, porque Dios es grande, mucho más grande que nuestro corazón».
Asistimos a este desgranarse delante de nosotros de una vida vivida ante el Misterio presente que nos llena a todos de conmoción. Está sucediendo ahora que nuestro corazón se está ensanchando, que nos sorprendemos una vez más respirando. Acontece de nuevo que nuestras dudas se vuelven petición y vuelve a nacer el corazón como dice Chieffo en la Canzone del melograno. Es este renacer continuo del corazón que mantiene nuestra vida joven, y Anas junto con los chicos que ha acompañado en este tiempo canta Forever Young.
Anas se pregunta hacia el final de su testimonio-concierto: «¿Que ha sido esto de esta noche?». Y responde poniendo palabras a los sentimientos de todos los que estábamos ahí: «un encuentro, pero no porque estaba yo, sino porque estabais vosotros con vuestro corazón despierto, atentos a sorprender lo que dice Dios a través de lo que dice uno. Y esto es posible a través de todos los momentos de la vida». Son Su voz, Sus palabras las que encuentran eco en nuestro corazón. Su Presencia no entiende de tiempo y espacio. «Si el Amigo más verdadero se queda siempre con nosotros no podremos dejarnos nunca más». «Su voz, Sus palabras. Lo sabremos todo de nuestro corazón. Que es lo que necesitamos. Saberlo todo de cómo somos, de quién somos, de qué hacemos aquí, saberlo todo de nuestro corazón. Pero si Él está y nosotros estamos en el camino de descubrimiento de esto… hemos hecho un encuentro… otra vez».
Diez años Anas, trece años Alessandro. Este es el tiempo que han pasado en Fuenlabrada. Sus vidas son signo del Amigo verdadero que está siempre con nosotros. Los niños, que son ya grandes, nos miran y piden un signo, dice Chieffo en la canción Il Viaggio, con la que termina el testimonio. Esos niños ya grandes, que son nuestros hijos, pero que en el fondo somos cada uno de nosotros. «Un signo. ¿Un signo de qué? Un signo que diga la vida, que explique la vida, algo que haga ver dónde está la respuesta a esta búsqueda que vivimos en el corazón». Todos necesitamos encontrar signos así, como los que hemos visto estos años en Fuenlabrada los que hemos estado con Anas y Ale. «Tenemos que pedir a Dios que seamos signos así… de Otro».