El puesto de libros del BdS.

El imprevisto tiene un nombre

Por tercer año consecutivo, el Banco de Solidaridad participa en la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife para recaudar fondos y para dejarse provocar por el Imprevisto
Carmen Ciordia

La presencia del BdS Tenerife en esta feria está suponiendo para nosotros algo mucho mayor que un modo novedoso de recaudar fondos para la adquisición de los alimentos que repartimos. Se trata de una ocasión para recuperar una mirada capaz de sorprenderse, una mirada llena de agradecimiento.
Este año, debido al empeoramiento de la situación económica, el Ayuntamiento de Santa Cruz decidió unificar tres ferias (la de las plantas, la de los artesanos y la de los libreros), con la consiguiente disminución del número de participantes. Un número elevado de comerciantes que habitualmente participan en esa feria anual quedaron excluidos por falta de espacios y presupuesto. Entre ellos, también el BdS.

La Feria comenzaba el miércoles 1 de mayo. El lunes 29, ya teníamos claro que nos quedábamos fuera. Al finalizar el encuentro de la Escuela de comunidad, Clari, quien se encarga del tema de los libros y que junto con otros amigos – Cristina, Tere, Alberto e Isabel – acude todos jueves a las distintas facultades del Campus de La Laguna a vender los libros que la gente nos va donando a lo largo de todo el año, nos dijo que al día siguiente irían juntos a ver el Cabildo. Ella y unos amigos querían hacer el último intento para que nos permitieran participar en la feria. Nos pidió que los acompañáramos con nuestras oraciones.

El martes 30 a las 7 de la tarde el alcalde de Santa Cruz en persona le comunica a Clari que nos cede una carpa que estaba destinada a unos artesanos que no podían acudir: ¡de nuevo el imprevisto sucede!

Inmediatamente comenzamos a enviar avisos a los distintos grupos de Escuela de comunidad, contando lo sucedido y pidiendo disponibilidad para ayudar en los turnos de venta. Organizarlo todo era bastante complicado. Además, aquí en Tenerife, el día 3 de mayo era también era festivo, y muchos se iban de puente. El miércoles 1 a las 9 de la mañana nuestra carpa estaba montada; los libros ordenados; una amiga que trabaja en Cáritas nos hizo los carteles y nos los trajo; vinieron amigos desde toda la isla, bachilleres y universitarios, para ayudar; toda la comunidad de Tenerife en un momento u otro pasó por allí. Enseguida comenzaron a sucederse encuentros y reencuentros. Personas que nos conocían de otros años y son “clientes habituales” se sorprendían de encontrarnos en la zona de los artesanos y no en la de los libreros. Así, ellos mismos comenzaban a dar la voz de alarma a sus amigos para que nos pudieran localizar. Una pareja a la que conocimos en la pasada feria, cuando iban a ser padres al poco tiempo, se acercó para presentarnos a su hija: nos estuvieron buscando como locos por la feria hasta que preguntando a unos y otros consiguieron dar con nosotros.
Una mujer que no nos conocía se acerca y nos pregunta qué hacemos allí. Se lo explicamos. Comenzamos a hablar, y de pronto pregunta: «Pero, ¿cómo es posible que lleven cinco años haciendo ese reparto y no reciban ayudas publicas? ¿Cómo logran subsistir?». Fue la ocasión para darnos cuenta de algo que no podemos pasar por alto, y que no puede dejar de causar en nosotros el mismo estupor que causaba en esta mujer: nosotros colaboramos pero quien permite que lo hagamos es el Señor. Le explicamos cómo es nuestro día a día en el BdS y de qué modo experimentamos la Divina Providencia que cada mes nos surte de lo que necesitamos. Llevamos 62 meses ininterrumpidos repartiendo alimentos que llegan a nuestra parroquia del modo más dispar: donativos particulares de alimentos, donativos de dinero, empresas de alimentación que nos conocen por amigos de amigos y nos hacen entrega gratuitas de alimentos, todo el mundo conoce a alguien a quien le habla de nosotros e inmediatamente quieren ayudar de algún modo.

El domingo, el día que acababa la feria, una radio entrevistó a algunos voluntarios del BdS. Una vez acaba la entrevista, apareció corriendo una mujer: nos había estado buscando desde el miércoles por la zona de los libreros, y al no vernos se entristeció. Ese día iba en el coche con la radio, y cuando nos escuchó, no lo dudó un instante: aparcó como pudo y se fue directa al puesto porque quería vernos y estar con nosotros. ¿Quién es capaz de generar un atractivo así, sino Aquel que nos ha alcanzado?

Una amiga nos dice: «Siguiendo a otros, he decidido colaborar con la reventa de libros usados. Cuando sigo, me educo y crezco en mi relación con Cristo. Casi nunca me es inmediato. Me cuesta dar el paso, por ejemplo, para hacer las gestiones con un decano o para trasladar los libros. Pero al ver a mis amigos que lo hacer, se despierta en mí el deseo de estar con ellos y de hacerlo yo también».
Nunca es inmediato tomar iniciativa, así nos vemos obligados a juzgar una y otra vez por qué lo hacemos: ¿todo se acaba en nuestra iniciativa o hay Otro que insistentemente nos sale al encuentro cada día en la realidad? ¿Quién hace todo esto?
«No vale cualquier tipo de “nosotros”, no basta cualquier lugar; porque podemos convertirnos en una asociación en lugar de ser un movimiento, y podemos volver a arrancar sin haber aprendido nada». Estas palabras de Carrón nos ayudan a juzgar, porque en estos cinco años hemos pasado por el entusiasmo, el desánimo, el activismo, el cansancio etc., pero gracias a esta compañía que, como decía don Giussani, «introduce en la vida la provocación de una promesa a seguir», nos ponemos en camino de nuevo agradecidos por la provocación que cada día nos alcanza a través de las circunstancias y las personas.