Giorgio Napolitano.

Retorno a la realidad

Redacción

En su mensaje a la Cámara durante la renovación de su juramento como presidente de la república italiana, la intervención de Giorgio Napolitano supone un retorno a la realidad y, en ciertos aspectos, a la política.

En primer lugar ha mostrado una conciencia plena de la gravedad de la situación política en Italia, tan evidente y al mismo tiempo tan aparentemente ignorada por el Parlamento. Ha hecho una lectura muy lúcida, casi despiadada por su claridad, de las causas que han dado origen a esta situación: una «larga serie de omisiones, fracasos e irresponsabilidades» que han hecho que prevalecieran las «contraposiciones, la lentitud, las dudas» y los «cálculos de conveniencia» sobre las decisiones y las reformas necesarias, que el presidente ha enumerado detalladamente. Y ha indicado, con claridad, el origen de la parálisis obstinada que acentúa el sufrimiento del país: una «suerte de horror hacia cualquier hipótesis de entendimiento, alianzas, mediaciones o convergencias entre fuerzas políticas distintas» que «es signo de una regresión, de la difusión de la idea de que se puede hacer política sin conocer o reconocer las complejas problemáticas de gobernar la cosa pública».

Napolitano ha hablado del reflejo concreto «de un par de décadas de contraposición – hasta la pérdida de la idea de convivencia civil – facciosa y agresiva como nunca, de total incomunicación entre las tendencias políticas». En este «horror», en esta «percepción del adversario político como un enemigo» en vez de como «un recurso y un bien» (como escribía recientemente Julián Carrón en una carta publicada en La Repubblica) es donde la política empieza a negar sus propias razones. Hasta devorarse a sí misma. Este es el obstáculo más difícil, la cuestión que reclama al trabajo más duro – como evidencian ciertos comentarios dentro y fuera de los partidos, ya alineados en el «nos conviene o no». Sin embargo, es un trabajo ineludible para cada uno de nosotros.

Y aquí entra en juego otro aspecto que llama la atención en la toma de posición del presidente italiano: el valor de su testimonio personal. A los 87 años, tras una vida pasada entre conflictos y razones para «aportar cada día su grano de arena al desarrollo de la vida política democrática», ante una emergencia no se echa atrás. No ha dicho «ya no es asunto mío». Ha aceptado el sacrificio de bajar a la arena, otra vez. Y al hacerlo, nos ha permitido entender mejor qué es lo que está en juego, la urgencia y los términos de la cuestión. Nos ha ayudado a tomar conciencia, como sucede con todo testimonio auténtico. Pero sobre todo ha indicado un camino posible para cada uno, allí donde esté. A mí y a ti, allí donde estamos. Asumir nuestras responsabilidades frente a la realidad, sin echarnos atrás. Hacer lo que hay que hacer, lo que toca. Dentro y fuera de la política. En el trabajo, con los hijos, en casa… En todas partes. El que vive una experiencia cristiana real sabe bien que su propia vida, en todos los aspectos, tiene un impacto en la realidad entera, si se vive a la luz de la fe.

Además, en su discurso había también un eco de las palabras que Napolitano dirigió al Meeting de Rimini en 2011, un reclamo a «llevar, en un tiempo de incertidumbre, vuestro anhelo de certeza». Y a tomar conciencia del alcance de lo que tenemos entre manos. Para nosotros, y para el país.